El terror
La violencia ha sumido en el horror a los argelinos, que ya no saben en muchas ocasiones qui¨¦n mata a qui¨¦n
El primer contacto con la realidad desanima cualquier esperanza de tregua. En el avi¨®n que me conduce a Argel las azafatas distribuyen la prensa diaria con un apabullante men¨² informativo. En el apartado de "Agravaci¨®n del terrorismo a trav¨¦s del pa¨ªs", devoro sucesivamente en El Watan: incendio criminal por un grupo de treinta individuos armados y encapuchados del parque automovil¨ªstico de las Galer¨ªas Argelinas en Husein Dey; "ejecuci¨®n" de cinco polic¨ªas en Constantina; dos muyahidin de 73 a?os jubilados de la guerra de la independencia y otro ciudadano asesinados en Blida; los padres de dos gendarmes y un campesino v¨ªctimas de los terroristas en Chlef y Tisemilt; el director de la c¨¢rcel de Laghuat acribillado a balazos en el mercado; un corresponsal del diario Alger R¨¦publicain gravemente herido en Tiaret y otro raptado en Bumerd¨¦s; sabotajes e incendios en Bel Ab¨¦s y Reliz¨¢n; ametrallamiento de un capit¨¢n del ej¨¦rcito a unos centenares de metros del aeropuerto de Argel. Este ¨²ltimo hecho, llevado a cabo en un presunto control de identidad por supuestos agentes uniformados, me sumerge y sumerge sin duda a muchos lectores en un mar de dudas: ?c¨®mo han podido los islamistas montar dicha operaci¨®n en la autopista m¨¢s vigilada del pa¨ªs? La hip¨®tesis, susurrada por alguien, de que se trataba de verdaderos polic¨ªas resulta todav¨ªa m¨¢s inquietante. Toda la prensa apunta con dedo acusador a la ausencia incomprensible del Estado, a su falta de estrategia clara, a la pasividad y afasia de la clase pol¨ªtica frente a los grupos omnipresentes que aspiran a adue?arse del poder. "Asesinatos, sabotajes, agresiones de toda ¨ªndole se multiplican de d¨ªa en d¨ªa, crean un clima de sicosis en la poblaci¨®n, escribe el editorialista de Libert¨¦. Los argelinos no soportan ya vivir al ritmo de los rumores m¨¢s alarmantes, sentirse rehenes de una nebulosa que se manifiesta tan s¨®lo con muerte e intimidaci¨®n".La llegada
Apenas llegado al aeropuerto, un viejo conocedor de la realidad del pa¨ªs, me comunica la ¨²ltima nueva: Ahmed Asel¨¢, director de la Escuela de Bellas Artes, y su hijo Rab¨¢, acaban de ser asesinados. Durante el trayecto al hotel, en un autom¨®vil de la embajada espa?ola, intento rescatar los recuerdos de mis anteriores visitas. La vida argelina sigue aparentemente su curso. El tr¨¢fico no ha mejorado. Los bloques de inmuebles populares parecen todav¨ªa m¨¢s lega?osos y decr¨¦pitos. Los ninjas apuntan con sus armas a los veh¨ªculos en los puestos de control y pasos a¨¦reos de la autopista.
Quince, veinte, treinta a?os atr¨¢s me hab¨ªa alojado en el hotel Aletti o en el Oasis, vecinos al puerto y al paseo mar¨ªtimo. Las circunstancias presentes me aconsejaban hacerlo en el antiguo Saint George, rebautizado Al Yazair, en la atalaya de las colinas situadas entre Hydra y El Murad¨ªa. Desde el balc¨®n contemplo la hermosa bah¨ªa de Argel, la imbricaci¨®n escalonada de edificios modernos y villas coloniales de tejas rojizas y techo de cuatro aguas, los jardines, cipreses, parques, alminares, sombrillas tutelares de antenas parab¨®licas, buques anclados en espera de descarga, palomas alineadas en el alero de una casa vecina y cuyos arrullos se mezclan con el rumor amortiguado pero continuo de la circulaci¨®n.
?Oh Argel, mi capital! Una canci¨®n chaabi, obra de Abdelmayid Meskud y adaptada luego al rai por Cheb Jaled, refleja con nostalgia los sentimientos del autor ante los cambios sufridos por su ciudad. Es, como la c¨¦lebre Balada de Fran?ois Villon, una rememoraci¨®n de lo que fue y no es, de lo que pudo ser y no ha sido. En mis horas de recogimiento en el hotel, cuando las calles se vac¨ªan en el crep¨²sculo de Ramad¨¢n, escucho su casette con compartidos sentimientos de melancol¨ªa: ?Argel, Argel! / Capital inapreciable / Vives en mi coraz¨®n hasta el D¨ªa del Juicio. / Te han maleado gentes sin valor / Te han maltratado oh patria de Sidi Abderrahm¨¢n / Villa del fiero m¨¢rtir / y de santos brav¨ªos / Ciudad de Barbarroja y de Sidi M`hamed, el de las dos tumbas. / Decidme, los que me escuch¨¢is ?d¨®nde est¨¢ el perfume de la bella? / Decidme, ?qu¨¦ ha sido de la vida de sus hijos? Abdelmayid Meskud busca en vano a quienes la habitaron: no reconoce a nadie en El Harrach, los nativos de Husein Dey y de Kuba son raros, El Hamma est¨¢ en plena devastaci¨®n, ninguna huella de sus padres queda en el bienamado Belcourt, Bab el Ued y la Kasba han perdido el sabor, los barrios descaecen en medio del abandono y la saturaci¨®n de intrusos. La evocaci¨®n de las fiestas, tradiciones, romer¨ªas, canciones, m¨²sica, poemas, resuena pat¨¦tica en estos tiempos de barbarie intolerancia y desdicha. Como podr¨¦ verificar d¨ªas m¨¢s tarde las ermitas de Sidi Abderrahm¨¢n en lo alto de la Kasba y de Sidi M'hamed, el santo protector de Belcourt, han sido profanadas. El celo fan¨¢tico de algunos iluminados prendi¨® fuego a sus tumbas. S¨®lo unos viejos fieles a su memoria se embeben de su baraca o aguardan acurrucados la limosna de un alma caritativa.
El clima de p¨¢nico denunciado en la prensa, ?no es quiz¨¢ exagerado y azuzado en parte por ella? El atentado contra el reportero de televisi¨®n Hasan Benauda en la Kasba, horas despu¨¦s del asesinato del director de la Escuela de Bellas Artes y su hijo, aviva los rumores y comentarios m¨¢s alarmistas. "?Hasta cu¨¢ndo la sangre y las l¨¢grimas?", reza en grandes titulares Libert¨¦. "La estrategia del terror apunta cada vez m¨¢s a un objetivo mayor: obligar a la poblaci¨®n de los vilayatos a colaborar con amenazas de muerte a la organizaci¨®n de ¨¢reas denominadas ya por los islamistas zonas liberadas. Esto explica las mutilaciones practicadas en numerosos cad¨¢veres de las v¨ªctimas... Los terroristas imponen la ley y matan a quien quieren, donde quieren y cuando quieren. En el momento actual, el desaliento puede convertirse en desmovilizaci¨®n y en dimisi¨®n. Argel ser¨¢ entonces Kabul y Argelia, Afganist¨¢n".
Desfile sombr¨ªo
El d¨ªa siguiente, acudo con el corresponsal de EL PA?S y un delegado de la agencia Efe al entierro de Ahmed Asel¨¢ y su hijo. Varios centenares de personas se agrupan en los jardines de la Escuela de Bellas Artes. Profesores, periodistas, artistas, escritores aguardan el momento de desfilar ante los catafalcos. El ambiente es sombr¨ªo. Algunas mujeres sollozan. ?Qu¨¦ l¨®gica perversa ha comanditado el crimen? ?Qu¨¦ beneficio puede extraerse de la muerte de seres inocentes? El comit¨¦ aut¨®nomo de estudiantes de Bellas Artes distribuye impresos en los que denuncia la "carnicer¨ªa", el "follet¨ªn macabro iniciado con el asesinato de Budi¨¢f", las balas asesinas de los integristas y de la mafia pol¨ªtico-financiera": "?Oh mandamases que est¨¢is en los cielos, agitad el trasero, estamos en v¨ªas de desaparici¨®n!". En el instante del traslado de los cuerpos resuenan gritos, yuy¨²s, aplausos. En el cementerio de Garidi, la multitud asiste a la inhumaci¨®n en medio de un angustioso silencio: la viuda no quiere discursos f¨²nebres. S¨®lo un ministro y un pu?ado de representantes del mundo pol¨ªtico presencian la ceremonia como subrayando el aislamiento de los intelectuales atrapados entre dos fuegos. Como observan los periodistas, las visitas al lugar son cada vez m¨¢s frecuentes. Las sepulturas se alinean como en Sarajevo conforme a un siniestro orden cronol¨®gico. ?Para qui¨¦n ser¨¢ la siguiente? El terreno libre del cementerio se reduce tambi¨¦n a ojos vistas. "Llegar¨¢ un d¨ªa, profetiza un amigo del difunto, en el que faltar¨¢ espacio para enterrarnos".
La ola de atentados act¨²a sobre objetivos muy precisos: ?se trata, *como piensan muchos, de una estrategia "pol-potiana" para acabar con los intelectuales que han contra¨ªdo el virus de Occidente, de un programado
El terror
genocidio selectivo? La lista de los liquidados en los ¨²ltimos meses inducir¨ªa a pensarlo as¨ª; pero, como veremos luego, las v¨ªctimas abarcan todas las capas de la poblaci¨®n y los disparos no proceden de un solo bando.Desde antes del 26 de mayo de 1993 -fecha del asesinato a¨²n no esclarecido de mi amigo el novelista Tahar Djaout, invitado a propuesta m¨ªa a Madrid un a?o antes a un coloquio intermagreb¨ª organizado por Passages-, las redacciones de los medios informativos impresos y audiovisuales reciben a diario llamadas telef¨®nicas y cartas de amenaza. La ejecuci¨®n, a veces por deg¨¹ello, de vanos editorialistas y reporteros crea pronto una sicosis de p¨¢nico. Temiendo por su vida, las plumas m¨¢s enfrentadas al islamismo -especialmente en los peri¨®dicos franc¨®fonos- firman con seud¨®nimos, var¨ªan sus horarios de trabajo, evitan entrar y salir de sus casas a la misma hora, cambian continuamente de domicilio hasta que los nervios ceden y abandonan la partida, toman el camino del exilio. "Nuestra vida transcurre hoy entre entierros y despedidas en el aeropuerto a los colegas que se van", me conf¨ªa uno de los amenazados. En oto?o, conforme la lucha sin cuartel entre el poder y los islamistas se intensifica, las ondas del miedo extienden su radio a nuevos sectores. El ultim¨¢tum de los GIA a los extranjeros no musulmanes provoca una huida masiva. Algunas embajadas y legaciones cierran sus puertas, otras reducen su personal y env¨ªan mujeres y ni?os a sus pa¨ªses de origen, trasladan parte de sus oficinas a lugares seguros, transforman sus locales y dependencias en verdaderos b¨²nquers. Los hombres de negocios que no pliegan la tienda, dejan sus villas y pisos y se alojan y despachan en el hotel. Como los diplom¨¢ticos, reducen sus salidas a lo estrictamente indispensable y se trasladan a menudo con escolta en coches blindados. "Soportamos un r¨¦gimen carcelario", se lamenta uno de los escasos corresponsales que siguen en el pa¨ªs. Los que por su larga residencia en Argelia y querencia a su tierra se creen inmunes a la epidemia pagan con la vida su error de c¨¢lculo: un conocido librero y galerista de origen espa?ol y el due?o de una tienda de v¨ªdeos y casettes mueren de dos disparos a quemarropa en su lugar de trabajo en el centro mismo de la capital. Mientras se celebra la frustrada conferencia de di¨¢logo nacional, en v¨ªsperas del cese de Al¨ª Kafi al frente del Alto Comit¨¦ de Estado y del nombramiento de Liam¨ªn Zerual a la presidencia de la Rep¨²blica, un sentimiento de inseguridad e impotencia se ceba en una poblaci¨®n sometida a frecuentes controles, alarmada por los golpes de mano cada vez m¨¢s audaces de los islamistas y la respuesta feroz de las fuerzas del orden. "Nadie se demora despu¨¦s del trabajo, escribe un testigo. Sin necesidad del toque de queda, las calles se vac¨ªan: el miedo se encarga de ello. En esta capital superpoblada reina desde hace poco la soledad. In¨²til, en caso de urgencia, pedir socorro. Nadie acudir¨¢. Demasiadas llamadas de ayuda han servido de pretexto a emboscadas... ?3.000 muertos? Se murmura que hay que multiplicar la cifra por cinco. ?C¨®mo saberlo exactamente con la censura?".
Seg¨²n informes recientes, m¨¢s de mil intelectuales argelinos han solicitado asilo pol¨ªtico en Francia. En su mayor parte son profesores, m¨¦dicos, abogados, periodistas, escritores de formaci¨®n franc¨®fona. La creaci¨®n de un Estado isl¨¢mico en Argelia provocar¨ªa un ¨¦xodo de medio mill¨®n de personas, estima Chris Hedges, corresponsal de The New York Times. Pero no todos los refugiados pertenecen a la tendencia erradicadora ni huyen s¨®lo del MIA, los GIA o el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n. La autor¨ªa de muchos asesinatos y ejecuciones sumarias es obra de escuadras de la muerte que como en Colombia y otros pa¨ªses de Iberoam¨¦rica vengan las balas que diezman las fuerzas del orden o impiden con sus desafueros toda tentativa de soluci¨®n pol¨ªtica a la crisis. Varios abogados y miembros de la Liga argelina de Derechos del Hombre, tras denunciar la pr¨¢ctica generalizada de la tortura y las ejecuciones extrajudiciales se?aladas tambi¨¦n por Amnist¨ªa Internacional, han recibido igualmente amenazas de muerte: conozco cuando menos, seg¨²n una fuente fidedigna, el caso de uno de ellos que, prevenido por un pariente pr¨®ximo de que su nombre figuraba en la lista de las personas a eliminar, tom¨® el primer avi¨®n con destino a Par¨ªs.
En la atm¨®sfera delet¨¦rea que se respira en Argelia, la actuaci¨®n de comandos no identificados que siembran el p¨¢nico en los medios simpatizantes de los islamistas, es un hecho comprobado y normal. Una misteriosa Organizaci¨®n de J¨®venes Argelinos Libres jura aplicar la ley del tali¨®n a los terroristas y reivindica el rapto y asesinato de familiares o pr¨®ximos de conocidos miembros del FIS. Seg¨²n numerosas denuncias, individuos encapuchados en uniformes de camuflaje asaltan durante el toque de queda los domicilios de los sospechosos y los cad¨¢veres de los apresados aparecen abandonados al alba en las calles del barrio o son sacados, conforme a insistentes rumores divulgados por la prensa, de los centros de interrogatorio excavados hace medio siglo bajo las comisar¨ªas francesas envueltos en bolsas de pl¨¢stico para su inhumaci¨®n secreta. Durante mi estancia en Argel, un editorialista de singular coraje no vacilaba en apuntar, tras ¨¦stas y otras fechor¨ªas, a la mano oculta de la mafia pol¨ªtico-financiera "interesada en una desestabilizaci¨®n permanente del pa¨ªs".
?Qui¨¦n mata a qui¨¦n? En la paranoia en la que se hallan sumidos los argelinos nadie puede responder con certeza a la pregunta. Si en una mayor¨ªa de casos la mano criminal no ofrece dudas, en otros las dudas no han sido aclaradas a¨²n. Un Comit¨¦ para la Verdad sobre el asesinato de Tahar Djaout, no ha logrado avanzar un solo paso: uno de sus miembros, amigo de la v¨ªctima, cay¨® fulminado a su vez por un balazo mortal y los otros fueron objeto de insistentes amenazas. El popular redactor de la televisi¨®n Abdelkader Hirechi, eliminado a comienzos de Ramad¨¢n y cuya muerte se achacaba primero a los "integristas", result¨® ser a la postre un miembro del FIS, de acuerdo a un comunicado posterior de dicha organizaci¨®n. Desde entonces, ning¨²n grupo o facci¨®n han reivindicado el crimen.
El terrorismo de los GIA y otros grupos armados -?hay quien habla de la existencia de 650 bandas, compuestas a lo menos de una docena de miembros!- se ensa?a ¨²ltimamente no s¨®lo en mujeres indefensas, cuyo ¨²nico delito es ser madres o esposas de militares, gendarmes o polic¨ªas, sino tambi¨¦n en personalidades religiosas que predican la tolerancia y moderaci¨®n. Mientras una muchacha de 17 a?os era fr¨ªamente asesinada en Blida para escarmiento p¨²blico de las que reh¨²san el hiyab, el chij Buslimani pag¨® con la vida, seg¨²n manifestaciones del jefe del movimiento islamista legal Hamas Mahfud Nahn¨¢, su negativa a promulgar una fetua que autorizara ese tipo de cr¨ªmenes. En los ¨²ltimos 14 meses, ocho imanes y mualim¨ªn (maestros del Cor¨¢n) han sido "ejecutados" por los GIA, incluso en el interior de sus propias mezquitas. Otros fieles lo han sido igualmente a la salida de las preces en el mes sagrado de Ramad¨¢n. ?C¨®mo explicar estos ramalazos de locura y pr¨¢cticas b¨¢rbaras? Ni el credo religioso ni un Estado que se precia a s¨ª mismo pueden transigir con un salvajismo y brutalidad que empujan a Argelia al abismo.
En la habitaci¨®n del hotel, repaso antes de acostarme la prensa del d¨ªa. Unas palabras de Salima Ghazali abrevian con nitidez el sentimiento de muchas personas con quienes me cruzo y convivo: "En este vasto cementerio que es Argelia, en donde nuestros pasos nos llevan de una tumba cerrada a otra abierta, hemos enterrado primero las ideas, sue?os y palabras antes de sepultar los cuerpos ajusticiados de hombres, mujeres y ni?os que han vivido sin nada y han muerto por nada".
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