Parabolas y parab¨®licas
La neurosis colectiva que afecta a Argelia es producto de un conjunto de contradicciones insolubles
?C¨®mo forjarse una idea cabal de cuanto sucede en Argelia sin recurrir exclusivamente a los informes a menudo censurados de la prensa local y de las agencias y peri¨®dicos extranjeros? Lo expuesto en una y otros, fundado a veces en hechos de confirmaci¨®n dif¨ªcil, ?no agranda a¨²n unos acontecimientos a todas luces graves? Por ejemplo: ?hay zonas enteras del pa¨ªs que escapan al control del ej¨¦rcito?, ?existen centenares de aldeas y peque?as ciudades en manos de los islamistas?, ?se lleva a cabo en el Aur¨¦s y Constantina una "operaci¨®n de limpieza" de envergadura, apoyada con bombardeos a¨¦reos y fuego de artiller¨ªa?, ?viven los altos mandos militares encastillados en b¨²riquers y se trasladan a sus oficinas y reuniones en helic¨®ptero, como afirma The New York Times del 25 de enero ¨²ltimo?, ?han desertado al maquis ocho mil reclutas con sus armas de acuerdo a las estimaciones del mismo peri¨®dico neoyorquino? Barrios enteros de la capital, as¨ª como Blida y sus alrededores, ?son abandonados al ponerse el sol a la ley de los islamistas? Si la penuria de algunos alimentos y alza de precios provocaran un levantamiento popular, ?disparar¨ªa la tropa sobre la muchedumbre? ?Cu¨¢l es el grado de infiltraci¨®n del FIS entre los oficiales, suboficiales y soldados de oficio? El humor negro de algunos intelectuales ha puesto en circulaci¨®n un chiste: "En Argelia tenemos ya una alternancia pol¨ªtica perfectamente rodada. El poder gobierna de d¨ªa y el FIS al caer la noche".La necesidad de escapar a la paranoia del gueto en el que viven los europeos e intelectuales amenazados se enfrenta a numerosos obst¨¢culos. Para solventarlos recurro a los servicios de un ch¨®fer de confianza y a la generosa amistad de colegas argelinos y de un grupo de j¨®venes escritores en lengua ¨¢rabe que se brindan a escoltarme por los barrios populares considerados baluartes de los islamistas. La pregunta formulada reiteradamente a Ferr¨¢n Sales hace tres meses (En el volc¨¢n, EL PA?S, 25-12-93), cuando sal¨ªa de su oficina contigua a Correos para regresar al hotel, "?No tiene usted miedo?", nadie la plantea ya: ser¨ªa tan obvia e innecesaria como comentar en un d¨ªa despejado que luce un buen sol. Mi indumentaria com¨²n, barba incipiente y, sobre todo, la compa?¨ªa ?me conceden la invisibilidad del camale¨®n o es una ilusi¨®n m¨ªa? En cualquier caso, a lo largo de mis caminatas por la Kasba, Bab el Ued o Belcourt nadie parece reparar en mi in significante presencia. En realidad, ignoro si soy el ¨²nico europeo que circula o existen otros igualmente an¨®nimos e indetectables como yo.
Un recorrido bajo las arcadas del paseo mar¨ªtimo, denominado Yusef Zirut hasta mi vieja querencia del square de Port Said y a continuaci¨®n Ernesto Ch¨¦ Guevara, me devuelven al ¨¢mbito urbano conservado fielmente en el recuerdo: algunos oficinistas de traje y corbata, numerosos j¨®venes con vaqueros o prendas deportivas, siluetas femeninas con los cabellos descubiertos o "protegidas" por el hiyab anudado bajo la barbilla importado a Argelia por los islamistas. Los barbudos con birrete y kamis o camis¨®n blanco son raros: desde la ilegalizaci¨®n del FIS y las masivas redadas policiales, la mayor¨ªa de sus simpatizantes se han afeitado y exhiben el habitual y m¨¢s sugestivo atuendo de los barrios. El square de Port Said, con sus bancos ocupados como siempre por buscavidas, parados y ociosos, sirve de punto de cita a los nigerianos o senegaleses reci¨¦n llegados a la cercana estaci¨®n. La abundancia de pobres, acurrucados o dormidos, es una novedad: la Argelia revolucionaria de los sesenta se enorgullec¨ªa de haber acabado con ellos. Ahora se cuelan entre los veh¨ªculos en los sem¨¢foros y piden dinero a los conductores como en Madrid o Londres. La vasta explanada de la plaza de los M¨¢rtires -enteramente remozada con quioscos y jardines- conserva la animaci¨®n de anta?o. En uno de sus muretes de obra, un viejo barbudo con birrete y camis¨®n blanco hasta media pierna lee tranquilamente Libert¨¦, el diario franc¨®fono m¨¢s radicalmente opuesto a los islamistas.
En autom¨®vil, seguimos por una avenida arbolada que cruza la parte baja de Bab el Ued. El descaecido barrio pied noir cautiva a¨²n al forastero con sus inmuebles de abigarradas persianas de tela, la colada multicolor que seca en los balcones, el bullicio y griter¨ªo de sus mercados. La econom¨ªa sumergida, que suple aqu¨ª las carencias de un circuito oficial en quiebra, muestra la vitalidad y reflejos de defensa de los sectores de la poblaci¨®n preteridos por el Estado. Como verificar¨¦ luego en la Kasba y Belcourt, las tiendas se hallan bien surtidas gracias al trebando, aunque los precios de los art¨ªculos sean prohibitivos para muchos. Las ¨²nicas colas se forman en los puestos de venta de aceite, leche y caf¨¦, muy solicitados durante Ramad¨¢n. La polic¨ªa y los militares se han eclipsado desde la llegada de Liam¨ªn Zerual al poder: durante mis paseos por las zonas calificadas de conflictivas no tropezar¨¦ con ninguna patrulla ni agente annado. ?Hay que ver en ello una manifestaci¨®n de confianza o de repliegue, de fuerza o de debilidad? Sea lo que fuere, su ausencia crea una impresi¨®n de calma chicha, disminuye la tensi¨®n en las calles abarrotadas, marcadas a¨²n por impactos de balas de enfrentamientos recientes o antiguos.
?C¨®mo conciliar la visi¨®n del traj¨ªn y mercadeo de Ramad¨¢n, del aguijador hormigueo humano, con las Im¨¢genes de la insurrecci¨®n de octubre del 88 o las fotograf¨ªas de j¨®venes iracundos enfrentados a las fuerzas del orden en mayo de 1991, obedeciendo a las consignas de sus l¨ªderes religiosos? Despu¨¦s de una asomada a la mezquita inconclusa, con todo el aspecto de un hangar o edificio en obras, en donde sol¨ªa predicar Al¨ª Belhach -el im¨¢n favorito de los chavales callejeros de Bab el Ued-, nos apeamos y continuamos el camino cuesta abajo por la avenida del Coronel Lofti, en pleno coraz¨®n del barrio.
En mi primera salida con el corresponsal argelino de Efe, visito el mausoleo profanado de Sidi Abderrahm¨¢n y, previsor como soy, me procuro una vela agraciada con su baraca, atravieso la Kasba por la calle de Abderrahm¨¢n Arbadyi, alcanzo la vieja sinagoga convertida en mezquita, corto -siguiendo siempre a mi gu¨ªa- por una calleja escalonada hasta la v¨ªa m¨¢s amplia de Arezki Buzrina, redescubro con alegr¨ªa la mezquita beylical de Ketchua, adaptada al culto cat¨®lico por los franceses, que hicieron de ella su catedral, y devuelta a su primitiva condici¨®n de aljama tras la independencia y brusca desaparici¨®n de sus fieles. Su hibridez arquitect¨®nica, reflejo de los bandazos de la historia, incita a una contemplaci¨®n detenida; pero, devolvi¨¦ndome a la crudeza de los tiempos presentes, mi compa?ero me muestra el lugar en donde 48 horas antes cay¨® gravemente herido de un disparo el periodista de la televisi¨®n Has¨¢n Benauda. El circuito de los barrios de Bab el Ued y la Kasba no es precisamente tur¨ªstico: mientras redacto estas l¨ªneas, la radio anuncia el asesinato en las calles del primero de un redactor del diario oficial El Moujahid.
De nuevo, con un tr¨ªo de j¨®venes escritores, acudo a las zonas que recorr¨ªa despreocupadamen
Parabolas y parab¨®licas
te hace veintitantos a?os, alm¨¢ciga ahora de militantes del FIS. La Kasba, conceptuada de "obra maestra de arquitectura y urbanismo" por Le Corbusier, conserva el encanto y fascinaci¨®n de anta?o pese a la carencia de infraestructuras sanitarias adecuadas, edificios al borde de la ruina y hacinamiento asfixiante de la poblaci¨®n. La embriagadora sensaci¨®n de perderse en el d¨¦dalo de callejas de la antigua ciudadela turca, de atalayar la improvisada y genial superposici¨®n de terrazas en las que las mujeres orean la colada e imitar al gent¨ªo que sube y baja por las escaleras abruptas, ser¨¢ el recuerdo m¨¢s bello de mi estancia en Argel. No obstante, pasado el primer deslumbramiento de este conjunto imbricado y prism¨¢tico en cuyos recovecos y laberintos me siento como en las medinas de Fez o de T¨¢nger, los estigmas y s¨ªntomas de la crisis general del pa¨ªs emergen como manchas grasientas en la lumbre del agua. La artesan¨ªa y mayor¨ªa de art¨ªculos de fabricaci¨®n nacional han desaparecido: el p¨²blico se abastece con saldos de la industria europea y prendas de vestir made in Corea, China o Taiw¨¢n. Detritus y basura se acumulan al pie de oquedades tenebrosas y malolientes tubos de desag¨¹e. Los chiquillos juegan en espacios insalubres, huyendo del ahogo de las viviendas y su promiscuidad insoportable. El cuadro no difiere mucho del de los arrabales de otras ciudades ¨¢rabes y no ¨¢rabes, pero aqu¨ª la incuria del Estado y autarqu¨ªa de la poblaci¨®n se conjugan de tal modo que explican el ¨¦xito de los islamistas. Todo se organiza en circuitos aut¨®nomos, a espaldas de los poderes p¨²blicos. Desde el se¨ªsmo de 1989 que agriet¨® y sacudi¨® los cimientos de numerosos edificios de la Kasba, el FIS coordina abiertamente o en secreto la gesti¨®n social del barrio. ?Existe tambi¨¦n, sin que. yo lo advierta, una polic¨ªa paralela para colmar la ausencia aparente de la oficial tras las redadas nocturnas del pasado a?o? Nadie quiere, puede o sabe responder a la pregunta. Como en Kuba o en El Harrach, en donde el busto del emir Abdelkader -s¨ªmbolo de la heroica resistencia argelina a la invasi¨®n colonial francesa- fue arrancado de su peana en medio del parque por los ¨¦mulos de los iconoclastas sin suscitar reacci¨®n alguna de las autoridades del municipio, las iniciativas del poder oculto se multiplican. Las pintadas murales del FIS adornan los ¨¢mbitos populares y suburbios de la capital: ning¨²n edil se toma ya a estas alturas la molestia de borrarlas.?nico consuelo
El programa de los grupos radicales de reislamizar la sociedad ha cosechado con todo un significativo fracaso tocante a las parab¨®licas. Incluso en las ¨¢reas m¨¢s degradadas de la Kasba, abundan los inmuebles que disponen de ellas, bien directamente por cotizaci¨®n entre sus moradores, bien mediante conexiones ingeniosas o chapuceras con la antena m¨¢s pr¨®xima. ?nico elemento de consuelo o distracci¨®n de sus vidas angostas y sin horizontes, los vecinos se atracan de im¨¢genes enga?osas y anestesiantes de la supuesta org¨ªa consumista europea, del Gran Mercado del Mundo con sus productos en serie de sexo y violencia. El caso de la Kasba no es ¨²nico: en Bab el Ued, Belcourt, El Harrach, Salambier, Climat de France (el barrio de viviendas subvencionadas de Ferdinand Poulllon motejado hoy por sus habitantes de Climat de sou(s)ffrance (juego de palabras intraducible: sufrimiento y subFrancia) a causa de su atm¨®sfera opresiva y decrepitud galopante-, el fen¨®meno se repite. Pese a las campa?as del FIS contra la pornograf¨ªa y telebasura de TV-5 y el Canal+ franc¨¦s, las parab¨®licas han brotado con la misma rapidez que las mezquitas. Las expediciones punitivas no surten efecto alguno: acabada la incursi¨®n de los militantes, los vecinos se las arreglan para conectar de nuevo el cable. Las par¨¢bolas no pueden con la plaga de las parab¨®licas. En muchos casos, los j¨®venes que reclaman ardorosamente el advenimiento del Estado isl¨¢mico y estricta aplicaci¨®n de la sharia compensan su impaciencia y frustraci¨®n con el fisgoneo del universo turbador, inalcanzable y odiado de la otra orilla del Mediterr¨¢neo. La neurosis colectiva que afecta a Argelia es producto de un conjunto de contradicciones insolubles: los mismos que expresan sinceramente su aversi¨®n a un Occidente corrompido y agresor aprovechar¨ªan, si lo pudieran, cualquier ocasi¨®n de emigrar a Francia. Su esquizofrenia repite sin saberlo la de los jerarcas y capitostes del FLN que, luego de denunciar virtuosamente en sus discursos la arrogancia y las secuelas bien reales del imperialismo franc¨¦s, part¨ªan los fines de semana a Par¨ªs a patearse los cuartos con sus queridas en hoteles y tiendas de lujo de los Campos El¨ªseos y el Faubourg de Saint Honor¨¦.
?Hay dos Argelias separadas por la barrera ling¨¹¨ªstica, una atrasada, tradicional y arab¨®fona y otra franc¨®fona, abierta y modernista? Este modo de presentar las cosas por algunos "dem¨®cratas" o portavoces del llamado "partido franc¨¦s" las oscurece en lugar de aclararlas. Es cierto que durante la ¨¦poca de Ben Bella y Bumedi¨¢n los arab¨®fonos se sent¨ªan excluidos de la Administraci¨®n y las sociedades estatales en las que los componentes de la mafia pol¨ªtico-financiera amasaban sus inmensas fortunas. El modernismo socializante del FLN despreciaba a los imanes y profesores de lengua ¨¢rabe o los trataba con un paternalismo condescendiente similar al de los colonizadores. El franc¨¦s era -y, aunque en menor grado, lo sigue siendo- el lenguaje del Gobierno, industria y comercio, de las ¨¦lites pol¨ªticas que reg¨ªan y rigen el pa¨ªs. La campa?a de arabizaci¨®n forzada de mediados de los setenta y ¨¦poca de Chadli Benyedid no dio los frutos apetecidos: condujo, al rev¨¦s, a infinidad de malogros escolares, desacredit¨® a la escuela p¨²blica y provoc¨® el ¨¦xodo de los suspendidos en los ex¨¢menes y los semialfabetizados a las medersas y mezquitas. El margen existente entre el dialecto hablado por el pueblo -dejo para otra ocasi¨®n el problema de la lengua e identidad ber¨¦beres- y el ¨¢rabe standard modernizado, divulgado a trav¨¦s de la prensa y televisi¨®n explica en gran parte el fracaso: este lenguaje conformista, fosilizado, neutro e ins¨ªpido empleado en los boletines informativos hablados o escritos repetido d¨ªa a d¨ªa hasta la saciedad provoca el rechazo del auditorio y cansancio de los lectores, hartos de estereotipos y frases hechas que poco tienen que ver con la lengua materna en la que se expresan. A consecuencia de la arabizaci¨®n arbitraria y mal aplicada, el n¨²mero de bachilleres capaces de dominar de modo correcto el franc¨¦s o el ¨¢rabe se redujo dr¨¢sticamente: el nivel de educaci¨®n baj¨® y los modestos avances del ¨²ltimo no compensaron el retroceso general del primero. Los franc¨®fonos acusaban de incompetencia a los imanes y profesores importados del Oriente Pr¨®ximo y aprovecharon la liberaci¨®n pol¨ªtica consecutiva a octubre de 1988 para desquitarse. Puesto en pie de igualdad con el ¨¢rabe en la prueba de la verdad del mercado, el franc¨¦s, seg¨²n Tahar Djaout, sali¨® victorioso: la tirada de sus diarios triplicaba la de los publicados en el idioma nacional. En realidad su triunfo era ef¨ªmero y se reduc¨ªa a un sector muy concreto: el de los grupos sociales beneficiados por casi tres d¨¦cadas de partido ¨²nico y las minor¨ªas pol¨ªticas e intelectuales laicas partidarias, como Ferhat Ab¨¢s cuarenta a?os antes, del pluripartidismo y la democracia. El empe?o de un escritor de genio como Kateb Yacine de promover la lengua materna a fin de dar rienda suelta, mediante espect¨¢culos teatrales en dialectal, a las vivencias cotidianas del pueblo y los sentimientos ordinariamente proscritos por la langue de bois al uso, abri¨® el camino a las obras sat¨ªricas de Slim¨¢n Benaisa y a la feliz adaptaci¨®n de la oralidad de la halca del reci¨¦n asesinado director oran¨¦s Abdelkader Alicha. Pero la potenciaci¨®n del darixa o ¨¢rabe com¨²n a millones de argelinos no ber¨¦beres choca a la vez, no obstante sus posibilidades enriquecedoras, con el elitismo de los franc¨®fonos y la voluntad normalizadora de los islamistas.
La opini¨®n de algunos de mis interlocutores arab¨®fonos sobre la situaci¨®n actual y su evoluci¨®n probable diverge de la que suele escucharse en Francia en boca de los novelistas y autores blanco de los ataques del FIS. Aunque todos condenan los atentados e intimidaci¨®n de los que son v¨ªctimas sus colegas, piensan, como me confi¨® uno de ellos, que aqu¨¦llos se limitan a "explicar en franc¨¦s a los franceses lo que es Argelia". Sus preocupaciones, me hab¨ªa dicho en Par¨ªs un simpatizante del FIS, son ajenas a las de la mayor¨ªa de sus paisanos: "El se¨ªsmo que nos sacude les ha hecho sentirse de golpe extra?os en su propia casa y este descubrimiento, junto al miedo, les impulsa al exilio". "?No ocurri¨® lo mismo en Rusia en 1919, en Alemania en l933?". "Argelia no es Rusia ni Alemania. Aqu¨ª seguimos luchando contra las secuelas del colonialismo". "Los m¨¦todos terroristas y pr¨¢cticas retr¨®gradas ?forman parte de esta lucha?". Mi interlocutor no quiere comprometerse y prefiere insistir, como justificante, en las condiciones de vida del pueblo argelino y la agresi¨®n cultural sufrida por sus paisanos. En una sola cosa estamos de acuerdo: la muerte violenta de chico sin trabajo de Bab el Ued y Belcourt no es menos horrenda e inadmisible que la de un escritor.
Af¨¢n de limpieza
Cuando leo en un folleto clandestino que "los miembros del hizb farans¨ª (partido franc¨¦s) deben seguir el ejemplo de los pieds noirs y embarcarse para su verdadera patria", este af¨¢n de limpieza me trae a las mientes el de otros periodos desdichados de la historia de Espa?a. ?No es Argelia, como casi todos los pa¨ªses del Mediterr¨¢neo, el resultado de un mestizaje y fecunda compenetraci¨®n de culturas? Entre una concepci¨®n reductiva, homogeneizadora, condenada al mon¨®logo y otra receptiva, plural, abierta al di¨¢logo tanto la experiencia espa?ola como la ¨¢rabe muestran que el triunfo de la primera significa la desertizaci¨®n cultural y el reinado est¨¦ril del dogmatismo. "Hay que integrar en nuestra historia, con sus m¨²ltiples contradicciones, los ciento treinta a?os de presencia francesa", escribe el historiador Mohamed Harbi. "Querer restaurar el antiguo orden de las cosas en su pureza original es un mito".
Quienes conocemos la verdad de la limpieza ¨¦tnica en Bosnia y el siniestro papel desempe?ado por los mit¨®logos y purificadores serbios en la destrucci¨®n de su acervo cultural y sustrato hist¨®rico no podemos sino aprobar sus palabras. Argelia no es una entidad uniforme: ha sido siempre rica y abigarrada y ser¨¢ la patria de todos sus hijos o se perder¨¢ entre jefes de taifa y una interminable guerra civil.
El pr¨®ximo domingo, d¨ªa 3 de abril, se publicar¨¢ el s¨¦ptimo y ¨²ltimo cap¨ªtulo de Argelia, en el vendaval.
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