La herencia de la 'marcha verde'
Marruecos s¨®lo acepta un refer¨¦ndum que confirme la anexi¨®n del s¨¢hara occidental, lo que constituye, seg¨²n el autor, el principal obst¨¢culo para avanzar hacia una paz justa
El Consejo de Seguridad de la ONU se dispone a abordar, bajo la presidencia francesa, la situaci¨®n actual y las perspectivas del proceso de paz en el S¨¢hara occidental. El momento es crucial e incluso cr¨ªtico y, por ello, propicio para plasmar sobre el papel algunas reflexiones acerca del tema que, no cabe duda, interesa a las opiniones p¨²blicas espa?ola e internacional.A mediados de octubre de 1975 se hab¨ªan dado pasos sustanciales hacia una descolonizaci¨®n pac¨ªfica del S¨¢hara occidental sobre la base del dictamen del Tribunal Internacional de Justicia y del informe de la comisi¨®n visitadora de la ONU. El refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n ser¨ªa una operaci¨®n relativamente f¨¢cil, siempre y cuando, a juicio de la comisi¨®n, "las partes se abstuvieran de llevar a cabo iniciativas dirigidas a modificar el statu quo del territorio".
Vaticinio o certeza. El 16 de octubre el Gobierno marroqu¨ª lanza la operaci¨®n de invasi¨®n conocida como marcha verde. Dos d¨ªas despu¨¦s, el embajador espa?ol ante la ONU pide una reuni¨®n de urgencia del Consejo de Seguridad "para que adopte las decisiones del caso y se disuada al Gobierno marroqu¨ª de llevar a cabo la invasi¨®n anunciada, que adem¨¢s de comprometer la paz y la seguridad internacionales desconoce el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminaci¨®n e independencia y es contraria a los prop¨®sitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas".
El resto de la historia es conocido. El Consejo de Seguridad "deplora vivamente la ejecuci¨®n de la marcha verde" en su resoluci¨®n 380 (1975), pero no logra detenerla. Espa?a abandona el territorio despu¨¦s de transferir unilateralmente la administraci¨®n del S¨¢hara occidental a los Gobiernos marroqu¨ª y mauritano, los cuales organizan el reparto oficial del territorio a principios de marzo de 1976.
Nadie podr¨ªa decir que la descolonizaci¨®n tuvo lugar. Para las Naciones Unidas est¨¢ pendiente todav¨ªa. Se puede decir, en t¨¦rminos cualitativos, que la misma marcha verde, cuya ejecuci¨®n fue deplorada por el Consejo de Seguridad, es la que, transformada ya en ocupaci¨®n de hecho, permanece a¨²n en el S¨¢hara.
Un pueblo, el saharaui, se vio as¨ª obligado a proseguir su lucha por la autodeterminaci¨®n e independencia. La guerra se adue?¨® del territorio, con todo su cortejo de sufrimiento, p¨¦rdidas humanas y materiales y el aumento de la tensi¨®n e inestabilidad geopol¨ªtica en la regi¨®n. Rabat quiso, ciertamente, que fuera una guerra de independencia olvidada o secreta, al margen de las c¨¢maras de los grandes medios de comunicaci¨®n. Sin embargo, m¨¢s de 180.000 soldados marroqu¨ªes, con un coste de guerra superior al 48% del presupuesto del Estado y un muro defensivo tan sofisticado como costoso, revelan que el esfuerzo b¨¦lico ha sido considerable y dif¨ªcilmente ocultable.
A mediados de los a?os ochenta, tanto Marruecos como el Frente Polisario ten¨ªan suficientes datos y elementos de juicio como para saber que una soluci¨®n puramente militar al conflicto no era posible.
Esta convicci¨®n, m¨¢s la oportunidad ofrecida por el momento internacional de fines de la d¨¦cada pasada, permitieron la apertura de una etapa diplom¨¢tica para que las dos partes se embarcaran con la ONU-OUA en la b¨²squeda de una v¨ªa de soluci¨®n pol¨ªtica.
El momento culminante lo constituy¨® el plan de paz aceptado por las dos partes y aprobado por el Consejo de Seguridad en junio de 1990. Dicho plan ten¨ªa como objetivo la organizaci¨®n de un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n para que el pueblo saharaui eligiera libremente entre la independencia o la integraci¨®n a la potencia ocupante del territorio.
Las condiciones de este plan fueron previamente discutidas por la ONU con Marruecos, el cual exigi¨® que sus tropas, administraci¨®n, colonos y fuerzas policiales permanecieran en el territorio durante el refer¨¦ndum. Estos factores constituyen una seria amenaza a la libertad y seguridad de los votantes. No eran las condiciones ideales para un refer¨¦ndum "sin coacci¨®n militar o administrativa" en el sentido estipulado por las resoluciones de la ONU. El Frente Polisario, al consentir en ello, hizo una gran concesi¨®n para facilitar la tarea a la ONU y tambi¨¦n al Gobierno marroqu¨ª.
En cuanto a la cl¨¢usula que defin¨ªa el cuerpo electoral (censo espa?ol de 1974), ¨¦sta estaba redactada de manera inequ¨ªvoca en el plan de paz. Todo estaba listo, pues para que a principios de 1992 conflicto del S¨¢hara Occidental hubiera sido resuelto de manera justa y definitiva, tanto para las dos partes como para la comunidad internacional.
Cuando se inicia la ejecuci¨®n del plan, Marruecos a marcha atr¨¢s y solicita de P¨¦rez de Cu¨¦llar un espacio para dar entrada en la lista de votantes a un contingente inicial de 120.000 ciudadanos marroqu¨ªes que, posteriormente, se eleva a 170.000. Seg¨²n las declaraciones recientes del ministro del Interior marroqu¨ª, la cifra final se eleva a un mill¨®n y medio. Tales contingentes son, seg¨²n Rabat, de origen saharaui, cuyos antepasados habr¨ªan emigrado a Marruecos o habr¨ªan sido expulsados hacia all¨ª por el colonialismo espa?ol. Como ¨¦stos no figuran evidentemente en el censo de 1974, deben confeccion¨¢rseles unos "criterios de identificaci¨®n" que les permitan alegar en su d¨ªa, ante la Comisi¨®n de Identificaci¨®n de la ONU, que pertenecen a una tribu del S¨¢hara occidental, y que sus padres nacieron o residieron en el desierto del S¨¢hara entre 1884 y 1974. Adem¨¢s, se les permitir¨ªa la proeza de demostrar tales criterios mediante el testimonio oral de ancianos jefes de tribu. Y esto es sencillamente absurdo y poco serio.
La petici¨®n marroqu¨ª significaba la destrucci¨®n del plan de paz original y su reemplazo por otro a la medida de un refer¨¦ndum confirmativo de la marroquinidad del S¨¢hara occidental, marroquinidad que en su d¨ªa fue negada por el Tribunal de La Haya. P¨¦rez de Cu¨¦llar era consciente de la gravedad de la demanda marroqu¨ª. Esper¨® hasta los ¨²ltimos d¨ªas de su mandato. El 20 de diciembre de 1991 present¨® un informe al Consejo de Seguridad en el que recog¨ªa en toda su extensi¨®n la solicitud de Rabat.
Yo no s¨¦ si la relaci¨®n de causa a efecto es verificable, pero las agencias internacionales se hicieron eco, a principios de 1993, de la designaci¨®n de P¨¦rez de Cu¨¦llar como alto directivo de un holding marroqu¨ª, lo que da lugar a la sospecha, y a lo que los juristas llaman duda razonable, sobre la rectitud de una conducta que supuso una modificaci¨®n unilateral y grave del plan de paz original, entendido como el ¨²nico compromiso pol¨ªtico firmado por las dos partes en el conflicto.
La crisis se produjo a partir de ese momento. Y a pesar de los esfuerzos de imaginaci¨®n desplegados por el Frente Polisario no se ha encontrado, hasta ahora, una soluci¨®n aceptable para las dos partes. La llamada propuesta de compromiso elaborada por el representante especial del secretario general, el paquistan¨ª Yaqub-Khan, recoge exclusivamente el punto de vista marroqu¨ª sobre la pol¨¦mica de los criterios de identificaci¨®n, as¨ª como la manera en que deben ser entendidos y aplicados.
No creo que la comunidad internacional quiera legitimar un refer¨¦ndum cuyas condiciones, particularmente las que definen la formaci¨®n del cuerpo electoral, son establecidas por el Gobierno de la potencia ocupante del territorio. La opci¨®n del refer¨¦ndum justo y cre¨ªble fue bloqueada por Marruecos cuando rompi¨® con el plaz de paz original, y no acepta m¨¢s opciones que el refer¨¦ndum confirmativo o la retirada de las Naciones Unidas del territorio. Dichas opciones significar¨ªan el fracaso del esfuerzo emprendido por Naciones Unidas y, de manera particular, por el Consejo de Seguridad. La diplomacia marroqu¨ª, ante este panorama, se esfuerza por que el Consejo se incline por estas v¨ªas e impute la responsabilidad del fracaso al Frente Polisario, que, por iron¨ªas de la historia, ha sido la parte que m¨¢s concesiones hizo y mayor flexibilidad despleg¨® para que el proceso de paz pudiera culminar con ¨¦xito.
Los dirigentes marroqu¨ªes no dejan lugar a dudas sobre sus intenciones y sobre la manera con que perciben el refer¨¦ndum y sus resultados. As¨ª, el propio rey Hassan II fue elocuente en su reciente discurso del 3 de marzo cuando, seg¨²n la agencia de noticias MAP, "reafirm¨® el compromiso de Marruecos de hacer organizar un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n confirmativo bajo el control de la ONU para arreglar de manera definitiva la incorporaci¨®n de nuestras provincias del sur al resto de la madre patria". Por su parte, Mohamed Buceta, l¨ªder del partido Istiqlal, declaraba recientemente a una revista francesa que "los marroqu¨ªes no saldremos del S¨¢hara occidental, sea cual sea el resultado del refer¨¦ndum". ?Para qu¨¦ sirve entonces un refer¨¦ndum?
La rigidez de la posici¨®n marroqu¨ª, opuesta a un verdadero di¨¢logo directo con el Polisario y a todo refer¨¦ndum que no confirme la anexi¨®n de hecho, constituye el principal obst¨¢culo para avanzar hacia una paz justa y aceptable para la comunidad internacional.
Esta rigidez se debe, tal vez, a la presunci¨®n marroqu¨ª sobre la actitud del Consejo de Seguridad, donde Rabat cree tener amigos ¨ªntimos e influyentes, dispuestos a cerrar los ojos, as¨ª como al an¨¢lisis que hace sobre la situaci¨®n actual y futura de la regi¨®n, y a la supuesta debilidad de la resistencia saharaui. Cada uno puede hacer, ciertamente, el an¨¢lisis que le convenga. Los saharauis tambi¨¦n tienen su propio an¨¢lisis.
No obstante, una cosa es cierta, inter omnes, erga omnes, la cuesti¨®n del S¨¢hara occidental, en tanto que conflicto de descolonizaci¨®n, no podr¨¢ ser resuelta de manera justa y definitiva al margen de los principios contenidos en la carta de la ONU y sin el acuerdo y aceptaci¨®n de las dos partes implicadas. Son puntos de partida y de llegada b¨¢sicos e ineludibles. Olvidarlos o ignorarlos conducir¨ªa s¨®lo a una unilateralizaci¨®n del proceso y, por consiguiente, de los resultados. Es decir, a la exclusi¨®n de una parte, como en 1975. Esto significar¨ªa volver a comenzar de nuevo, con la diferencia de que esta vez hubo un proceso de paz y la implicaci¨®n directa del m¨¢s alto ¨®rgano de las Naciones Unidas.
Proyectado a largo alcance, comenzar de nuevo llegar¨ªa a emplazar el conflicto en una perspectiva b¨¢sicamente militar, que no tiene tampoco salida, ya que, si una parte tiene limitaciones sobre el terreno, la otra las tiene de orden estrat¨¦gico interno y externo. Eso significar¨ªa volver, tarde o temprano, a la ecuaci¨®n diplom¨¢tica.
Siendo ¨¦ste el probable curso de los acontecimientos que se derivar¨ªa de un fracaso del actual proceso de paz, ?no ser¨ªa mucho m¨¢s realista y l¨²cido sentarnos a negociar, de manera seria y responsable, en presencia de la ONU, para resolver los obst¨¢culos actuales y futuros que impiden la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum justo y cre¨ªble? Podr¨ªamos evitar as¨ª las dos partes el derroche de medios, el sufrimiento de nuestros pueblos y mayores riesgos de desestabilizaci¨®n en una regi¨®n donde todos los pron¨®sticos son posibles.
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