Y usted, ?de qu¨¦ se queja
El departamento del Defensor del Lector de EL PA?S (antes denominado Ombudsman) funciona desde finales de 1985. Llevamos casi ocho a?os atendiendo sus quejas, rectificando errores y tratando de explicarles c¨®mo funcionamos, con un resultado, a mi juicio, m¨¢s bien ambiguo. En algunos aspectos hemos logrado algunas mejoras, pero en otros tenemos que admitir que estamos como est¨¢bamos. O al menos as¨ª lo parece: sus quejas son exactamente las mismas que en 1985.?De qu¨¦ se quejan ustedes? Mercedes Jim¨¦nez, que lleva cuatro a?os en este departamento, ha elaborado un exhaustivo ¨ªndice de todas las columnas publicadas desde su creaci¨®n. Por secciones, la de Nacional es la que m¨¢s art¨ªculos ha provocado (83), seguida de cerca (80) por la edici¨®n dominical (que incluye varios suplementos). A cierta distancia se encuentran Internacional (54), Econom¨ªa y Trabajo (41), Opini¨®n (39) y Local (37). Cultura y Sociedad siguen detr¨¢s, con 34 y 33 art¨ªculos, respectivamente.
Por temas, las erratas, faltas de ortograf¨ªa, inexacta conversi¨®n de divisas, errores y mapas equivocados se llevan la palma. Mucho me temo que la inadecuada utilizaci¨®n del lenguaje era en 1985 y es hoy, en 1994, lo que m¨¢s les exaspera.El segundo gran apartado de protestas lo plantean protagonistas de informaciones que se, quejan de no haber sido contactados, como fuentes, por los redactores de las noticias. Son los que en este departamento llamamos "afectados directos", y en un 90% de los casos tienen raz¨®n: el Libro de Estilo de EL PA?S obliga a hablar, siempre que sea posible, con todas las partes en conflicto. Debo decir, sin embargo, que cada vez son menos las ocasiones en las que este principio b¨¢sico se vulnera.
Titulares que no se corresponden exactamente con el contenido de la informaci¨®n, utilizaci¨®n de fotos de archivo o con pies equivocados para ilustrar reportajes o noticias de actualidad y mala transcripci¨®n o traducci¨®n de declaraciones constituyen el tercer gran apartado de quejas.
El cuarto cap¨ªtulo se debe a ? un defecto de organizaci¨®n que sufre este peri¨®dico desde hace a?os: la mala recuperaci¨®n de noticias de las distintas ediciones.
Una informaci¨®n -una cr¨®nica deportiva, por ejemplo que se publique, por motivos de horario, en la ¨²ltima edici¨®n de Madrid (cerrada a las dos de la madrugada) puede desaparecer completamente o publicarse muy mutilada en las ediciones regionales del d¨ªa siguiente.
?ltimamente, algunos lectores, y sobre todo lectoras, han abierto una nueva carpeta de quejas: quieren que EL PA?S ponga m¨¢s cuidado en el tratamiento de la imagen de la mujer y que sea especialmente sensible con las informaciones que puedan perpetuar estereotipos raciales. En este sentido, la publicidad tambi¨¦n les inquieta a ustedes cada d¨ªa m¨¢s.
Muy pocos lectores se han quejado de falta de objetividad o desequilibrio en la cobertura de informaciones de ¨ªndole pol¨ªtica nacional.
Como Defensora del Lector me siento satisfecha, aunque no les niego que me asaltan dudas: ?ustedes no protestan porque est¨¢n seguros de que el peri¨®dico es riguroso, o porque creen que no servir¨ªa de nada protestar? Si existe esta ¨²ltima posibilidad, les animo desde aqu¨ª, confiadamente, a que pongan a prueba la credibilidad de su peri¨®dico.
Algunos de ustedes me han preguntado si una persona que est¨¢. en la n¨®mina de un peri¨®dico puede ser un cr¨ªtico independiente del mismo o si la Defensora del Lector es simplemente una figura que act¨²a como intermediaria entre la direcci¨®n y los lectores, precisamente para "quitar la espoleta" a las cr¨ªticas exteriores.
Me resulta muy dif¨ªcil contestarles: mi experiencia personal me dice que, al menos hasta ahora, no ha llegado a mi mesa ninguna queja que no haya podido ser tratada p¨²blicamente en esta columna.
La experiencia acumulada por muchos otros ombudsman que existen en la prensa internacional (el primero fue John Herchenroeder, un redactor de informaci¨®n local que fue nombrado, en 1967, Defensor del Lector del Courier-Journal de Louisville, EE UU) es contradictoria.
El tercer ombudsman que tuvo The Washington Post, Robert Maynard, dijo algo que yo, salvada las distancias, hago m¨ªo: el Defensor del Lector no debe s¨®lo corregir errores y ayudar as¨ª a aumentar el rigor profesional de la redacci¨®n. Debe tambi¨¦n procurar aumentar la conciencia de sus lectores: estimular sus exigencias para conseguir un producto de mayor calidad.
Cuanto m¨¢s conozcan ustedes sobre el funcionamiento de un peri¨®dico, m¨¢s posibilidades tendr¨¢n de saber si ese diario respeta el compromiso que adquiri¨® su primer d¨ªa de publicaci¨®n.
Evitar el riesgo de que un ombudsman se convierta en un disco rayado -como algunos de ustedes me han reprochado- est¨¢, como casi todo en un peri¨®dico, en sus propias manos. Si ustedes insisten, el Defensor del Lector insistir¨¢.
Y aunque los resultados sean escasos, valdr¨¢n la pena. Por lo menos as¨ª lo piensa uno de los ombudsman m¨¢s conocidos de EE UU, Pat O. Riley, del Santa Ana Register: "Gracias a este departamento se han conseguido tres cosas: ha disminuido el uso de fuentes no identificadas, ha aumentado el tama?o de la letra de los crucigramas y se da mejor informaci¨®n televisiva". "Muchos cambios no han sido significativos", a?ade, "pero pienso que han valido la pena. Aunque quiz¨¢s s¨®lo se deba a que necesito un puesto de trabajo".
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