EE UU busca su papel en el mundo
La confusa pol¨ªtica exterior de Clinton reactiva el debate entre idealismo y pragmatismo en la diplomacia estadounidense
La pol¨ªtica exterior norteamericana es el resultado de la tensi¨®n permanente entre el pragmatismo que propicia la defensa de los intereses Inmediatos y exclusivos de Estados Unidos y el idealismo que busca la promoci¨®n de los valores de esta sociedad m¨¢s all¨¢ de sus propias fronteras. Ese debate, con ventaja de uno u otro lado en funci¨®n del ocupante de la Casa Blanca, vuelve a surgir cuando se trata de analizar la confusa pol¨ªtica exterior del presidente Bill Clinton, que nunca acaba de resolver la duda hamletiana entre su deber hist¨®rico como l¨ªder de la mayor democracia del mundo y sus necesidades como dirigente de una potencia con intereses, militares, pol¨ªticos y econ¨®micos de corto plazo. A ese debate ha hecho ahora una aportaci¨®n fundamental el ex secretario de Estado Henry Kissinger con su libro Diplomacy, en el que analiza las relaciones exteriores de Occidente desde Richelieu hasta George Bush y en el que expone la oscilante trayectoria seguida por EE UU entre el pragmatismo y el idealismo.
Henry Kissinger sostiene que el ingrediente de idealismo, de la inocencia en grado extremo, si se quiere, es un elemento fundamental sin el que no se puede entender la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos. En un reciente art¨ªculo publicado por el propio Kissinger, el viejo artista de la diplomacia' afirma lo siguiente: "La motivaci¨®n fundamental por los derechos humanos se mantiene profundamente arraigada en las tradiciones norteamericanas. Ninguna otra naci¨®n ha sido tan expl¨ªcitamente fundada para reivindicar la libertad o para ser poblada tan extensamente por refugiados. Las dem¨¢s naciones deben tener seriamente en cuenta que para la mayor¨ªa de los norteamericanos los intereses nacionales no pueden ser separados de la preocupaci¨®n por los derechos humanos".
Seg¨²n Kissinger, esa tradici¨®n ha hecho aparecer muchas veces a los dirigentes norteamericanos como incapaces de entender la letra peque?a de las relaciones exteriores, y su pol¨ªtica, excesivamente suave para el gusto europeo. Al mismo tiempo, en Estados Unidos se tiende a entender la pol¨ªtica europea como un ejercicio de sangre fr¨ªa, refinamiento y cinismo.
De acuerdo con esta teor¨ªa, que supera ampliamente la barrera de las diferencias ideol¨®gicas, las pol¨ªticas de Woodroow Wilson, John Kennedy o Ronald Reagan estuvieron movidas por un idealismo rayano en el voluntarismo, mientras que las administraciones de Theodore Roosevelt, Richard Nixon o Bill Clinton incorporaron orientaciones de mayor racionalismo y fueron m¨¢s sensibles a los intereses particulares.
Estas diferencias no siempre se han traducido en mayor o menor presencia internacional de EE UU. Tanto Roosevelt como Wilson propiciaron la intervenci¨®n norteamericana en los asuntos internacionales, aunque mientras el primero lo hac¨ªa en pro de un balance de poder que beneficiara a los estadounidenses, Wilson justific¨® la actuaci¨®n exterior de su Gobierno por intereses casi exclusivamente altruistas. Nixon, un pragm¨¢tico de perfil europeo, profundiz¨® la. guerra de Vietnam por puras necesidades t¨¢cticas, y Reagan, un visionario del conservadurismo, desarroll¨® una gran actividad diplom¨¢tica y militar en defensa de su particular concepci¨®n de la libertad. La gesti¨®n de George Bush, por su parte, es una mezcla del idealista que concibi¨® el nuevo orden internacional y el pragm¨¢tico que combati¨® en la guerra del Golfo por entender que la desestabilizaci¨®n de la principal regi¨®n petrolera del mundo afectaba gravemente a los intereses norteamericanos.
Una vez establecido el principio de que el idealismo es un ingrediente decisivo en la pol¨ªtica estadounidense, Henry Kissinger considera que los gobernantes de este pa¨ªs se enfrentan a diario con un dilema entre dos caminos diferentes para defender ese principio: "El primero es que Estados Unidos sirve mejor sus valores perfeccionando su propia democracia, actuando como un faro para el resto de la humanidad; el segundo es que los valores norteamericanos imponen la obligaci¨®n de hacer cruzada por ellos en todo el mundo".
Cada Administraci¨®n norteamericana ha tenido problemas para escoger entre esos dos caminos, y muchas veces los han combinado. El presidente Bush, por ejemplo, extendi¨® su cruzada a Panam¨¢, pero la detuvo en Nicaragua y en El Salvador. El presidente Clinton. tampoco ha resuelto del todo esa disyuntiva, pues mientras su coraz¨®n liberal le lleva al idealismo, su instinto pol¨ªtico le recomienda el aislacionismo. Por el momento, su comportamiento en las principales crisis que ha tenido que atender se ha inclinado hacia esta ¨²ltima corriente. Tanto en Hait¨ª como en Somalia o en Bosnia, despu¨¦s de fallidos intentos intervencionistas, Clinton redujo el papel de Estados Unidos al de, como m¨¢ximo, uno m¨¢s de los pa¨ªses implicados en esos conflictos. Clinton se ha mostrado hasta ahora como un promotor de las organizaciones internacionales, de las soluciones multilaterales. Habla como un convencido de que lo mejor que Estados Unidos puede hacer por el mundo en estos momentos es robustecerse internamente para desarrollar su papel internacional en mejores condiciones.
Pero todo ello no convierte autom¨¢ticamente a esta Administraci¨®n en un Gobierno aislacionista. Las tensiones tradicionales de la pol¨ªtica exterior norteamericana subsisten, como se ha demostrado en la larga pol¨¦mica establecida en este pa¨ªs, Incluso dentro de la propia Administraci¨®n, entre quienes pretenden actuar en Bosnia ¨²nicamente en funci¨®n de lo que EE UU se juega all¨ª ahora y los que creen que es urgente intervenir -con los riesgos que sea necesario, como dec¨ªa Kennedy- para defender su concepci¨®n de la libertad y de los derechos humanos.
Ese conflicto se reproduce ahora mismo en las relaciones con China, tal vez las de mayor importancia estrat¨¦gica para Estados Unidos en la actualidad. Nuevamente, dos polos opuestos del pensamiento norteamericano abogan, respectivamente, por la defensa a ultranza de los derechos humanos en China o por renunciar a ese principio a cambio de la penetraci¨®n en ese sugestivo mercado de m¨¢s de 1.000 millones de personas.
La salida en el caso chino, como el propio Kissinger sugiere, puede ser un camino intermedio entre la presi¨®n econ¨®mica total y la renuncia total a obtener mejoras en la pol¨ªtica de derechos humanos. En la soluci¨®n que se encuentre se tendr¨¢n en cuenta, sin duda, los intereses de los exportadores norteamericanos ansiosos de mercados, pero, probablemente, ser¨ªa un error de los chinos y de todos los que se vean en una posici¨®n similar en el futuro dar por descontado que el idealismo de la pol¨ªtica exterior de EE UU es concepto reservado para los grandes discursos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.