Operaci¨®n Ojos Cerrados en El Salvador
Washington ignor¨® las pistas que implicaban al jefe del Ej¨¦rcito en el asesinato de seis jesuitas espa?oles
Nuevas pruebas aparecidas en Washington demuestran que EE UU sab¨ªa m¨¢s de lo que dijo sobre el asesinato de cinco jesuitas espa?oles, un salvadore?o y sus dos empleadas en El Salvador en 1989. El Gobierno norteamericano renunci¨® voluntariamente a pistas que hubieran acelerado la investigaci¨®n del crimen y que podr¨ªan haber obligado a tomar medidas contra los m¨¢s altos responsables del Ej¨¦rcito salvadore?o, y hasta posiblemente contra el mismo presidente, Alfredo Cristiani. Washington mantuvo p¨²blicamente una fuerte presi¨®n para el esclarecimiento de ese suceso, pero funcionarios estadounidenses prescindieron conscientemente de informaci¨®n que podr¨ªa haber servido para condenar al general Ren¨¦ Emilio Ponce Gefe del Alto Estado Mayor de las Fuerzas Armadas salvadore?as en el momento de los hechos) por su responsabilidad en la decisi¨®n de asesinar a los sacerdotes -o, al menos, por ocultar los nombres de los asesinos- y al presidente Cristiani por no haber facilitado al juez todos los datos que ten¨ªa en su poder. Ponce fue nombrado ministro de Defensa en 1990, y se mantuvo en el cargo hasta marzo de 1993. Documentos del Departamento de Estado a los que recientemente se levant¨® su condici¨®n de secreto revelan que la Embajada de Estados Unidos en El Salvador mantuvo contactos al menos con dos fuentes que hubieran implicado a Ponce y a otros altos oficiales del Ej¨¦rcito en la conspiraci¨®n contra los jesuitas. Seg¨²n muestran los documentos, el Gobierno norteamericano renunci¨® a ambas fuentes, tanto para no perjudicar su estrategia pol¨ªtica en El Salvador como por amena zas expl¨ªcitas recibidas de los mi litares salvadore?os. En ambos casos, para seguir adelante con sus pesquisas, EE UU tendr¨ªa que haber roto por completo con el r¨¦gimen de ese pa¨ªs y tendr¨ªa que haber desautorizado la investigaci¨®n oficial que estaba en marcha en El Salvador en relaci¨®n con el asesinato de los jesuitas. El Gobierno norteamericano no lo quiso hacer porque en ese momemento, entre agosto y no viembre de 1990, el pa¨ªs centro americano estaba en tr¨¢nsito ha cia la democracia y la paz, y prefiri¨® mantener ese proceso, aun a costa de imponer justicia en la muerte de Ignacio Ellacur¨ªa y el resto de sus compa?eros de la Universidad Centroamericana (UCA).
Los documentos desclasificados por el Departamento de Estado en noviembre de 1993 son m¨¢s de 50.000 folios archivados sin orden cronol¨®gico que recogen el cruce de comunicaciones entre la Embajada norteamericana en San Salvador y el Departamento de Estado. M¨¢s de 5.000 de esas p¨¢ginas est¨¢n dedicadas al asesinato de los jesuitas, Del an¨¢lisis hecho por EL PA?S de esos papeles, as¨ª como de las conversaciones sostenidas con Hugh Byrne, un investigador independiente que consult¨® esos documentos para The Washington Post, as¨ª como un funcionario del Departamento de Estado que trabaj¨® en la desclasificaci¨®n de los mismos, se deduce lo siguiente:
- EE UU interven¨ªa hasta en los m¨¢s m¨ªnimos detalles de la pol¨ªtica interior salvadore?a.
- EE UU sab¨ªa desde finales de los a?os setenta que los militares a los que estaba aliado en El Salvador estaban implicados en las matanzas de los escuadrones de la muerte.
- EE UU se marc¨® como objetivo principal derrotar a la guerrillla, y sacrific¨® a ello todos sus dem¨¢s intereses y principios.
- El embajador norteamericano en El Salvador en el momento del asesinato de los jesuitas, William Walker, sostuvo inicialmente que la matanza hab¨ªa sido perpetrada de forma aislada por ¨®rdenes de Guillermo Benavides -el m¨¢s alto oficial acusado oficialmente- y con intenci¨®n de combatir un foco guerrillero.
- Walker desautoriz¨® todos los rumores que se?alaban a Ponce como responsable, y centr¨® toda su estrategia en buscar la colaboraci¨®n del propio Ponce en el esclarecimiento del caso.
- S¨®lo en el a?o 1991, meses antes de la firma del acuerdo de paz con la guerrilla, Walker entendi¨® que la figura de Ponce estaba demasiado da?ada y ya no era ¨²til para los intereses norteamericanos.
- Aunque EE UU no lleg¨® a confirmar que Ponce dio la orden de matar a los jesuitas, tampoco hizo el menor esfuerzo por alcanzar esa conclusi¨®n.
Entre los documentos citados se encuentra un mensaje (ahora reproducido) de Walker al entonces secretario de Estado adjunto, Lawrence Eagleburger, en el que le anuncia que una comisi¨®n del Congreso hab¨ªa encontrado una fuente -un alto oficial del Ej¨¦rcito, Carlos Rivas que estaba dispuesta a se?alar a Ponce como el principal culpable de la matanza. Dos miembros de esa comisi¨®n se hab¨ªan entrevistado en junio de 1990 con Rivas en San Salvador, pero antes de transmitir su informaci¨®n al presidente de la comisi¨®n parlamentaria, Joe Moakley, se la comunicaron al embajador.
En un cable enviado a Washington en junio de 1990, Walker afirma que la informaci¨®n de esa fuente podr¨ªa establecer que:
"1. La decisi¨®n de matar a los jesuitas fue una decisi¨®n deliberada tomada a los m¨¢s altos niveles del Ej¨¦rcito de El Salvador.
2. Ponce sugiri¨® despu¨¦s que ¨¦l tomaba la responsabilidad por esa decisi¨®n.
3. Posiblemente cientos de oficiales m¨¢s conoc¨ªan la verdad en el momento de los asesinatos y han mantenido silencio.
4. El presidente Cristiani fue informado de esas acusaciones por fuentes militares, pero no pareci¨® tomar ninguna acci¨®n para verificar y/ o actuar sobre la informaci¨®n".
En ese mismo cable, Walker a?ade que ¨¦l no est¨¢ seguro de que la informaci¨®n que facilita la fuente sea cierta, y advierte que ¨¦sta "pone en peligro" la pol¨ªtica de Estados Unidos en El Salvador. Walker recomienda claramente prescindir de esa fuente. El informe final de la comisi¨®n Mockley fue adelante con a versi¨®n de la fuente, pero el Gobierno de Estados Unidos nunca se interes¨® en una informaci¨®n a la que hab¨ªa tenido acceso antes incluso que el propio Mockley.
Entre agosto y noviembre de 1990, la Embajada norteamericana estuvo en contacto con otra fuente del interior de las Fuerzas Armadas salvadore?as que tambi¨¦n implicaba a Ponce, aunque s¨®lo como encubridor de los asesinos. Los expertos que han estudiado los documentos no tienen claro si esa fuente podr¨ªa incluso ser el propio Rivas, aunque no lo parece por la forma en que se refieren a ella. El Gobierno estado unidense hab¨ªa enviado a un especialista para que actuara como ¨²nico interlocutor con la fuente. Al mismo tiempo, las autoridades norteamericanas liberaron fondos de la ayuda suspendida a El Salvador para pagarle 250.000 d¨®lares.
Por razones desconocidas, esa fuente fue descubierta. El secretario privado de la presidencia salvadore?a, Arturo Tona, se quej¨® ante el embajador de que EE UU estuviera pagando sobornos a oficiales salvadore?os. William Walker consider¨® que era demasiado arriesgado seguir adelante con la investigaci¨®n y propuso su cancelaci¨®n. "He llegado a la conclusi¨®n de que la Embajada tiene que cesar la b¨²squeda unilateral de informaci¨®n o hacer frente a situaciones sin ganancia posible y a cr¨ªticas. Recomiendo que la Embajada sea instruida a que todos los esfuerzos de investigaci¨®n sean dejados en manos del Gobierno de El Salvador".
El embajador consideraba que para poder hacer uso de la informaci¨®n que la fuente pod¨ªa suministrar era necesario, bien hacer p¨²blico el nombre de la fuente, a lo que ¨¦sta se negaba y lo que la habr¨ªa puesto en peligro, o bien manejar la informaci¨®n sin revelar la fuente, lo que hubiera sido descalificado por el Gobierno salvadore?o como un rumor m¨¢s. El resultado fue que nunca se volvi¨® a saber de esa fuente ni de la informaci¨®n que podr¨ªa haber suministrado.
EE UU estaba apostando a que mantener a Ponce en el poder serv¨ªa para mantener tambi¨¦n en marcha el proceso de democratizaci¨®n de El Salvador -"no quiero perjudicarlo todo por unas muertes pasadas, por muy odiosas que sean", escribe en uno de sus cables Walker-, al mismo tiempo que pensaba que el hecho de ejercer presi¨®n sobre ¨¦l ser¨ªa suficiente para llegar a una soluci¨®n m¨¢s o menos aceptable del caso de los jesuitas -"Tenemos que decir a Ponce que tiene que demostrar que es capaz de hacer lo adecuado antes de que apoyemos su candidatura [al Ministerio de Def`¨¦nsa]", respond¨ªa el Departamento de Estado-
Esa estrategia se ve¨ªa ya fracasada en febrero de 1991, cuando el embajador norteamericano, exasperado por la negativa de Ponce a implicar en el asesinato a alguien m¨¢s que a Benavides, escribe a Washington: "Recomiendo que el Gobierno de El Salvador sea informado de que no se le dar¨¢ satisfacci¨®n a sus peticiones de helic¨®pteros Cobra ( ... ) [y otros armamentos] hasta que Ponce sea reemplazado y un nuevo liderazgo solucione el asunto de los jesuitas".
Esa nueva posici¨®n de Walker coincidi¨® con los meses de mayor avance en el proceso de negociaci¨®n. de paz. Un nuevo clima de di¨¢logo se hab¨ªa impuesto en el pa¨ªs, que concluy¨® en diciembre de 1991 con la firma de la paz. Eso traslad¨® el foco de inter¨¦s mundial del caso de los jesuitas, y Ponce pudo sobrevivir hasta junio de 1993, cuando se retir¨®, sin cargo! en su contra, del Ministerio de Defensa. Hoy vive tranquilamente en El Salvador. Parad¨®jicamente, la negociaci¨®n de paz ayud¨® a Ponce en el momento en que EE UU parec¨ªa listo para ponerse en su contra. 0 quiz¨¢ fue al contrario: Estados Unidos empez¨® a estar en contra de Ponce cuando vio que ¨¦ste ya no ten¨ªa relevancia alguna. Lo que es cierto es que pese a que los documentos analizados demuestran que el Gobierno norteamericano vincul¨® a Ponce con los escuadrones de la muerte al menos desde 1986- en enero de 1990, dos meses despu¨¦s de que los jesuitas fueran asesinados, Walker, que calific¨® a Ellacur¨ªa en sus escritos como "un intelectual de conocidos puntos de vista izquierdistas", describi¨® as¨ª la matanza de la UCA: "Creemos que fue lo que parece ser: una acci¨®n militar ordenada por el coronel Benavides en respuesta a informes de espionaje que dec¨ªan que ser¨ªan encontrados guerrilleros dentro del campus. Probablemente ¨¦l pens¨® que estaba cumpliendo un servicio al matar a los que ¨¦l y otros percib¨ªan como el liderazgo del FMLN que estaba trayendo un reino de terror sin precedentes a San Salvador".
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