Materia de luz
El encuentro con una materia como la cera abre, desde el umbral de los a?os noventa, un territorio de apasionantes resonancias en la obra de Jos¨¦ Mar¨ªa Sicilia. En su sentido estricto, ese encuentro es, si se quiere, consecuencia de un proceso de b¨²squeda anterior que fijaba ya, sin duda, al menos en forma intuitiva, algunos de los rasgos fundamentales desarrollados por el trabajo reciente del pintor madrile?o, a trav¨¦s de la primac¨ªa del blanco orientada por la necesidad de una sustancia capaz de traducir la ambivalencia de la visi¨®n en la pura modulaci¨®n de la luz y en ese filtro que desdibuja, tens¨¢ndola hacia una suerte de grado cero, la percepci¨®n de las im¨¢genes. La adopci¨®n de lacera, tras explorar otras materias afines, no s¨®lo resolver¨¢ de modo id¨®neo esa apuesta, confiri¨¦ndole, junto a un comportamiento m¨¢s estable, un suntuoso potencial de evoluci¨®n, sino que arrastrar¨¢ tambi¨¦n consigo, desde su propia identidad sustancial y simb¨®lica, un territorio referencial que abre otras franjas de lectura insospechadas.
Jos¨¦ Mar¨ªa Sicilia
Galer¨ªa Soledad Lorenzo. Orfila, 5. Madrid. Del 12 de abril al 14 de mayo.
En ciertos casos, ello confiere una densidad adicional a la evocaci¨®n despertada por ciertos ciclos. As¨ª, los que aluden a la esfera de la m¨ªstica o a los emblemas de la caducidad, encuentran un eco c¨®mplice en esa cera asociada tanto a los rituales sacros como a la materia que se consume en el tr¨¦mulo ardor de una vela, en ese otro emblema arquet¨ªpico sobre la fragilidad de la existencia.
Pero la cera propicia ante todo, por encima de sus derivaciones adjetivas, una base esencial, y de extraordinaria riqueza, a esa intrincada meditaci¨®n de corte naturalista que articula la apuesta reciente de Sicilia. Y desde el complejo y ancestral tejido simb¨®lico que alienta en la estructura de la colmena, la cera se hace memoria elemental de f¨¦rtiles procesos de transformaci¨®n, de la articulaci¨®n de lo indiferenciado en orden, de la germinaci¨®n del lenguaje y de la cadencia de los ciclos que renuevan la vida. Pero, como nos recuerda tambi¨¦n el emblema de Alciato -"que a la vez las cosas dulces se vuelven amargas y no hay bien que con dolor no est¨¦ mezclado"-, el aguij¨®n que acecha en el panal impregna finalmente la meditaci¨®n de Sicilia con un aliento de pavorosa melancol¨ªa, desde esas visiones evanescentes que acercan lo visible a un abismo de silencio, fijando en el seno de la materia la angustia sin redenci¨®n de lo inexpresable.
As¨ª lo anuncian, en esta muestra, dos instalaciones soberbias. Sanl¨²car de Barrameda prolonga, de hecho, un di¨¢logo con san Juan de la Cruz, iniciado ya en el 91 con el ciclo Al aire de su vuelo. Inspirado ah ora por el manuscrito ap¨®grafo del Canto espiritual, Sicilia despliega, como en la estructura de un panal, un azaroso caleidoscopio en el que bullen, suspendidas en una gelida luminosidad, un sinf¨ªn de im¨¢genes esquivas. La colmena desplaza el equ¨ªvoco perceptivo hacia un ¨¢mbito distinto, definido por ese ambivalente trampantojo que establecen la literalidad del panal y la condici¨®n ilusoria de las abejas pintadas. Pero, por encima de sus juegos, ambos trabajos nos hablan tambi¨¦n, desde esa totalidad virtual que no puede ser edificada sino con fragmentos.
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