El honor de UGT
De vuelta a casa, cuando regresas m¨¢s a?orante de tus rutinas que santificado por la vacaci¨®n, te encuentras de nuevo con la corrupci¨®n como humillante bofetada: y ahora es el antiguo gobernador del Banco de Espa?a quien ocupa el centro de todas las sospechas. ?Es esto Italia? Luego te llama una periodista para preguntarte si aqu¨ª ser¨ªa posibLe un BerluscoNi, y a tientas le contestas que no: que desaparecido Mario Conde (tocad madera), se acab¨® la rabia (pues a¨²n nos queda la derecha pol¨ªtica como alternativa democr¨¢tica por estrenar). Pero despu¨¦s relacionas ambas cosas y constatas que esto s¨ª parece Italia (aunque aqu¨ª no haya habido suicidios todav¨ªa), al ver a los antiguos presidentes tanto del Banco P¨²blico como del que fue primer banco privado simult¨¢neamente investigados por el fiscal. Y esta verg¨¹enza c¨ªvica te amarga el regreso a casa, pero sin impedirte trabajar, pues al fin y al cabo es su problema, y t¨² tienes la propia conciencia en regla. Hasta que caes en la cuenta de que s¨ª que es tu problema: nuestro problema. Y no por Mario Conde, que s¨®lo representaba intereses privados que pueden dilapidarse sin que pase nada, sino por Mariano Rubio, que encarnaba la instituci¨®n p¨²blica sobre la que descansa la confianza en nuestra continuidad econ¨®mica. Y esto es grave, pues las instituciones p¨²blicas deben ser intocables (incorruptibles), so pena de que el civismo se disuelva. Cabe recordar aqu¨ª la obra de Anouilh, Becket o el honor de Dios: la dignidad de una instituci¨®n es responsabilidad de quien la encarna, pues su condena acarrea la pedici¨®n de aqu¨¦lla.Pero la estabilidad de nuestra econom¨ªa no s¨®lo depende de la fe en su autoridad monetaria (del cr¨¦dito que nos merezca) sino tambi¨¦n de otras instituciones p¨²blicas no menos necesarias para su continuidad futura. Pues bien, el sindicalismo (una de cuyas centrales acaba de renovarse este mismo fin de semana mediante su 36? congreso) es otra de esas instituciones esenciales que constituyen la condici¨®n necesaria para que funcione la econom¨ªa nacional (pues debe vertebrar el mercado de trabajo y organizar la defensa a largo plazo de los intereses de los asalariados y sus familias). Y el balance que cabe deducir de los ¨²ltimos a?os del sindicalismo espa?ol no es ciertamente satisfactorio, como en diversas ocasiones he se?alado al apuntar algunas consecuencias contraproducentes de su acci¨®n. Por eso parece tan estimulante este congreso de UGT, en la medida en que sirva de ocasi¨®n para impulsar la regeneraci¨®n del sindicalismo espa?ol. En este sentido, hay un rasgo muy esperanzador, y es el de que se camine tan decididamente hacia la uni¨®n sindical con CCOO (que ojal¨¢ llegue a evitar el enfrentamiento electoral entre ambas centrales, que las empuja a extremar descabelladamente su maximalismo reivindicativo). Aunque quedan cuando menos dos asignaturas pendientes (habr¨ªa otras, destacando su baja afiliaci¨®n y la tolerancia con la acci¨®n ilegal de los piquetes): su pol¨ªtica salarial (pues empleo caro es empleo escaso, lo que no se puede permitir Espa?a, con la tasa de ocupaci¨®n m¨¢s baja de Europa), y su pol¨ªtica de protecci¨®n social: como revel¨® el socialismo real, s¨®lo se pueden universalizar los derechos sociales mediante una estricta contenci¨®n salarial. O salarios o pensiones: he ah¨ª el dilema.
Mas la funci¨®n p¨²blica de los sindicatos no se limita al ¨¢mbito econ¨®mico sino que lo desborda con creces, afectando a toa la cosa p¨²blica: el sindicalismo, desde que comenz¨® la revoluci¨®n industrial-capitalista, es el n¨²cleo generador de la izquierda pol¨ªtica. Como es notorio, hoy la izquierda ha perdido el norte, y hasta las se?as de identidad, en toda Europa, aunque conserve restos locales (por ejemplo, aqu¨ª hasta ahora) de convocatoria electoral. Pues bien, la ¨²nica esperanza de futura regeneraci¨®n pol¨ªtica de la izquierda debe proceder de su misma ra¨ªz institucional, que es el movimiento sindical. Pero ?ser¨¢n capaces los nuevos l¨ªderes sindicales de cumplir con tanta responsabilidad, renunciando a sus intereses de parte para hacerse dignos de asumir (como Becket con Dios) el honor de la instituci¨®n sindical?
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