Portugal frustra un sue?o espa?ol
No habr¨¢ t¨ªtulo europeo para los chavales de Clemente. El seleccionador apost¨® por un juego de poco riesgo para pasar a la final y se encontr¨® con la derrota. Guerrero y sus compa?eros hicieron poco para ganar cuando el partido estaba 0-0 y luego les ahogaron las prisas. Lo de siempre. Su condena ser¨¢ disputar la poco honrosa final de consolaci¨®n el mi¨¦rcoles.La selecci¨®n, dirigida esta vez por Clemente desde el banquillo, jug¨® sin la personalidad de quienes aspiran a ser campeones. Los jugadores pusieron entusiasmo, fueron disciplinados, pero se mostraron extra?os ante la porter¨ªa contraria. La mayor¨ªa, excepto Guerrero, no saben lo que es ejecutar una jugada de gol en sus respectivos equipos m¨¢s que en contad¨ªsimas ocasiones -siete en todo lo que va de Liga entre todos los compa?eros del bilba¨ªno-, o sea, que queda justificado el que se pasaran el encuentro mareando la perdiz cuando no les quedaba m¨¢s remedio que jugar al ataque.
Clemente, adem¨¢s, hab¨ªa dado la orden en el vestuario de no arriesgar. Si los portugueses eran mejores, que en momentos pareci¨® que s¨ª, lo prudente era amontonarse atr¨¢s y confiar en la providencia; si eran inferiores, que tambi¨¦n dejaron a ratos esa impresi¨®n, ya llegar¨ªa la victoria. No hab¨ªa que tener prisa.
Los j¨®venes espa?oles quedaron, por tanto, a merced de lo que dispusieran los portugueses. ?stos quisieron ganar de salida y Valencia, ¨¦l solito, lo evit¨® por tres veces en la primera parte, una de ellas por partida doble al desviar primero el remate y luego el rechace. La malla defensiva presentaba fisuras, porque entre la l¨ªnea de cuatro defensas los destellos individualistas de los Pinto encontraban hueco. Delante hab¨ªa otra l¨ªnea de contenci¨®n, formada por los centrocampistas, que obstaculizaban lo que pod¨ªan. El planteamiento era el correcto para no encajar ning¨²n gol, pese a las ocasiones que desbarataba el portero, pues no dejaba al contrario espacio para elaborar jugadas colectivas.
La eficacia de la transformaci¨®n de este dispositivo defensivo en ofensivo era otra cosa. Velasco y Lasa se cambiaban con Sanju¨¢n y Carreras para sorprender desde atr¨¢s, pero no sorprend¨ªan, sobre todo Lasa, que bal¨®n que cog¨ªa, bal¨®n que iba para la olla o se estrellaba antes en el cuerpo de alg¨²n defensa. La mejor opci¨®n estaba en el centro, porque all¨ª aguardaba Guerrero, todo un lujo en la selecci¨®n. Tocaba y se desmarcaba. Casi siempre se quedaba solo al no estar sometido a marcaje individual, pero sus compa?eros pocas veces le vieron o le entendieron. Eleg¨ªan el camino m¨¢s f¨¢cil y, por tanto, inoperante. Ocasiones hubo sobradas para irse decididamente a por la victoria porque Portugal pronto cedi¨® en sus ¨ªmpetus atacantes, pero estos jugadores de Primera Divisi¨®n, poco acostumbrados a tomar decisiones de riesgo en sus respectivos equipos, prefirieron el pase seguro y corto o el elemental recurso de largar un pelotazo al ¨¢rea a ver qu¨¦ pasaba.
Cuando Guerrero asumi¨® toda la responsabilidad al ser la derrota ya un hecho -Clemente hab¨ªa aceptado tal posibilidad al no haber salido abiertamente en busca de la victoria- Portugal ya lo ten¨ªa mucho m¨¢s f¨¢cil; no deb¨ªa ocuparse de marcar, que ya lo hab¨ªa conseguido, sino s¨®lo de cerrar las v¨ªas de entrada al ataque espa?ol. Guerrero pas¨® entonces a ser m¨¢s controlado y la eficacia de su juego se vio tambi¨¦n mermada al quedar atrapado por la mara?a de jugadores, espa?oles y portugueses, que coincidieron en un peque?o espacio del campo, unos que atacaban y otros que defend¨ªan. ?l s¨®lo no pod¨ªa jugar contra 21. Adem¨¢s, al final, la soluci¨®n pasaba por apelar a las virtudes raciales, y se inici¨® un periodo en el que cualquiera que tuviera dos piernas para correr val¨ªa.
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