Censura en la televisi¨®n (de calidad)
Francisco Ayala public¨® el 16 de marzo en estas mismas p¨¢ginas un elocuente escrito sobre los problemas del "basurero electr¨®nico" y los derechos de las minor¨ªas en una sociedad democr¨¢tica. Casualmente, ese mismo d¨ªa se publicaron los resultados de una encuesta realizada en ocho pa¨ªses seg¨²n la cual parece ser que "Espa?a es el pa¨ªs que menos cree en la televisi¨®n". En este art¨ªculo pretendo tratar un problema que est¨¢ relacionado con ello, un problema que afecta tanto a la calidad como a la credibilidad: a saber, la aparente ausencia de cualquier tipo de c¨®digo legal que controle la forma en que se utiliza lo que dice una persona, no en los programas basura, sino en los programas documentales serios.En distintas ocasiones, y en general con resultados satisfactorios tanto desde mi punto de vista como desde el de los productores, he hecho breves intervenciones como comentarista en programas hist¨®ricos. Pero hace algunos meses una participaci¨®n m¨ªa en un documental de TV-3 sobre el a?o 1968 me hizo sentir absolutamente indefenso. La entrevista comenz¨® con una pregunta sobre las manifestaciones estudiantiles en Par¨ªs, una pregunta que no contest¨¦ con el entusiasmo que se esperaba de m¨ª. Me repitieron la pregunta, momento en el que suger¨ª que quiz¨¢s mi opini¨®n de lo que fue importante en el fen¨®meno de 1968 era diferente de la de la entrevistadora. Cuando reanudamos la grabaci¨®n intent¨¦ recalcar el hecho de que para m¨ª las repercusiones m¨¢s importantes de 1968 fueron los cambios en la conducta social, una nueva franqueza en las formas y la eliminaci¨®n de una gran parte de la educada hipocres¨ªa en las relaciones sexuales y de clase.
Al final me pregunt¨® si estaba satisfecho con la entrevista. Repliqu¨¦ que sent¨ªa no haber tenido ninguna oportunidad de mencionar lo que ya le hab¨ªa dicho a ella (sin micr¨®fono) que eran para m¨ª las repercusiones m¨¢s importantes de 1968 en Estados Unidos. Inmediatamente reconect¨® el micr¨®fono, y en algo menos de un minuto manifest¨¦ que la fundaci¨®n de una nueva facultad en la Universidad de California, una facultad dedicada a las necesidades de las minor¨ªas negra e hisp¨¢nica, respaldada oficialmente por el conservador consejo rector, hab¨ªa sido un resultado significativo; inimaginable sin los antecedentes no s¨®lo de las manifestaciones internacionales de 1968, sino tambi¨¦n del movimiento anterior libertad de expresi¨®n de 1964 en Berkeley.
De toda mi entrevista, la ¨²nica frase que se utiliz¨® en la producci¨®n final fue una broma que hice respecto a la capacidad de los franceses para atribuir importancia universal a cualquier cosa que ocurra en Francia. Escrib¨ª a la directora dici¨¦ndole que sent¨ªa que simplemente se me hab¨ªa censurado. Unos d¨ªas m¨¢s tarde me llam¨® para lamentar mi malestar, pero tambi¨¦n para decirme que en su opini¨®n "censurado" era una expresi¨®n demasiado fuerte para reflejar lo ocurrido. Como respuesta a mi protesta continuada me dijo que revisar¨ªa las grabaciones y se pondr¨ªa en contacto conmigo. Eso ocurri¨® hace m¨¢s de seis meses, y no he sabido nada.
A m¨ª me parece que el problema es indudablemente de censura, y me alegro de que al menos mi uso de la palabra la preocupara. Con toda seguridad, si me pidieran que contribuyera con un comentario escrito a un ensayo colectivo, y los editores, sin consultarme, imprimieran una ocurrencia y omitieran por completo todos los p¨¢rrafos esenciales que yo hubiera escrito, nadie dudar¨ªa de mi derecho a calificarlo de "censura". Pues esto es exactamente lo que ocurri¨® con el programa de televisi¨®n.
Pero no quiero recalcar ¨²nicamente la forma particular de censura en esta ocasi¨®n en particular. Vemos muchos programas documentales en los que se citan a los testigos supervivientes y a los investigadores acad¨¦micos. Lo que deben haber sido respuestas pensadas a preguntas que la audiencia normalmente no escucha habr¨¢n sido desmenuzadas en trozos de sonido, y si estos extractos hacen justicia o no al pensamiento de los que hablan es algo que no sabemos y, actualmente, no podemos saber.
La radio y la televisi¨®n se han convertido en los ¨²ltimos cincuenta a?os en las formas m¨¢s importantes de entretenimiento de la mayor¨ªa y tambi¨¦n de diseminaci¨®n de informaci¨®n. En el caso de las pel¨ªculas documentales, la televisi¨®n puede reivindicar con considerable justicia ser una de las formas m¨¢s poderosas de educaci¨®n de adultos. Los m¨¦todos de edici¨®n de tales programas son, por tanto, de tanta importancia para una sociedad democr¨¢tica como las normas que gobiernan otras formas de expresi¨®n y publicaci¨®n.
Por supuesto que al preparar un documental para la televisi¨®n los productores se enfrentan a restricciones de tiempo que les obligan a editar sus entrevistas. Pero aun as¨ª deber¨ªa existir un c¨®digo muy claro que gobierne ese proceso de edici¨®n. En primer lugar, con un poco de planificaci¨®n anticipada, ser¨ªa perfectamente posible decirle a un participante con cu¨¢nto tiempo cuenta aproximadamente para exponer sus respuestas (exactamente igual que un editor pedir¨¢ a un escritor mil palabras sobre un tema dado). Y siempre se deber¨ªa dar por supuesto que el proceso de cortes necesarios incluir¨¢ un compromiso ¨¦tico-legal de seleccionar tan cuidadosamente como sea posible lo que mejor represente los puntos de vista del participante y no simplemente lo que el editor o editora prefiera extractar por sus propias razones.
es historiador.
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