Mendaille, por fin

EN LA estela de su actitud obstruccionista a la investigaci¨®n sobre los cr¨ªmenes de los Grupos Antiterroristas de Liberaci¨®n (GAL), el Gobierno se opuso en su d¨ªa a la extradici¨®n a Francia del presunto miembro de esta banda Georges Mendaille. ?Qu¨¦ ha sucedido para que el Consejo de Ministros del pasado d¨ªa 8 de abril se decidiera a conceder, a instancias del ministro de Justicia, Juan Alberto Belloch, lo que obstinada mente deneg¨® una y otra vez a lo largo de 1990? En principio, dos cosas importantes a la hora de explicar este cambio de actitud: el paso del tiempo y la definitiva conclusi¨®n judicial del caso Amedo. Pero ambas no habr¨ªan bastado por s¨ª solas para propiciar la rectificaci¨®n del Gobierno en este asunto sin la concurrencia de una tercera: la determinaci¨®n del ministro Belloch de levantar las trabas puestas a la justicia por sus predecesores y de no coadyuvar a la impunidad de un presunto terrorista al amparo de la llamada raz¨®n de Estado.

El ingreso en prisi¨®n de Georges Mendaille supone, pues, el primer paso en el cumplimiento de lo que la Audiencia Nacional acord¨® a principios de 1990: la extradici¨®n a Francia de este presunto reclutador de mercenarios de los GAL acusado de asesinato. El pr¨®ximo no deber¨ªa ser otro que su entrega a las autoridades francesas. Es la ¨²nica forma de enmendar actitudes pol¨ªticas tan descabelladas como las de propiciar que un presunto terrorista quede libre, al tiempo que se impide su entrega al Estado que lo reclama de acuerdo con lo establecido en los tratados de extradici¨®n y los convenios de cooperaci¨®n contra el terrorismo. Y m¨¢s cuando se trata del Estado cuya colaboraci¨®n necesita Espa?a para acabar con el terrorismo.