Confusi¨®n y dimisi¨®n
LAS EXPLICACIONES de Antoni Asunci¨®n fueron bastante confusas, pero su gesto pol¨ªtico de presentar la dimisi¨®n fue inequ¨ªvoco. El ministro no es capaz de ofrecer una explicaci¨®n racional de la desaparici¨®n de Luis Rold¨¢n, y dimite por ello, asumiendo su responsabilidad en un hecho que ha suscitado una tan grande como justificada alarma ciudadana. El hecho de que contin¨²e en el puesto hasta que el Presidente acepte formalmente su renuncia puede considerarse aceptable -siempre que la provisionalidad no se prolongue m¨¢s all¨¢ de algunos d¨ªas- si ello sirve para no perjudicar la eficacia de las investigaciones dirigidas a la localizaci¨®n y detenci¨®n del fugado ex director general de la guardia civil. Este desenlace sume en el rid¨ªculo al Gobierno que nombr¨® a Rold¨¢n y lo mantuvo en tan destacado cargo durante cerca de ocho a?os, y se convierte, a la vez, en s¨ªntoma de la degradaci¨®n del poder socialista.La ¨²nica excusa que acert¨® a invocar Asunci¨®n en su comparecencia fue que el Gobierno no puede ordenar la vigilancia de un ciudadano, salvo por orden judicial, y que ¨¦sta no se produjo hasta el jueves. Absurdo argumento. Tomado en serio impedir¨ªa a la polic¨ªa cualquier pesquisa destinada precisamente a suministrar al juez los indicios necesarios para ordenar la detenci¨®n de los presuntos delincuentes. Pero especialmente absurdo en este caso: Luis Rold¨¢n ten¨ªa abierto un sumario, y, dada la relevancia de su figura y magnitud del esc¨¢ndalo asociado a sus andanzas, los indicios de criminalidad no es que fueran p¨²blicos, es que no hab¨ªa espa?ol que los desconociera.
Nada imped¨ªa al Gobierno mantener vigilado a Rold¨¢n. Y si nadie hab¨ªa pensado en el Ministerio del Interior en la posibilidad de que alguien como el Luis Rold¨¢n que hoy conocen todos los ciudadanos se diera a la fuga, no bastar¨ªa con la dimisi¨®n del ministro: habr¨ªa que destituir a todo el departamento. En todo caso, una de las primeras tareas del sucesor de Asunci¨®n deber¨¢ ser la depuraci¨®n de responsabilidades en ese ministerio.
Rold¨¢n contaba adem¨¢s con escolta. La revelaci¨®n de que acostumbraba a prescindir de ella es sorprendente. Se supone que a nadie le resulta agradable sentirse atosigado por esa presencia; pero las razones de seguridad priman en este caso sobre la comodidad. Hab¨ªa la obligaci¨®n de proteger a Rold¨¢n d¨ªa y noche. Aunque ¨¦l no quisiera.
Al dimitir, asume el ministro del Interior su responsabilidad agravada por sus declaraciones del jueves de que le constaba que Rold¨¢n estaba localizado. Debe serle aceptada, incluso si ello pone en evidencia a otros compa?eros de partido de Antoni Asunci¨®n o interfiere en los cuidadosos planes de dimisiones dosificadas dise?ados por la direcci¨®n socialista para intentar capear el temporal pol¨ªtico.
No hace falta a?adir nuevos adjetivos -uno de los efectos de la situaci¨®n es que concede cierta credibilidad a los especialistas en frases campanudas- para resaltar la importancia del episodio. La demora en la aceptaci¨®n de la dimisi¨®n no podr¨¢ superar el m¨ªnimo imprescindible para no interferir las tareas de investigaci¨®n relacionadas con la captura de Rold¨¢n.
Asunci¨®n descart¨® en t¨¦rminos rotundos la hip¨®tesis de un pacto entre el Gobierno y Rold¨¢n. No es el momento de a?adir mayor confusi¨®n a la existente, pero Antoni Asunci¨®n admitir¨¢ que la credibilidad de sus palabras se ver¨ªa reforzada por el hecho de la detenci¨®n de Rold¨¢n y su puesta a disposici¨®n judicial.
Es muy inquietante que el Gobierno produzca ahora tal impresi¨®n de debilidad y que del esc¨¢ndalo -de los esc¨¢ndalos- se haya pasado al esperpento. El reforzamiento de la normativa contra la corrupci¨®n, la colaboraci¨®n con las comisiones de investigaci¨®n, los atisbos de un cambio de doctrina respecto a la asunci¨®n de responsabilidades pol¨ªticas son iniciativas gubernamentales que trotan por detr¨¢s de unos acontecimientos que cabalgan, y decisiones que habr¨ªan tenido sentido ayer apenas lo tienen hoy. En ese contexto, la dimisi¨®n de Antoni Asunci¨®n tiene al menos el m¨¦rito de ser un gesto claro. Pero lo que exige hoy la sociedad es la detenci¨®n inmediata de Luis Rold¨¢n, est¨¦ donde est¨¦, y su puesta a disposici¨®n judicial.
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