Ampliar Europa
EL PEN?LTIMO obst¨¢culo para que el 1 de enero de 1995 la Uni¨®n Europea pase de 12 a 16 miembros fue franqueado el mi¨¦rcoles. Tras la aprobaci¨®n del Parlamento comunitario, s¨®lo resta la ratificaci¨®n por los Parlamentos de todos los Estados miembros. Anteriormente, los Gobiernos de los cuatro candidatos, Austria, Suecia, Noruega y Finlandia, han decidido someter a refer¨¦ndum su ingreso en el club.La votaci¨®n del Parlamento Europeo era un tr¨¢mite. Carente de un Gobierno al que representar, sin verdadera mayor¨ªa ni oposici¨®n entre las que debatir los asuntos, era inconcebible que rechazara lo que hab¨ªa sido aceptado por los Gabinetes respectivos.
. La verdadera batalla es la que se tendr¨¢ que librar ante las opiniones p¨²blicas respectivas, que, en el caso de los dos pa¨ªses escandinavos, Noruega y Suecia, est¨¢ a¨²n lejos de saberse ganada. Los sondeos arrojan en esos pa¨ªses mayor¨ªas en contra del ingreso en la UE, bien es verdad que con fuertes segmentos de opini¨®n entre los indecisos. Los Gobiernos en cuesti¨®n deber¨¢n echar, por tanto, toda la carne en el asador, sin que haya que descartar que en Noruega se repita el no de 1972, con ocasi¨®n de un primer intento de ingreso. Un voto contrario -como el primer no dan¨¦s a Maastricht- vendr¨ªa a ahondar un clima de incertidumbre, de debilitamiento de las convicciones europe¨ªstas en todo el continente.
Mientras nos mov¨ªamos sobre todo en un ¨¢mbito de integraci¨®n de mercados, los desacuerdos eran m¨¢s bien metodol¨®gicos. Pero ahora la cuesti¨®n es pol¨ªtica: la derivada de visiones del mundo nacionalmente heterog¨¦neas, armadas sobre un esquema de intereses muy diverso. La antigua Yugoslavia es s¨®lo el gran bot¨®n de muestra. Los pasos que se dispone a dar la UE de aqu¨ª al fin de siglo deber¨ªan implicar un acuerdo en lo profundo que nadie se atrever¨ªa a asegurar que hoy reine en Europa.
La ampliaci¨®n no va a disipar esas contradicciones. La Uni¨®n Europea de 1995, necesaria a todos porque expresa la realidad de un continente que nunca podr¨¢ ser a nuestra imagen y semejanza, la de cada una de las potencias mayores o menores, la de los Estados fundadores o de los que llegaron despu¨¦s, va a ser tanto m¨¢s inmanejable en lo pol¨ªtico cuanto m¨¢s crezca en lo econ¨®mico. Pero, con todo, el ¨¢nimo general parece ser el de pensar: ampl¨ªa, que algo queda.
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