Final de partida
No veo muy clara la aplicaci¨®n del s¨ªmil militar a la reciente l¨ªnea de actuaci¨®n pol¨ªtica de Felipe Gonz¨¢lez. M¨¢s bien, la estrategia del presidente habr¨ªa sido en todo momento la de un jugador, embarcado en una partida muy peligrosa, con las mejores bazas en mano de sus oponentes, pero donde ¨¦l conserva la banca y desde ah¨ª puede incluso modificar las reglas del juego en curso e introducir nuevos trucos para mejorar su resultado final. Por eso en modo alguno est¨¢ dispuesto a renunciar a tal posici¨®n de ventaja coloc¨¢ndose en igualdad con los adversarios (lo que en este caso representar¨ªan las elecciones anticipadas), por no hablar de una retirada del juego en forma de dimisi¨®n.Esto explica que la corrupci¨®n como objeto de an¨¢lisis haya quedado parad¨®jicamente fuera del discurso pol¨ªtico de Gonz¨¢lez y sus seguidores. Por supuesto, se ven abocados a hablar de ella, pero siempre en la forma de unos casos concretos, perfectamente individualizados, que el azar quiso que recayeran sobre los gobiernos socialistas. ?stos, ingenuos, seg¨²n las palabras de Gonz¨¢lez en Sevilla, "no estaban preparados" para prevenir esas conductas perversas de los infiltrados. Y se refugian en el sentir del conjunto de los ciudadanos, "abochornados", convertidos en espectadores irritados de cuanto sucede. Pretender una investigaci¨®n m¨¢s amplia sobre los ¨¢mbitos institucionales donde tuvo lugar la corrupci¨®n equivale a instaurar la cultura de la sospecha, sugiere el ministro Belloch, evocando, como hiciera antes Solchaga, el fantasma de la Inquisici¨®n. Los celotas hablan incluso de "histeria colectiva". As¨ª que, una vez resueltas las infracciones individuales, la corrupci¨®n se sit¨²a en el futuro, como blanco de la acci¨®n moralizadora del Gobierno y, nueva paradoja, como soporte de la continuidad de Felipe Gonz¨¢lez, dispuesto a lavar su honor mancillado por el enga?o.
Claro que para convencer a la gente de lo anterior hace falta borrar toda sospecha de connivencia entre la Administraci¨®n de Gonz¨¢lez y sus corruptos ya conocidos, lo cual es dif¨ªcil tras la fuga de Rold¨¢n. Entra en juego la recomendaci¨®n que hiciera Maquiavelo en El pr¨ªncipe sobre la necesidad de extremar la crueldad hacia los instrumentos del poder, cuya conducta les hiciera detestables al pueblo: "La ferocidad de tal espect¨¢culo", cuenta a prop¨®sito de la ejecuci¨®n p¨²blica de Remirro de Orco ordenada por C¨¦sar Borgia, "hizo a aquellos pueblos permanecer satisfechos y asombrados". Era indispensable, pues, un montaje como el encarcelamiento de los villanos supervivientes, Rubio y De la Concha, ya precedido de la acci¨®n demoledora sobre el primero en la comisi¨®n parlamentaria, para que Felipe pudiera hablar con la cabeza alta en su conferencia de prensa. Quedaba mostrada su intenci¨®n de ser implacable, sin necesidad de las explicaciones que cualquier presidente de un Gobierno democr¨¢tico hubiera tenido que dar en la circunstancia. Y como el caldo sali¨® bien, dos tazas. ?No se conoc¨ªan de antemano las condiciones de inseguridad de Carabanchel?
Pero ven¨ªa bien que, del mismo modo que el don Juan de Moli¨¨re se casaba todos los d¨ªas, Rubio y De la Concha fueran encarcelados un d¨ªa tras otro. A los ciudadanos les gusta, y de paso queda tapada en "las urnas" la dimisi¨®n de Garz¨®n.
La construcci¨®n de la noticia fue perfecta en el telediario de TVE-1, el s¨¢bado por la tarde, modelo una y otra vez de c¨®mo la informaci¨®n real es reemplazada por una informaci¨®n reconstituida, en que la idea previa de lo que se va a transmitir, como en los noticiarios de tradici¨®n autoritaria, convierte a la supuesta cr¨®nica en sucesi¨®n de ilustraciones del mensaje de propaganda. Primero, el nuevo encierro de los dos, con el injerto de im¨¢genes de archivo no se?aladas como tales, donde los ciudadanos acosaban a Rubio tras salir de las Cortes. A continuaci¨®n, Gonz¨¢lez se exculpa y promete rigor desde el mitin de Sevilla. Por ¨²ltimo, la dimisi¨®n de Garz¨®n, con comentarios oficiales, que a la luz de los datos antes comunicados s¨®lo puede responder a razones subjetivas, de ambici¨®n personal frustrada.
El montaje es bueno, quiz¨¢ eficaz, pero en nada borra la objeci¨®n principal: el Gobierno de Gonz¨¢lez no ha participado para nada en el descubrimiento de los fen¨®menos de corrupci¨®n y a¨²n ahora se niega a afrontar los procesos, proporcionando una explicaci¨®n satisfactoria de los mismos. En este contexto, el episodio Rold¨¢n aparece como prueba en contra de la credibilidad (sic) gubernamental, y no por la huida, sino por el posterior encubrimiento de lo sucedido. La sensaci¨®n de seriedad que diera por un momento la dimisi¨®n del ministro Asunci¨®n se diluy¨® inmediatamente con sus cuatro horas de silencio hablado ante la comisi¨®n parlamentaria.
Ni ¨¦l ni Gonz¨¢lez parecen tener nada que contar sobre el entramado de corrupci¨®n existente en tomo a Rold¨¢n, las condiciones de su fuga, e, incluso, para Belloch, el problema principal se desplaza hacia el malestar de la Guardia Civil. Pues bien, al margen de lo que este comportamiento tiene de antidemocr¨¢tico, tal desinformaci¨®n tiene una vertiente suicida: sirve para hacer m¨¢s veros¨ªmil la hip¨®tesis de la huida pactada o consentida que la del descuido de vigilancia. Ni m¨¢s ni menos.
Tampoco Solchaga tuvo nada que decir, salvo la consabida alusi¨®n al enga?o sufrido, y por tanto nada hay que investigar sobre eventuales relaciones entre la pol¨ªtica del Banco de Espa?a durante la etapa de Rubio, y los procesos de especulaci¨®n fraudulenta. Al margen de los listados de cuentas y operaciones, resulta inveros¨ªmil que otros responsables de la instituci¨®n desconocieran cuanto pasaba en el famoso despacho, y que las medidas adoptadas por el banco respondieran al m¨¢s puro inter¨¦s nacional, mientras la trastienda era como era. Y esto es lo importante: los seis millones de fraude fiscal son calderilla, ¨²til s¨®lo para encubrir la realidad.
O todo es absurdo o encaja demasiado bien para ser casual y responde a una estrategia de juego bien clara: saltar el obst¨¢culo de la corrupci¨®n y mantener, cueste lo que cueste, fuera de campo la figura de Gonz¨¢lez.
Objetivo l¨®gico ¨²nicamente de existir su responsabilidad. Los costes de la ocultaci¨®n s¨®lo se justifican si hay algo que ocultar; de otro modo, Gonz¨¢lez no habr¨ªa vacilado en encabezar la operaci¨®n de limpieza, igual que al llegar el peligro ha promovido las dimisiones. Son sacrificios de calidad, en este extra?o ajedrez. Se tratar¨ªa, como Ricardo III, de cobrar aspecto de santo cuanto m¨¢s se act¨²a como diablo ("and seem a saint when most I play the devil").
Dentro de esta estrategia de juego elegida, h¨¢bil y dura, toca ahora, aunque otra vez resulte parad¨®jico, pasar a la ofensiva, utilizando a fondo, hasta quemarles si es preciso, al partido-altavoz y a los medios de comunicaci¨®n propios. Garz¨®n ha sido la primera v¨ªctima: la cosa no est¨¢ para reservas de conciencia. Adem¨¢s, Gonz¨¢lez no deja que queden cuentas sin pagar y el juez deb¨ªa lo de la comisi¨®n Filesa. Hay que jugar a fondo a revesa, como dir¨ªa Quevedo: forzar las. tretas que hacen ganar volviendo las cosas del rev¨¦s. Gonz¨¢lez acaba de dar dos ejemplos, uno en el Congreso del PSOE, convirtiendo las protestas de obreros a la puerta contra "la cueva de Al¨ª Bab¨¢" en signo de vitalidad del partido, en prueba de su presencia en la sociedad. El s¨¢bado en Sevilla repet¨ªa la demostraci¨®n, pidiendo un aplauso para los mismos trabajadores que en ese momento eran apaleados y detenidos a las puertas del mitin. Todo vale, con tal de lograr el 12 de junio un resultado discreto desde el cual proclamar que los votos le han absuelto, le han dotado de un bill de indemnidad frente a los sicofantes del PP.
Los disconformes seguir¨ªamos con el complejo, ahora agudizado, de pertenecer a una sociedad que permanece bloqueada ante una puerta invisible, como los personajes de El ¨¢ngel exterminador, en la incapacidad de promover un relevo en la jefatura y en los modos de Gobierno (que no sea la entrega a quienes se autodefinen pol¨ªticamente, poniendo calles a Fernando VII). La raz¨®n de ese bloqueo no reside solamente en el apego de Felipe Gonz¨¢lez al poder: es que ha conseguido convencer a muchos de que s¨®lo ¨¦l es y puede ser el poder.
es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense.
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