Mito y brillo de las horas doradas
Vacheron Constantin expone en Madrid sus relojes hist¨®ricos
Si usted tiene el capricho de tener un reloj de bolsillo, con tapa de esmaltes y en oro macizo, no tiene m¨¢s que encargarlo y esperar un a?o a que en los talleres ginebrinos de Vacheron Constantin se lo hagan; ser¨¢ ¨²nico y distinto, y su identidad ser¨¢ guardada celosamente. La prestigiosa firma suiza ha abierto en la sala madrile?a de la Caja de Navarra una muestra de sus joyas, algunas de valor incalculable y con pedigr¨ª de leyenda. En las vitrinas, casi todo lo que brilla es oro puro, y lo que no, es a¨²n m¨¢s valioso: las maquinarias de los relojes, de una complejidad m¨¢s digna de los ordenadores actuales que de los tradicionales engranajes: no es f¨¢cil encontrar un reloj de bolsillo que sea cron¨®metro, calendario perpetuo, d¨¦ las horas y los cuartos y hasta sirva de despertador.La firma Vacheron Constantin data del siglo XVIII. La filosof¨ªa de la casa, desde su inicio, ha sido crear piezas a medio camino entre la joya de colecci¨®n y el utilitario. Los relojes, que a¨²n se obstinan en girar desde sus vitrinas, son pie zas ¨²nicas de encargo; en su genero, pueden ser el equivalente de la alta costura. Todoo lo que se expone en la sala de la calle de Juan Bravo procede de los fondos del museo suizo de la marca y se ha completado con una selecci¨®n de pinturas y grabados procedentes de varios museos y colecciones particulares, siempre con el tema del reloj.
Claude Anderegg, uno de los directivos de la empresa relojera, se ufana en decir que los dise?os de Vacheron Constantin se han adelantado en el tiempo desde anta?o, y esto es f¨¢cil de comprobar con piezas del periodo art d¨¦co que han ido imitadas hasta a saciedad por otras armas de prestigio. La vedette est¨¢ en la ostentaci¨®n hollywoodense del Kallista, que fue dise?ado por Raymond Moretti en 1977: una pieza ¨²nica, con 118 amantes (aqu¨ª se una copia exacta) contados sobre una pulsera de oro que sufe una revalorizaci¨®n diaria que supera los 3.000 d¨®lares por la excepcionalidad de las gemas. Lo ue se dice ver la ora en el Kalfista no s tan f¨¢cil, pero la mu?eca que lo porte quiz¨¢ no necesita saber si es tarde o temprano. Cuando se pregunta por la identidad de los clientes, se cierran en banda. Se habla de un rey de Oriente, de un presidente latinoamericano, de una corona europea, pero nada m¨¢s.
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