?Corrupci¨®n de personas o de sistemas?
Leyendo las declaraciones de los se?ores Rold¨¢n y Rubio por una parte, y de los se?ores Corcuera, Barrionuevo y Solchaga, as¨ª como las manifestaciones de la oposici¨®n y de la mayor¨ªa de los editoriales de los peri¨®dicos, se nos transmite a los ciudadanos la sensaci¨®n de un cierto manique¨ªsmo, algo as¨ª como que la corrupci¨®n es un problema de buenos y malos servidores de la cosa p¨²blica, como si todo el problema se debiera a unas, pocas, conductas desviadas de unos, pocos, se?ores: unos que se han enriquecido a costa del erario p¨²blico, y otros que no se enteraban de lo que hac¨ªan sus subordinados. Ahora se pide el l¨®gico procesamiento de los primeros (presuntos delincuentes) y, en consecuencia, se demanda la dimisi¨®n de los segundos (responsables pol¨ªticos). Esta lectura sugiere que cualquier dilaci¨®n en el desenlace genera crispaci¨®n y alarma social... y por tanto se piden cabezas, alg¨²n sacrificio expiatorio, pero que todo contin¨²e igual.Sin embargo, mirando la corrupci¨®n fr¨ªamente, en su ra¨ªz, es posible una lectura distinta, un asunto donde subyace un problema de orden estructural, y por tanto, m¨¢s all¨¢ de la buena o mala voluntad de las personas: el se?or Rold¨¢n y otros, sometido al reglamento pod¨ªa disponer a su antojo de unos fondos reservados, sin dar explicaciones a nadie; el se?or Corcuera y otros, sometido a la disciplina de partido, no puede tomar la iniciativa de dimitir, por lo que pone su cargo a disposici¨®n del partido... Hay una cierta congruencia entre unos comportamientos que ahora aparecen como no ¨¦ticos (enriquecerse) o pol¨ªticamente incorrectos (no dimitir), y unos determinados sistemas (reglamentos, reglas o principios) que legitiman de hecho y dan cobertura pol¨ªtica a esas conductas.
Luego, en buena l¨®gica, el problema no se resuelve s¨®lo con el cambio de personas. Si s¨®lo cambiamos las personas por otras aparentemente m¨¢s honestas, habremos maquillado el problema de fondo y mantendremos la ilusi¨®n de que la corrupci¨®n se
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ha resuelto ... ; as¨ª, desde esta lectura se anuncia la elevada probabilidad de que los sistemas volver¨¢n a corromper a las personas. Sistemas a cambiar habr¨ªa muchos y variados, pero de entrada, habr¨ªa que cuestionar unas cuantas vacas sagradas. En lo que respecta a la seguridad del Estado, habr¨ªa que vigilar al vigilante, y cuanto m¨¢s arriba m¨¢s vigilancia. Y respecto a los parlamentarios, habr¨ªa que liberarlos de la disciplina de partido, verdadera vaca sagrada que constri?e la iniciativa de los diputados e impide la asunci¨®n de responsabilidades pol¨ªticas de forma r¨¢pida y aut¨®noma... Quiz¨¢ ut¨®pico, pero necesario.
De no hacerlo, seguiremos como siempre, lament¨¢ndonos de la corrupci¨®n, pero sin modificar los sistemas que la propician. As¨ª nos luce el pelo. As¨ª que nadie se escandalice si, con este u otro Gobierno, emerge otro caso de corrupci¨®n.-
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