El reto de Berlusconi
Pol¨ªticamente, el nuevo Gobierno italiano es un Gobierno "revolucionario". Los tres partidos que han guiado al pa¨ªs, desde el gobierno y desde la oposici¨®n, pero siempre asociados, la Democracia Cristiana (DC), el Partido Socialista Italiano (PSI) y el Partido Comunista Italiano (PCI), no est¨¢n en el Gabinete. Esto no suced¨ªa desde 1944.El agente de esta revoluci¨®n no ha sido Berlusconi, sino el poder judicial, que ha decapitado a la clase pol¨ªtica. Los acontecimientos italianos de 1990 son el ejemplo de destituci¨®n sin guerra ni guillotina de un sistema pol¨ªtico. No hay por qu¨¦ maravillarse: la verdadera revoluci¨®n se produjo en Rusia en 1989, y tampoco all¨ª fue violenta m¨¢s que en parte. A partir de 1989 hemos ido conociendo las revoluciones poscomunistas que nacen de una descomposici¨®n interna del poder. Italia se ha alineado con el Este.
Los magistrados milaneses han sido el poder de transici¨®n. La respuesta a la pregunta "?qui¨¦n ha mandado en Italia en 1993?" no puede ser m¨¢s que ¨¦sta: la Fiscal¨ªa de Mil¨¢n, la de Roma y la de N¨¢poles. La historia conoce muchos golpes de Estado de los militares; faltaba, sin embargo, la toma del poder por parte de una fiscal¨ªa de la Rep¨²blica. Italia ha llenado ese vac¨ªo.
El sentido ¨²ltimo del Gobierno de Berlusconi es el de proclamar que ha nacido una nueva legalidad y, por tanto, obrar para que los magistrados vuelvan a los juzgados. Hacer pasar al pa¨ªs del poder de excepci¨®n de la Fiscal¨ªa de Mil¨¢n a las formas usuales de la vida parlamentaria, depurada ¨¦sta de la corrupci¨®n, ser¨¢ la tarea m¨¢s delicada del nuevo Gobierno. La cuesti¨®n central de este Parlamento y de este Gobierno es la de legitimar al Parlamento y al Gobierno.
A esta tarea de relegitimaci¨®n se ha prestado tambi¨¦n la oposici¨®n poscomunista y posdemocristiana, que no ha subrayado el punto m¨¢s discutible de la legitimidad de la nueva mayor¨ªa: la presencia en ella de ministros de un partido neofascista, el MSI, que se ha transformado en un partido posfascista, la Alianza Nacional. El MSI ha seguido paso a paso el modelo de transformaci¨®n del PCI en Partido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS). Aunque el PCI result¨® dividido en varios fragmentos con la operaci¨®n, la transici¨®n del MSI en Alianza Nacional se ha hecho sin fisuras. Esto ha levantado dudas sobre la profundidad del cambio; sin embargo, en favor de la Alianza ha jugado el hecho de que por el MSI hab¨ªan votado a partes iguales los electores romanos (por Fini) y napolitanos (por Alessandra Mussolini) en las elecciones municipales de 1993. El consenso ha transformado lo negro en blanco. Por lo dem¨¢s, en estas elecciones, el blanqueo m¨¢s importante le fue ofrecido al MSI por el presentador televisivo Michele Santoro, que hizo de Fini uno de los adalides de la protesta popular contra la corrupci¨®n. En un pa¨ªs donde las fes democristiana, socialista, comunista se han resquebrajado con los procesos, los neofascistas iban perdiendo legitimidad pol¨ªtica conforme ganaban legitimidad moral. En Italia, nadie ha contestado el car¨¢cter democr¨¢tico de la mayor¨ªa, y el voto de antifascismo del Parlamento Europeo no ha tenido efecto en el pa¨ªs.
El Gobierno de Berlusconi es hijo de Manos Limpias, pese a que Berlusconi haya sido el ni?o mimado del PSI y de la DC y haya construido el imperio de Fininvest en el ¨¢mbito de la partitocracia. Pero al final, en una revoluci¨®n que no utiliza la guillotina, es inevitable que el grado de continuidad de las personas compense el de discontinuidad de, las formas pol¨ªticas. Berlusconi ha usado como partido pol¨ªtico su organizaci¨®n de publicitarios. Jam¨¢s hab¨ªa sido tan estrecha la conexi¨®n entre el poder de la imagen y el del voto. La marca de f¨¢brica Fininvest o el ser amigo de Fininvest ha servido para seleccionar un cuerpo de fieles. Berlusconi hab¨ªa sabido transformar a los publicitarios en militantes de cara a la publicidad y no ha tenido demasiadas dificultades en utilizarlos como activistas y dirigentes pol¨ªticos. Quiz¨¢ la organizaci¨®n publicitaria sea la forma real de los partidos del ma?ana y Berlusconi se haya adelantado a su tiempo. Ciertamente, Forza Italia, la lista presentada por Berlusconi, ha recibido un porcentaje importante de votos democristianos y socialistas; ha reciclado a los electores, pero s¨®lo excepcionalmente ha hecho lo mismo con los electos.
La Liga de Bossi est¨¢ perdiendo puntos, pero, justamente al final, Berlusconi no la ha humillado y ha concedido a Roberto Maroni el Ministerio del Interior. La Liga decae porque el federalismo y sobre todo la divisi¨®n ¨¦tnica no son populares ni siquiera en el norte. A las regiones septentrionales italianas nunca les ha gustado formar parte del Ducado de Mil¨¢n. Berlusconi ha absorbido la protesta de la Liga, pero esta era la ¨²nica fuerza realmente nueva surgida en la transici¨®n. Sin su ¨¦xito electoral en las elecciones de 1992, la magistratura milanesa no habr¨ªa podido iniciar su obra. Para dar el Ministerio del Interior al diputado de la Liga, Berlusconi ha tenido que vencer la resistencia del presidente de la Rep¨²blica, Oscar Luigi Scalfaro, que objetaba las reservas de la Liga respecto a la unidad nacional. Pero para los liguistas, ahora Par¨ªs bien vale una misa. El Viminale, la sede de este ministerio, pesa m¨¢s que el proyecto de una Italia dividida en tres cantones elaborado por el ide¨®logo de la Liga Gianfranco Miglio.
No faltan en el Gobierno fragmentos de formaciones pol¨ªticas del antiguo pentapartido, como el liberal Biondi, que ha pasado a ser ministro de Justicia, y el democristiano Clemente Mastella, que va al Ministerio del Trabajo. Un democristiano an¨®malo, el ex presidente Francesco Cossiga, ha obtenido el Ministerio de Instrucci¨®n P¨²blica para un cat¨®lico amigo suyo, Francesco d'Onofrio, y el nuevo Ministerio de los Italianos en el Extranjero, para su ex secretario general en el Quirinal Sergio Berlinguer, primo del desaparecido l¨ªder comunista Berlinguer.
La Alianza Nacional ha conseguido cinco ministerios, de los cuales el m¨¢s relevante es el de Correos, y sin plantear ni un problema. Fini ha comprendido que la novedad estaba en que hubiera posfascistas al frente de ministerios, no en los ministerios que se les confiaran.
Gobierno de una alianza electoral con diversos componentes, la Administraci¨®n de Berlusconi ha tenido que luchar m¨¢s con Scalfaro que con su mayor¨ªa. Antonio Martino, nuevo ministro de Exteriores, hijo del padre de los tratados de Roma, Gaetano Martino, es un Chicago boy que pertenece al club de seguidores de Brujas de la se?ora Thatcher. ?Italia sigue siendo europe¨ªsta?, ha preguntado Scalfaro a Berlusconi ?Es fiel a la econom¨ªa social de mercado, al modelo renano de capitalismo? El presidente se ha comprometido personalmente en la continuidad de la pol¨ªtica europe¨ªsta del pa¨ªs. Por lo dem¨¢s, despu¨¦s de la ampliaci¨®n, hay tantas ideas de Europa como pa¨ªses europeos. Somos una sociedad polite¨ªsta, donde incluso un disc¨ªpulo de la se?ora Thatcher puede o¨ªr con devoci¨®n el Himno a la alegr¨ªa, el himno de la Uni¨®n Europea.
Ya aqu¨ª es donde quer¨ªa llegar. El Gobierno ha establecido la unidad entre distintas fuerzas. ?Sabr¨¢ Berlusconi sustituir la fidelidad de los grupos que han compuesto el cartel y la alianza por la disciplina de la instituci¨®n gobierno? Aqu¨ª reside el reto del nuevo Gabinete.
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