Un partido sin programa

John Smith, nacido en Escocia en septiembre de 1938, tom¨® las riendas del Partido Laborista, en julio de 1992, en medio de un paisaje devastado por la ¨²ltima derrota electoral. Neil Kinnock, su predecesor, se apart¨® deportivamente de la escena, sin amargura, asumiendo su responsabilidad en la cat¨¢strofe. Desde esa fecha, hasta su muerte la pasada semana, Smith luch¨® por la unidad de una fuerza pol¨ªtica dividida entre un sector tradicional, un tanto anquilosado por una vieja concepci¨®n del mundo como escenario de la lucha de clases, y un emergente sector de derecha ansioso por llegar al poder.Con tacto y sentido com¨²n, el fallecido l¨ªder consigui¨® sacar adelante a su maltrecha tropa. Pero ?a qu¨¦ precio? M¨¢s all¨¢ de los errores conservadores, no se produjo durante su liderazgo ninguna aportaci¨®n pol¨ªtica esencial capaz de justificar un cambio de opini¨®n en el electorado. Los laboristas estaban unidos, pero carec¨ªan pr¨¢cticamente de programa. Segu¨ªan siendo el partido de los maestros, las enfermeras y los sindicalistas.

Pero quiz¨¢s no el partido de los ahorradores, los inform¨¢ticos o los due?os de hoteles. Un partido unido que representa m¨¢s al sector p¨²blico que al sector privado. Un grave obst¨¢culo en el Reino Unido. El sucesor de John Smith tiene por delante la tarea de rellenar de ideas un programa repleto de buenas intenciones.