?El siglo de Beatrice?
La dimensi¨®n cient¨ªfico-tecnol¨®gica del mundo en que vivimos es tan diversa y cambiante, tan resbaladiza, que no sabemos nunca si, encantados por paisajes de grandes bellezas y posibilidades, no estamos a un paso de asomarnos a precipicios que nos atraer¨¢n irremediablemente. No es descubrir nada apuntar que el universo de las ciencias y tecnolog¨ªas biom¨¦dicas es particularmente sensible a fen¨®menos de este tipo.Acabo de leer un informe que me ha estremecido. En la India, en donde la familia de una novia todav¨ªa debe pagar a la del novio, existen compa?¨ªas que ofrecen pruebas de sexo a mujeres embarazadas, bajo el lema de "invierta 500 rupias ahora y ahorre 50.000 despu¨¦s". Un estudio llevado a cabo en 1986 en seis hospitales de Bombay revel¨® qu¨¦ de 8.000 abortos efectuados a mujeres a las que se le hab¨ªa realizado una amniocentesis (punci¨®n transabdominal del saco amni¨®tico para obtener l¨ªquido amni¨®tico, del que se pueden detectar enfermedades fetales, al igual que determinar el sexo del feto), todos menos uno eran fetos de hembras.
No se debe pensar que estas cuestiones se plantean ¨²nicamente en sociedades menos desarrolladas. En Londres se ha abierto hace poco una cl¨ªnica que pretende ofrecer a parejas la posibilidad de elegir el sexo de sus descendencias. La t¨¦cnica que emplea para separar el esperma masculino (con un cromosoma Y) del femenino (cromosoma X) es objeto de controversia, pero pocos dudan que pronto se desarrollar¨¢ una t¨¦cnica fiable de separaci¨®n de esperma. Y en ese momento surgir¨¢ una situaci¨®n nueva.
No es dif¨ªcil, naturalmente, imaginar diferentes escenarios posibles: las inescapables, no importa que sean misteriosas, leyes de la estad¨ªstica, dir¨¢n algunos, conducir¨¢n a que las preferencias de los progenitores se compensen, no alterando el "equilibrio de los sexos", o bien se producir¨¢n mecanismos autorregulatorios; abundar¨¢n m¨¢s los hombres, apuntar¨¢n otros, acaso estimulados por encuestas como la que se realiz¨® en Hungr¨ªa a finales de los a?os setenta (el 65% de las parejas que quer¨ªan tener s¨®lo un hijo prefer¨ªan que ¨¦ste fuese var¨®n; la proporci¨®n pasaba al 57% en el caso de que se planeara tener m¨¢s de uno, mientras que el 87% deseaba que el primer hijo fuese var¨®n). Y si abundan los hombres, ?no ser¨¢ la sociedad del futuro m¨¢s violenta, consecuencia ¨¦sta explorada literariamente por Amin Maalouf en su novela El primer siglo despu¨¦s de B¨¦atrice?
La posibilidad de elegir es, lo sabemos muy bien, uno de los pilares sobre los que se asienta la democracia; puede elegir aquel que es libre. Pero las fronteras entre las luces y las sombras no siempre son tan n¨ªtidas como desear¨ªamos. Elegir obliga a comparar, y esto en el caso de los sexos, puede significar una puerta abierta a la discriminaci¨®n; m¨¢s concretamente, puede empeorar la situaci¨®n de las ni?as y mujeres en la sociedad. Plante¨¢ndonos, simplemente, la cuesti¨®n de si un sexo es preferible al otro, estaremos a un paso de legitimar la discriminaci¨®n sexual.
Enfrentados ante semejante perspectiva, ?qu¨¦ actitud debemos tomar? ?Establecer restricciones al desarrollo cient¨ªfico, lo que es tanto como decir a la pr¨¢ctica de la ciencia? En casos como los que estoy mencionando puede, sin embargo, resultar dif¨ªcil y peligroso imponer trabas, a priori, al contenido de la investigaci¨®n cient¨ªfica sin correr el riesgo de afectar profundamente a su desarrollo. En las ciencias biom¨¦dicas, la distancia entre lo peligroso y lo beneficioso es peque?a y oscura.
Parece, por consiguiente, como si nos encontr¨¢semos en la dram¨¢tica situaci¨®n de ser capaces de prever consecuencias indeseables de nuestras acciones, estando al mismo tiempo imposibilitados de detener esas mismas actuaciones.
Existen, no obstante, remedios. Y como en tantos otros ¨¢mbitos, el mejor pasa por el debate abierto e informado. Someter las posibilidades cient¨ªfico-tecnol¨®gicas de que disponernos o, prevemos, dispondremos en el futuro a una prolongada, profunda, variada y extendida discusi¨®n, social y acad¨¦mica. Un procedimiento ¨¦ste que pasa, en primer lugar, por mejorar la educaci¨®n cient¨ªfico-tecnol¨®gica de los ciudadanos, as¨ª como por animar, diversificar y, en nuestro pa¨ªs, la mayor parte de las veces, crear foros (incluido en el Parlamento) en los que tales discusiones puedan tener lugar.
Y tras el debate y el an¨¢lisis hay que decidir, mediante acuerdos sociales (nacionales e internacionales), e introducir los instrumentos para que esas decisiones puedan ser llevadas a la pr¨¢ctica. Sin duda ser¨¢ dificil, acaso equivoco, decidir, pero no, en principio, m¨¢s de lo que es en los casos, que nos encontramos pr¨¢cticamente todos los, d¨ªas, en los que intervienen diversas partes (naciones incluso) con intereses encontrados. Es cierto que semejantes procedimientos de control pueden conducir a imponer condicionamientos, a posterior a la actividad cient¨ªfica, pero convendr¨ªa recordar que, aunque la ciencia y la tecnolog¨ªa sean productos admirables de la inteligencia humana, de los que nuestra civilizaci¨®n es profundamente deudora, no son valores supremos. En el mundo que viene, la ciencia y la tecnolog¨ªa -muy especialmente las biom¨¦dicas- probablemente llegar¨¢n a ser, si no todopoderosas, s¨ª enormemente capaces. Y como tal pueden constituir una extraordinaria fuente para la felicidad de la humanidad. Pero deber¨ªamos comprometernos en primer lugar con los derechos y valores b¨¢sicos humanos, sean ¨¦stos los que sean; esto es, los que la sociedad, mediante una discusi¨®n abierta, decida.
Los fundamentos ¨¦ticos de la vida humana se encuentran en las fuentes humanas. El albedr¨ªo moral y ¨¦tico, las opciones econ¨®micas, ecol¨®gicas, de todo tipo, en suma, son atributo de las personas, no de la ciencia ni del m¨¦todo cient¨ªfico; los beneficios de la ciencia van dirigidos a un mundo de personas, cuyo ser es -o parece ser- mucho m¨¢s que la suma total de sus componentes biol¨®gicos y fisicos.
es profesor titular de F¨ªsica Te¨®rica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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