Sin novedad, rumbo imperturbable
Fallaron, en apariencia, todas las quinielas. La ministra de Cultura ha cerrado finalmente la crisis sucesoria abierta en la direcci¨®n del Prado tras la dimisi¨®n de Francisco Calvo Serraller, con un nombre que nadie hab¨ªa barajado, ni a¨²n entre aquellos rumores m¨¢s cercanos al disparate que puedan haber circulado en estos d¨ªas.No quiero decir con ello, sin embargo, que la decisi¨®n adoptada carezca de l¨®gica; bien al contrario, con otros apellidos y distinto perfil, la opci¨®n final responde a una de las l¨ªneas apuntadas con insistencia en este "impasse" entre las soluciones posibles al caso. Pasada la sorpresa de ver a un arque¨®logo al frente de los destinos de nuestra principal pinacoteca -y no debieramos derivar, espero, conclusiones simb¨®licas - de un hecho tal- la figura de Jos¨¦ Mar¨ªa Luz¨®n, anterior responsable de la Direcci¨®n General de Bellas Artes, se ajusta a la idea de un gestor capaz de garantizar una navegaci¨®n sin sobresaltos, que libre de inquietudes tanto a la administraci¨®n como a la inercia del propio aparato del museo.
Concluye as¨ª, me temo, el tiempo de aquello- que Conrad defini¨® tan bellamente como "la leyenda de las ilusione?. Una joya irrepetible del calibre del Prado enfrenta la recta hacia el nuevo milenio aquejada por achaques sin n¨²mero, y una ausencia de dinamismo inconcebible en cualquier entidad de su categor¨ªa trascendental. Sus males vienen de lejos y est¨¢n fuertemente enquistados.
Burocracia
Para atajarlos hace falta mucho m¨¢s, me temo, que la rutina de una burocracia eficiente. Hace falta una l¨²cida imaginaci¨®n y valor y tiento para aplicar soluciones quir¨²rgicas. Una figura capaz de asumir, con brillantez y aut¨¦ntica libertad de criterio, sin reservas ni mezquindades, un reto as¨ª, sigue despertando, por lo que hemos visto, demasiados recelos e incomodidades, y desde demasiados bandos.Mientras, tal parece que el Ministerio de Cultura ha optado finalmente, con prudencia, por asegurarse que, en estos tiempos de tribulaci¨®n del fin de siglo, no le llegue desde el Prado sino la voz tranquilizadora del centinela y ha hecho en esta ocasi¨®n un cambio como aquel que aconsejaba el personaje de Lampedusa: "para que todo siga igual". Y, el Prado, as¨ª, a seguir su rumbo imperturbable, una vez m¨¢s, sin novedad.
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