Cartas
Tres veces, tres, he enviado mensajes a Cartas al director. La primera, hace unos cinco a?os, en respuesta a un art¨ªculo en su edici¨®n Internacional firmada por un ingl¨¦s, cuyo nombre no recuerdo, por su apasionada apolog¨ªa al Papa, que lo llev¨® incluso a exaltar la condici¨®n de polaco del pont¨ªfice en un contexto de reminiscencias antiisl¨¢micas. La segunda, hace un mes, en respuesta a Marina Subirats, por la evidente deshonestidad intelectual demostrada en su Machismos sumados, al tratar de descalificar a sus oponentes por razones de sexo y de afiliaci¨®n pol¨ªtica y por la aparente aberraci¨®n de los principios democr¨¢ticos que representa su tesis de cuotas de poder para mujeres. Y la tercera, la m¨¢s lograda y m¨¢s oportuna (la envi¨¦ antes de que se hubiera hecho oficial la noticia) a mi juicio, titulada Good bye, Tricky Dicky, con ocasi¨®n de la muerte de Richard Nixon, en la que hac¨ªa una menci¨®n, que considero in¨¦dita en estos medios, al Watergate econ¨®mico que este se?or, en connivencia con su amigo Bums, del Fondo Nacional de Reserva, cometi¨® en agosto de 1971 y del cual se desprendi¨® la onda monetarista que hasta hoy sigue asolando el mundo.Despu¨¦s de esta experiencia he hecho el firme prop¨®sito de no volver a escribir a Cartas al director, pues entiendo perfectamente que es el privilegio de ese diario publicar lo que le d¨¦ la gana y que es ¨¦sa una obligada secci¨®n de car¨¢cter meramente simb¨®lico. S¨®lo as¨ª se explicar¨ªa que a estas alturas de la crisis pol¨ªtica que vive el pa¨ªs, y concediendo que entre sus lectores se encuentran gentes de alto nivel y sensibilidad intelectual, todas las cartas publicadas sean tan consistentemente anodinas y no haya
aparecido todav¨ªa ninguna que cuestione temas tan preocupantes como, por ejemplo, el de cu¨¢l ser¨¢ el costo para la unidad y equilibrio nacional de la supervivencia de un Gobiemo cuyo ¨²nico apoyo son dos partidos: PNV y CiU, que carecen de proyecci¨®n nacional.-
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