Laberinto pol¨ªtico en Puerto Pr¨ªncipe
El Ej¨¦rcito y la ambig¨¹edad de EE UU complican la vuelta al pa¨ªs del l¨ªder exiliado
ENVIADA ESPECIAL La situaci¨®n pol¨ªtica en Hait¨ª est¨¢ en punto muerto. Las presiones internacionales para lograr el retorno del presidente leg¨ªtimo, Jean-Bertrand Aristide, chocan contra un muro formado por el Ej¨¦rcito, los empresarios y la peque?a clase acomodada, que no est¨¢n dispuestos a afrontar de nuevo a un iluminado. Esto, unido a la ambig¨¹edad con que Estados Unidos maneja la crisis, hace pensar que la vuelta de Aristide puede dilatarse m¨¢s de lo previsto.
Aristide, exiliado en Washington tras su derrocamiento en 1991, s¨®lo ejerce de cara al exterior. El tiempo, la distancia y las angustias generadas por el embargo parecen haber matado los fervores hacia su persona. Las apariciones con trajes caros y las peticiones a favor del endurecimiento del bloqueo lo han alejado de los que le votaron.
En Hait¨ª, su ¨¢lter ego, Emile Jonassaint, de 81 a?os, impuesto ilegalmente por el general golpista Raoul C¨¦dras, acaba de componer un Gobierno que ning¨²n pa¨ªs, salvo el Vaticano, ha reconocido. Paralelamente, otro Gobierno, el leg¨ªtimo, se re¨²ne en casa del primer ministro, Robert Malval, para seguir rigiendo los destinos de un pa¨ªs que no existe. Malval dimiti¨® despu¨¦s de que C¨¦dras violara el acuerdo de isla del Gobernador que en teor¨ªa iba a permitir el retorno de Aristide. Su figura es, constitucionalmente, la de primer ministro interino, ya que Aristide no ha nombrado a¨²n un sucesor.
Las v¨ªas, cerradas
Las v¨ªas de di¨¢logo con los militares est¨¢n cerradas. Las alternativas estudiadas por el Frente Nacional por el Cambio Democr¨¢tico (FNCD), coalici¨®n que apoya a Aristide, son reducidas. "Una invasi¨®n militar perjudicar¨ªa a todos, tanto a C¨¦dras como a Aristide, que no creo que desee convertirse en el nuevo Endara [el mandatario t¨ªtere aupado por Estados Unidos tras invadir Panam¨¢]", explica Paul Evans, carism¨¢tico alcalde de Puerto Pr¨ªncipe y exiliado en su propia ciudad tras el golpe de Estado." Adem¨¢s, las fuerzas internacionales querr¨ªan quedarse para reorganizar el pa¨ªs y eso generar¨ªa problemas", a?ade Evans.
Para los opositores a C¨¦dras, el acuerdo de isla del Gobernador, que prev¨¦ el retorno, de Aristide, es la ¨²nica soluci¨®n. Observadores consultados lo consideran, en cambio, letra muerta. "Aristide no vuelve. Primero, porque ¨¦l no quiere, porque est¨¢ muy c¨®modo en Washington y sabe que si regresa aqu¨ª no dura dos d¨ªas. Segundo, porque nadie desea que vuelva, ni el r¨¦gimen, ni Estados Unidos, ni sus partidarios", comenta un embajador europeo.
La verdad es que nadie en Hait¨ª ha podido olvidar las arengas de Aristide en las que instaba a las masas a asaltar a los potentados y se regodeaba con el olor a carne quemada (en recuerdo de muchos tonton macoutes, las fuerzas militares del duvalierismo, que murieron calcinados dentro de neum¨¢ticos tras la ca¨ªda de Baby Doc). "La democracia no lleg¨® en los siete meses de Aristide. Los derechos humanos se violaron igual que siempre. ?l hizo mucho da?o moral, porque propon¨ªa un cambio que exig¨ªa un sacrificio que el pa¨ªs no pod¨ªa pagar", dice un dirigente del conservador Movimiento por la Instauraci¨®n de la Democracia.
El retorno de Aristide no garantiza que Hait¨ª pueda levantar cabeza, dicen funcionarios internacionales. "Nunca tuvo programa pol¨ªtico, era un populista y nombr¨® a un Gobierno poco preparado".
En medio del estancamiento, los ojos se vuelven a Estados Unidos. Ni los m¨¢s expertos logran explicarse su estrategia, condicionada como est¨¢ por la lucha pol¨ªtica interna norte americana. A Washington nunca le gust¨® la idea de tener a una figura como Aristide al frente de un pa¨ªs tan pr¨®ximo a Cuba. La CIA apoy¨® su derrocamiento. Con el cambio de Administraci¨®n vino la decisi¨®n de democratizar Hait¨ª. "Estados Unidos no puede permitirse este precedente en una zona caliente como ¨¦sta, con pa¨ªses tan inestables como Guatemala, Venezuela o Colombia", seg¨²n un diplom¨¢tico latinoamericano. "Clinton quiere que Aristide vuelva, pero eso no significa que de pronto lo amen, sino que los problemas haitianos afectan a su Administraci¨®n m¨¢s de lo previsto", dice Paul Evans.
Algunos observadores consideran que Estados Unidos lleva una pol¨ªtica dilatoria mientras busca entre los cuadros pol¨ªticos haitianos un sustituto para Aristide, cuyo mandato termina en febrero de 1996. "Nunca aceptaremos una soluci¨®n que no pase por Aristide. No se trata de un problema entre personas, es un problema de legitimidad. El pueblo lo ha votado y no es una cuesti¨®n de alternativa", asegura Evans.
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