La fiesta de siempre
Murteira / Jim¨¦nez, Pauloba, Gon?alvesToros de Murteira Grave, con trap¨ªo, mansos y dificultosos, excepto 4? y 5?.
Mariano Jim¨¦nez: media ca¨ªda (palmas); media atravesada cerca del brazuelo (pitos). Luis de Pauloba: dos pinchazos hondos, dos pinchazos -aviso con retraso- y cuatro descabellos (aplausos); pinchazo y estocada corta (ovaci¨®n y salida al tercio). Jos¨¦ Luis Gonjalves, que confirm¨® la alternativa: cuatro pinchazos y estocada ladeada (silencio); pinchazo, otro hondo perpendicular, pinchazo, cinco descabellos -aviso- y dos descabellos (pitos). Se guard¨® un minuto de silencio por el picador Rafael Atienza muerto en accidente.Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 16? corrida de feria. Lleno.JOAQU¨ªN VIDAL
Fue una corrida de toros, ni m¨¢s ni menos. Una corrida de toros como las de siempre, aquellas que eran habituales hace un par de d¨¦cadas; ni buenas ni malas -que eso depedir¨ªa del g¨¦nero y del n¨²mero-, pero siempre argumentadas y emocionantes. Una corrida de toros seria que lidiaron con orden y concierto toreros cabales, cual sol¨ªan ser toda la vida, hasta que se puso de moda esa concepci¨®n hortera de la fiesta, que confunde poder¨ªo con ventaja, arte con cursiler¨ªa, toro con borrega.
Una corrida de toros impresionantes por su triap¨ªo, y nada mas aparecer ya los estaban lanceando los espadas a despecho de arreones y cargando la suerte. Mariano Jim¨¦nez instrument¨® a su primero unas ver¨®nicas torer¨ªsimas y tambi¨¦n Jos¨¦ Luis Gongalves a los suyos, repetidas despu¨¦s en quites y rematadas con medias ver¨®nicas de categor¨ªa.
Los primeros tercios transcurrieron asimismo ordenados a pesar de las complicaciones que planteaba la mansedumbre del ganado, pues los tres espadas llevaron la lidia con acierto, y en estos menesteres destac¨® la facilidad capotera de Mariano Jim¨¦nez, que movi¨® los toros con eficaces y gustosos lances.
Las cuadrillas tambi¨¦n tuvieron una actuaci¨®n ejemplar: cada pe¨®n en su sitio, esmer¨¢ndose en la brega y entrando con valent¨ªa a banderillas. Algunas excepciones se produjeron, naturalmente -que nada hay perfecto- y entre ellas hay que incluir a los picadores, fieles a su vicio de meterles ca?a a los toros haci¨¦ndoles la carioca.Da cierto reparo insistir sobre estas tropel¨ªas habituales en las plazas montadas, que ejercen una intolerable dictadura sobre la fiesta, cuando el picador Rafael Atienza acaba de morir en un accidente. P¨²blico y toreros de Las. Ventas le dedicaron su homenaje, estos haciendo descubiertos el pase¨ªllo, todos guardando un minuto de silencio. En cambio la banda no se priv¨® de tocar el pasodoble. Deber¨ªa saber su director que en estos casos el pase¨ªllo se hace en silencio tambi¨¦n, sin m¨²sica ni gaitas.
El rito de la fiesta se guardaba rigurosamente en aquellos a?orados tiempos que recuper¨®, inesperadarnente, la corrida de Murteira. Hasta, el p¨²blico parec¨ªa otro. Seguramente era distinto al que llena la plaza y da la lata en las tardes de figuritas. Hab¨ªa pitos si tocaban pitos, palinas si palmas, y, en fin, un seguimiento puntual y respetuoso de todas las facetas de la lidia.?Exigen respeto para sus privilegiadas personas las figuras? Pues ah¨ª tienen la f¨®rmula: presentarse con una corrida seria; torearla como Dios manda. Que as¨ª hicieron los diestros esta aut¨¦ntica tarde de toros: unos mejor y otros peor, mas los tres con la verdad por delante, los tres dando la cara, los tres cargando la suerte.
Los tres con la verdad por delante pese a que se les ven¨ªa encima la embestida dura e incierta (le los Murteira. Ninguno se libr¨® de un toro as¨ª y a Jos¨¦ Luis Gon?alves le correspondieron dos, que traste¨® con vista y aplomo.
Parad¨®jicamente, Mariano Jim¨¦nez -banderillero f¨¢cil en su lote- estuvo m¨¢s centrado con el toro malo, cuyas intemperancias aguant¨® sereno, que con el bueno. Un toro noble y repetidor, el cuarto, al que mulete¨® desacompasado, sin mando ni temple, y se le fue sin torear.Pauloba, valeroso frente a la violencia del tercer toro, al que sac¨® enjundiosas tandas de redondos, tampoco cog¨ªa el temple al quinto hasta que se ech¨® la muleta a la izquierda y le embarc¨® por naturales de irreprochable hondura.A Jos¨¦ Luis Gon?alves, el sexto -un gal¨¢n de apaballuante arboladura- de poco le arranca el corbat¨ªn de un ga?af¨®n y, pues se le colaba, hubo de ali?arlo. Luego lo mat¨® fatal, que esa es distinta cuesti¨®n. Y entonces fue un espectador y le grit¨®: "?No te volver¨¢ a salir otro toro tan bueno en tu vida!". Seguramente era un espectador de la nueva ola. Un afecto a la tauromaquia ventajista, cursi y hortera, que debi¨® confundir el d¨ªa, angelico m¨ªo.
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