La resaca de una reforma
JULI?N ARIZA RICOEl autor sostiene que los sindicatos est¨¢n emplazados a buscar salidas, teniendo en cuenta los efectos irreversibles de una reforma laboral que cambia sustancial mente las relaciones industriales.
Pocos d¨ªas antes de la huelga general del pasado 27 de enero se celebr¨® un pleno del Congreso de los Diputados que tir¨® abajo las enmiendas a la totalidad al proyecto de ley que reforma dr¨¢sticamente el mercado de trabajo. Aquel pleno ten¨ªa, sobre todo, un triple objetivo: disuadir a los trabajadores de su participaci¨®n en la huelga, hacer irreversibles los contenidos b¨¢sicos de la reforma y aislar pol¨ªticamente a los sindicatos.El primero de los objetivos no se cumpli¨®. Los otros dos s¨ª. En coherencia con ello, ha ocurrido que en el tr¨¢mite parlamentario el proyecto de ley se ha modificado a peor, am¨¦n de haber conseguido el Gobierno ampliar la frustraci¨®n de amplias masas de trabajadores y debilitar el poder de los sindicatos. Poder que, pese a nuestra representatividad y capacidad de convocatoria, ha sido siempre d¨¦bil en nuestro pa¨ªs.
Los sindicatos estamos hoy, pues, sin posibilidad real de negociar con el Gobierno y a los pies de los caballos de la patronal. Tiene mucho que ver la reforma del mercado de trabajo.
Vaya por delante que en este estado de cosas es admisible que a nosotros se nos pueda imputar alguna cuota de responsabilidad, en cualquier caso, muy peque?a comparada con la de los dem¨¢s. Quiz¨¢ por no haber calibrado bien nuestras propias fuerzas. Lo cual no significa que careci¨¦ramos de s¨®lidas razones para obrar como lo hemos hecho. Pero dicho esto, llama la atenci¨®n la insuficiente ponderaci¨®n por parte del partido del
Gobierno sobre los efectos ideol¨®gicos y pol¨ªticos de esa creciente frustraci¨®n de masas de trabajadores, que viene de bastante atr¨¢s, y de esa situaci¨®n del movimiento sindical. Efectos que antes y ahora se han querido medir con el baremo de los resultados en las elecciones pol¨ªticas. Es posible que el pragmatismo en la acci¨®n de gobierno, junto a la insolvencia de la oposici¨®n, explique la permanencia en el Gobierno durante todo este tiempo. Incluso hoy, la ninfoman¨ªa pol¨ªtica de la derecha, a la que se le nota una enfermiza avidez de poder, podr¨ªa ser un paliativo al fuerte retroceso que al PSOE se le vaticina el 12 de junio. Pero ocurra lo que ocurra en las urnas, lo incuestionable es que el pragmatismo elevado a categor¨ªa ideol¨®gica y el proceso que ha conducido, a la actual situaci¨®n de trabajadores y sindicatos puede ser una bomba de relojer¨ªa para el futuro del pensamiento y de los objetivos,de la izquierda.
No sabr¨ªa medir el efecto electoral pasado o futuro del alejamiento de decenas de miles de cuadros y militantes de base del movimiento sindical de un m¨ªnimo compromiso partidario -de los m¨¢s de doscientos mil miembros de comit¨¦s de empresa y delegados de personal elegidos en las elecciones sindicales de 1990, ?cu¨¢ntos militan en partidos pol¨ªticos?- Tampoco conozco la importancia cuantitativa que en la captaci¨®n de votos tiene que quienes conservan el carn¨¦ del PSOE no se atrevan a defender p¨²blicamente a su partido entre sus compa?eros de trabajo, salvo honrosas excepciones. Pero s¨ª s¨¦ que ese alejamiento y esa inhibici¨®n, en la medida que tienden a secar uno de los nutrientes esenciales de un partido de la izquierda, acaban afectando a su pensamiento, a su praxis y hasta a su propia identidad. La abierta opci¨®n a favor de las reivindicaciones de la CEOE es buena prueba de lo que digo.
Y a la inversa. La justificable carencia de referencias pol¨ªticas del grueso de los militantes de base y cada vez mayor n¨²mero de cuadros y activistas sindicales no augura lo mejor para el sindicalismo entroncado con los viejos y vigentes valores de la izquierda.
Ignoro tambi¨¦n la magnitud del efecto que en sus preferencias electorales tenga o pueda tener la percepci¨®n que de su personal situaci¨®n sienten los millones de trabajadores con contratos precarios. Lo que s¨ª sabemos los sindicatos es que se consideran. trabajadores de segunda. Sabemos tambi¨¦n que la l¨®gica primac¨ªa que otorgan a la renovaci¨®n de su contrato les aparta de todo v¨ªnculo estable con los sindicatos y les impulsa a la "identificaci¨®n" con la empresa, aparte obligarles a competir con sus propios compa?eros. Sabemos que en su ejercicio de supervivencia laboral buscan soluciones individuales, etc¨¦tera. Todo ello es claramente detectable en las, peque?as empresas, donde hoy son ya mayor¨ªa absoluta los as¨ª contratados. Con la reforma laboral, su n¨²mero va a crecer espectacularmente. Con tales ingredientes, potenciados por la acci¨®n de este Gobierno, los valores y las identificaciones con la izquierda, retroceden a ojos vistas. El argumento de que a¨²n es m¨¢s nocivo el desempleo podr¨ªa valer si no fuese por la m¨¢s que razonable duda sobre la eficacia de la precariedad de los contratos y el empeoramiento de las condiciones laborales en la lucha contra el paro.
Cabr¨ªa tambi¨¦n reflexionar si favorece las ideas de izquierda la violencia que se observa en ciertos conflictos y el que poco a poco siga increment¨¢ndose la lista de minisindicatos en algunas grandes empresas. ?Est¨¢ vacunado nuestro pa¨ªs frente a la proliferaci¨®n de cobas al estilo italiano?
Podr¨ªan enumerarse muchos m¨¢s ejemplos. Pero basta con lo expuesto para transmitir la naturaleza de nuestras inquietudes. Si acaso a?adir que esta situaci¨®n es buen caldo de cultivo para la aparici¨®n de voces sueltas que ponen en duda la bondad de la unidad de acci¨®n o los resultados pr¨¢cticos de la autonom¨ªa sindical. Aunque es muy dif¨ªcil que prosperen, el hecho de que afloren estas dudas es un mal s¨ªntoma, no s¨®lo para el sindicalismo, sino para la izquierda.
Digamos, para terminar, que en todo caso los sindicatos estamos emplazados a buscar salidas, teniendo en cuenta lo irreversible, al menos durante un tiempo indeterminado, de una reforma laboral que cambia sustancialmente el anterior marco de relaciones industriales. Algunas iniciativas negociadoras son impensables mientras no se resuelva la crisis pol¨ªtica derivada del salto cualitativo que ha tomado el problema de la corrupci¨®n.. Si se saldara con un cambio progresista en la orientaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica y social, con un nuevo gobierno que ampliara sus apoyos hacia la izquierda, el panorama abrir¨ªa mejores expectativas para el sindicalismo y para el futuro de la izquierda. Pero sea como fuere, no cabe duda que debemos afinar en la definici¨®n de una estrategia capaz de traducir la defensa de los intereses de los trabajadores en asociacionismo de ¨¦stos, en vertebraci¨®n, en mayor presencia sindical en las empresas. Es el quid de la cuesti¨®n. Sin resolver este problema, estar¨ªamos abocados a no tener otra alternativa que la de resistir. Debemos ser capaces, con todos los ajustes y modulaciones en nuestra pr¨¢ctica que sean posibles, de evitar que ¨¦sa sea la alternativa.
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