El pueblo o de los malditos
Los colaboracionistas ¨¢rabes en con pavor la autonom¨ªa palestina ante un posible ajuste de cuentas
Para ser un hombre que se ha ganado la vida hablando y se las ha arreglado para conservar el pellejo a base de peligrosas indiscreciones, el palestino Hasan Han¨²n ¨²ltimamente no est¨¢ muy comunicativo. Sentado en el suelo de su casa en Dahaniya, una aldea cerca de la frontera entre Israel y Egipto, Han¨²n, un cincuent¨®n de rostro adusto y m¨¢s conocido como Abu Yusef, fuma en silencio y deja que su mujer, una rolliza palestina enjoyada llamada Um Mohamed, act¨²e como portavoz no s¨®lo de ¨¦l, sino de la mayor¨ªa de los ¨¢rabes que viven bajo la protecci¨®n del Ej¨¦rcito israel¨ª porque sus cabezas tienen precio.Los agentes, esp¨ªas y colaboracionistas ¨¢rabes de Israel est¨¢n asustados. Con la llegada de la autonom¨ªa palestina ven venirse un ajuste de cuentas. que promete ser sangriento. "Nos iremos a vivir a Israel", dice Um Muliamed. "All¨ª estaremos seguros. Yo prefiero mil veces vivir con los jud¨ªos que con estos ¨¢rabes asquerosos".
Dahaniya, con sus calles pavimentadas y limpias, casas bien pintadas sobre las que se mecen al viento antenas de televisi¨®n y donde nadie parece tener trabajo, es una especie de lazareto pol¨ªtico. Aqu¨ª viven cerca de doscientos colaboracionistas con sus familias. Es una comunidad todo menos arm¨®nica. Fundada en 1974, la aldea primero cobij¨® a ¨¢rabes que espiaban en Egipto. Luego, con el advenimiento de la rebeli¨®n palestina en 1987, se convirti¨® en refugio para los agentes de Gaza. Entre la primera generaci¨®n de esp¨ªas y la segunda existe una hostilidad tan patente como los muros y las alambradas que rodean Dahaniya. "Esta gente es la escoria", masculla un residente de Dahaniya apuntando hacia la casa de uno de los colaboracionistas. En el patio de la casa de Abu Yusef, sus hijos han comenzado a recolectar las piedras que les arrojan sus vecinos.
Seg¨²n el acuerdo de autonom¨ªa palestina firmado en El Cairo el mes pasado, la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP) de Yasir Arafat debe comenzar a estudiar una amnist¨ªa para los traidores. Pero nadie tiene fe en el perd¨®n ni en la magnanimidad de Arafat.
"Mucha gente ha muerto o ha ido a parar a las c¨¢rceles de Israel gracias a estos desgraciados", afirma un militante palestino en Gaza. "Ahora que se van a ir los israel¨ªes, estos traidores deben pagar por sus delitos".
De momento, ese objetivo est¨¢ lejano. Israel parece decidido a seguir brindando protecci¨®n a centenares de colaboracionistas asentados en ciudadelas especiales en Gaza y cerca de la aldea cisjordana de F¨¢hme, al sur de Jen¨ªn.
La sola menci¨®n de la palabra "amnist¨ªa" provoca risas. "?C¨®mo vamos a creer a estos malditos ¨¢rabes asesinos?", dice Uni Mohamed mientras su marido la observa en silencio. "En cuanto se vayan los israel¨ªes, nos marcharemos tras ellos. Quedarse aqu¨ª es un suicidio".
La cuesti¨®n de los colaboracionistas se ha convertido en un nuevo punto de fricci¨®n entre la OLP y sus principales rivales, las poderosas fuerzas del movimiento isl¨¢mico Ham¨¢s. Bajo fuerte presi¨®n de las organizaciones leales a Arafat, Ham¨¢s acept¨® hace diez d¨ªas una tregua en su campa?a contra los agentes de Israel. Pero los acuerdos entre la OLP y sus rivales duran poco. Hace cuatro d¨ªas, los habitantes de la ciudad de Gaza constataron que Ham¨¢s no perdona. Los cad¨¢veres de dos colaboracionistas aparecieron colgados de farolas. "Son salvajes. Son animales", exclama Um Mohammed. "?Qui¨¦n en sus cabales va a someterse a un tribunal palestino? ?Qui¨¦n puede creer que la amnist¨ªa va a ser real?".
Fayez Hawari, uno de los m¨¢s notables agentes, desenfunda un cuchillo y dice que, en ¨²ltima instancia, si Israel no absorbe a los colaboracionistas y los traslada a su territorio, tendr¨¢ que defenderse solo. "?Que vengan, que vengan a por m¨ª esos sucios ¨¢rabes! Ya ver¨¢n qui¨¦n es hombre y qui¨¦n es un asesino", declara a gritos, blandiendo su arma y lanzando insultos contra "Arafat y su banda de g¨¢nsteres ¨¢rabes". "Yo me quedo con los jud¨ªos. Son m¨¢s organizados", dice.
En Dahaniya, por supuesto, nadie parece dispuesto a hablar de los motivos que les indujeron a buscar asilo bajo el ala del Ej¨¦rcito israel¨ª. "Mejor no hablar de esas cosas", dice Abu Yusef. "Lo que s¨ª puedo jurar es que lo que hacen ellos, los palestinos de Arafat, es mucho peor que lo que pudimos haber hecho nosotros".
Extrae una foto de su hijo Jam¨ªs, muerto a los 27 a?os. "Estos malvados ¨¢rabes lo detuvieron en Gaza hace dos meses acus¨¢ndole de ser esp¨ªa. Quer¨ªan informaci¨®n sobre m¨ª. Le torturaron, le arrancaron las u?as y los ojos. Luego le mataron atraves¨¢ndole el t¨®rax con una barra de hierro".
?Que har¨ªa Abu Yusef si un d¨ªa se encontrara a solas con Arafat? "Yo no le har¨ªa jam¨¢s lo que su gente ha hecho con mi hijo. Eso s¨ª, si me lo encontrara cara a cara, le cortar¨ªa a pedazos, le arrancar¨ªa las entra?as".
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