Prat y el Ateneo de Madrid
Cuando yo estaba en la junta de gobierno del Ateneo sol¨ªa instar a Prat a que acelerase la redacci¨®n de sus memorias. "Estoy en ello, estoy en ello...", aseguraba, pero no se le ve¨ªa muy volcado en la tarea, quiz¨¢ por cansancio f¨ªsico. Esto ser¨ªa a finales de 1990. Su salud se resent¨ªa y pasaba algunos periodos sin aparecer por el Ateneo. En los a?os siguientes, los achaques le manten¨ªan alejado con mayor frecuencia. Por entonces, seg¨²n sus palabras, estaba escribiendo sobre la amarga ¨¦poca en que ¨¦l, con otros muchos, vencidos de la guerra, ya en el exilio, intentaba embarcarse para Am¨¦rica.Si consigui¨® terminar sus memorias, o incluso parte de ellas, han de ser un documento del mayor inter¨¦s. ?l pertenece a esa generaci¨®n que se acerca ya al l¨ªmite material de sus d¨ªas y que, tomada en conjunto, tan parca ha sido en dejarnos sus recuerdos e impresiones. Una generaci¨®n testigo y protagonista de la Rep¨²blica, la guerra, el exilio y la vuelta a Espa?a, tantos a?os m¨¢s tarde. Tiempos duros y tambi¨¦n apasionantes, cuyo relato de primera mano ha de resultar instructivo para los j¨®venes y menos j¨®venes actuales, de vida e ideales tan romos, al menos en apariencia.
M¨¢s importante que los sucesos es la calidad de quien los vive, y a Prat no le faltaba calidad moral e intelectual, de hombre activo y comprometido. Vuelto a Espa?a, su actitud y sus palabras eran lo m¨¢s alejado del fanatismo o del revanchismo. Es probable, sin embargo, que se sintiera algo desfasado en algunos aspectos. "Don Jos¨¦ quiere adaptarse al mundo actual, pero no lo entiende en absoluto", o¨ª comentar con cierta dureza a un directivo atene¨ªsta. Y quiz¨¢ tuviera algo de raz¨®n. Prat estaba "chapado a la antigua", y en ¨¦l valores como el respeto a la intimidad, la rectitud moral o el patriotismo estaban muy acentuados; ten¨ªa que serle poco agradable la falta de pudor y el aturdimiento que dominan la vida ahora, y dif¨ªciles, a veces, de soportar desde la impotencia de la vejez.
Prat fue un gran atene¨ªsta tambi¨¦n a la antigua y buena usanza. En una de las poco fruct¨ªferas campa?as que emprend¨ª por promover el esp¨ªritu atene¨ªsta escrib¨ª: "Diversos pa¨ªses y ¨¦pocas diferentes han producido su tipo de hombre.
Es arduo definir qu¨¦ sea eso, pero se supone que nos entendemos cuando hablamos, por ejemplo, del hombre del renacimiento, del hidalgo, el victoriano, el ilustrado y hasta del hombre nuevo del comunismo y otras utop¨ªas".
Aproximadamente en este sentido deb¨ªa de hablar Fraga Iribarne refiri¨¦ndose a Prat en un homenaje a nuestro presidente: "Hab¨ªa sido secretario del Ateneo de Madrid... y esto le confer¨ªa una personalidad de alto nivel intelectual".
Sin embargo, Prat ha tenido mala suerte con el Ateneo. Le tocaron tiempos calamitosos y juntas realmente impresentables, en las que cualquier ni?ato, alzado a directivo por desinter¨¦s de los socios hacia la instituci¨®n, le gritaba destempladamente y hasta le insultaba, en unas sesiones en verdad miserables.
Yo pens¨¦ en dimitir, pero ¨¦l no lo admit¨ªa: "No se puede dimitir tan f¨¢cilmente; hay que cumplir el mandato hasta el final". "A m¨ª me gusta la pelea, se?or Prat, pero esto es tan s¨®rdido...".
No apreciaba las dimisiones, pues. Un d¨ªa, un socio algo exaltado le increp¨®: "Voy a denunciar en el Ateneo que es usted un antimarxista" (a¨²n no hab¨ªa ca¨ªdo el muro por excelencia). "?De toda la vida, hijo, de toda la vida!", contest¨® Prat de buen humor. "?Pedir¨¦ su dimisi¨®n!", insisti¨® el otro. Y Jos¨¦ Prat, con una sonrisa en los labios: "No se desanime, a ver si lo consigue". Pero en su resistencia a dimitir hab¨ªa voluntad de servicio al Ateneo. No es un cumplido: la ex docta casa, tal como est¨¢, aportaba a Prat poco m¨¢s que disgustos; en cambio ¨¦l s¨ª aportaba a la instituci¨®n su prestigio, su altura intelectual y un muy apreciable aroma a las glorias pasadas.
?l ha salvado, en lo posible, la imagen del Ateneo en una ¨¦poca de decadencia que no ha sido culpa suya y a la que ¨¦l sirvi¨® de freno.
Como se ve, su actitud ante la dimisi¨®n tiene muy poco que ver con la de otros pol¨ªticos.
Reconozco que, indignado ante las cosas que pasaban, no supe a veces entender la postura de Prat, siempre conciliadora y apelando al buen sentido, aun si ¨¦ste, ante la realidad, se quedaba en ret¨®rica.
Prat ha muerto como presidente del Ateneo, al que tanto quiso. Deseo creer que no quedar¨¢ para nuestra historia cultural como la ¨²ltima reliquia de un gran pasado, sino como est¨ªmulo para emularlo.- Ex bibliotecario del Ateneo de
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