Fuera de juego
BRUTAL TERRIBLE. Dos estudiantes asesinan en Madrid a un hombre "d¨¦bil, gordito y mayor" porque as¨ª ten¨ªa que ser la v¨ªctima de un juego de rol que los homicidas, se hab¨ªan inventado y al que hab¨ªan a?adido el tr¨¢gico aliciente del verismo. En este caso es relativamente f¨¢cil anticiparse a cualquier diagn¨®stico m¨¦dico y sospechar, sin necesidad de mucha osad¨ªa, que este par de estudiantes presenta alg¨²n serio quebranto ps¨ªquico. De ellos es la responsabilidad del crimen.El hast¨ªo originado en una falta total de valores u otros factores externos pueden haber facilitado su deformaci¨®n. Pero el grado de deshumanizaci¨®n que se hace patente en el relato del crimen, escrito por uno de ellos, tiene que tener or¨ªgenes m¨¢s profundos. Se antoja inconcebible la ausencia absoluta de piedad, de compasi¨®n, de estos j¨®venes urbanos. Todas las ¨¦pocas y todas las sociedades han producido criminales capaces de monstruosidades. Pero la banalidad y ligereza con que estos dos chicos torturan hasta la muerte a un viandante elegido al azar son aterradoras.
Los juegos de rol son apuestas donde los jugadores han de ser fieles a la l¨®gica del mundo y los personajes que se proponen. Este tipo de juegos no son en s¨ª perniciosos. Todo lo contrario, fomentan la socializaci¨®n de los individuos y aunque establecen una lucha competitiva para superar un universo hostil, s¨®lo la cooperaci¨®n de los miembros del equipo puede resolverla. Se trata de una l¨®gica que a veces se extrae de la literatura, y en muchas otras ocasiones de una voluminosa bibliograf¨ªa que ha creado este sector de la industria del ocio.
El tremendo salto que han dado estos dos j¨®venes al querer vivir en la realidad los cr¨ªmenes de la ficci¨®n parece responder a una necesidad que, aunque existente, no puede funcionar como mecanismo atenuante. Los grandes fabricantes de ficci¨®n, y en especial aquellos que utilizan tecnolog¨ªas m¨¢s convincentes -desde el cine hasta la realidad virtual-, est¨¢n proponiendo obviamente unos mundos que nada tienen que ver con la rutina de la vida cotidiana. En algunos casos transmiten mensajes altamente preocupantes: la victoria a cualquier precio, la violencia como soluci¨®n y el trato admirativo a h¨¦roes sin otro discurso que el de la sangre, etc¨¦tera. Pero no se puede culpar a todos de que dos jugadores se hayan convertido en homicidas. Es m¨¢s, el juego se define por ser una actividad separada de la realidad, que propone situaciones imaginarias para poder indagar, aprender, de ah¨ª el rendimiento que ha tenido en el terreno cient¨ªfico.
Esta pareja de homicidas se han puesto, por eso mismo, fuera de juego. Su necesidad responde a un analfabetismo menos vistoso, pero m¨¢s grave, por inadvertido, que el de no saber trazar cuatro. garabatos. Es el analfabeto que no sabe aprovechar la vida, sus muchos poliedros, y necesita aderezarla con una ficci¨®n hecha realidad, y asesina por a?adidura. El aterrador diario de uno de los asesinos, que envidiar¨ªa cualquier autor del realismo sucio, demuestra hasta qu¨¦ punto son capaces de describir con un pat¨¦tico ali?o literario el crimen que han cometido y c¨®mo han borrado la diferencia entre dos mundos: entre un deg¨¹ello cinematogr¨¢fico y la matanza gratuita de un pobre peat¨®n. El lenguaje que usan es el mismo. Mucha literatura y mucho cine se basa en la identificaci¨®n del p¨²blico con sus personajes. Ser culto, entre otras cosas, quiere decir saber fijar la frontera de ese juego. Cosa que este par de criminales no ha sabido hacer.
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