Brindis para un abstemio
Vivimos estos d¨ªas en pleno fragor de la campa?a para las elecciones al Parlamento Europeo. Todo proceso electoral puede verse como el esfuerzo ritual de una minor¨ªa enardecida para hacer part¨ªcipe de su entusiasmo a una mayor¨ªa que se supone expectante.En este caso, la minor¨ªa, compuesta por los candidatos, los militantes que los jalean y los medios de comunicaci¨®n que recogen, subrayan y comentan los lances de la campa?a, ha logrado trasladar con ¨¦xito una parte del mensaje: el antagonismo de los protagonistas. Est¨¢ claro que el PP no es partidario del Gobierno y viceversa. Los dem¨¢s partidos se desga?itan para recordarnos que estas elecciones no son una confrontaci¨®n bipartidista y, de paso, se presentan como una opci¨®n para matar dos p¨¢jaros de un tiro. La pelea forma parte de la liturgia electoral y es una v¨¢lvula de desahogo colectivo. Pero el ardor guerrero margina lo que no arrastra, desanima a quienes son incapaces de dejarse llevar por la ret¨®rica de la barricada.
Entre mis amigos, los hay que tienen claras sus preferencias pol¨ªticas, pero no consiguen horrorizarse ante la visi¨®n del triunfo del adversario ni se entusiasmar¨¢n ante la victoria de sus propias opciones. Si votan, que se lo est¨¢n pensando, no lo har¨¢n para castigar al otro, sino ¨²nicamente si su voto es ¨²til para ellos mismos. Son abstemios, en un doble sentido: tienen tendencia a abstenerse en caso de duda y no suelen perder la cabeza con las burbujas de la campa?a.
?Qu¨¦ argumentos pueden, animar al abstemio en estas elecciones? Pongamos las cosas en perspectiva. De estas elecciones saldr¨¢n 64 diputados espa?oles a un Parlamento Europeo formado por 567 diputados de os 12 Estados miembros, a los que m¨¢s tarde se a?adir¨¢n 72 representantes de Austria, Finlandia, Suecia y Noruega, si, como espero, ratifican su adhesi¨®n. Es decir, nos corresponde elegir el 10% de la Asamblea de la Uni¨®n ampliada. Por otra parte, pr¨¢cticamente todos los partidos democr¨¢ticos con representaci¨®n parlamentaria en Espa?a comparten, con distinto ¨¦nfasis, su visi¨®n sobre el futuro de Europa y coinciden en descartar cualquier otra alternativa para Espa?a. Esto es, sin duda, malo, para la campa?a electoral porque hace m¨¢s dif¨ªcil centrar el debate sobre diferencias de fondo en cuanto a Europa. Pero es bueno para Espa?a. Es un activo nacional que nos ha permitido hasta ahora acentuar nuestra influencia.
A esta coincidencia esencial se a?ade otra: la seriedad, tenacidad y discreci¨®n con la que han defendido hasta ahora los eurodiputados espa?oles los intereses leg¨ªtimos de Espa?a en Europa. En la pasada legislatura, algunos han ejercido importantes responsabilidades, como la propia presidencia del Parlamento, de comisiones y delegaciones, contribuyendo a reforzar no s¨®lo el prestigio de Espa?a, sino tambi¨¦n el del Parlamento Europeo. La verdad es que las buenas noticias no suelen serlo y por eso no se ha destacado como merece el papel de nuestros eurodiputados. Quiz¨¢ para decepci¨®n de sus votantes, la discreci¨®n ha contagiado incluso a nuestro m¨¢s pintoresco eurodiputado, el ¨²nico que ahora pide el voto con leche.
Estas dos consideraciones, el limitado aunque nada desde?able peso relativo de nuestros eurodiputados sobre el total de la nueva C¨¢mara y la falta de acusados perfiles que contrasten las diferentes opciones, podr¨ªan incitar al abstemio a la abstenci¨®n. ?D¨®nde est¨¢ el sentido del voto? La utilidad es de matiz. Como es sabido, el Parlamento Europeo no est¨¢ organizado por delegaciones nacionales, sino por grupos pol¨ªticos. Hasta ahora, el Parlamento gira en torno a dos grupos pol¨ªticos mayoritarios que por el momento han compartido, en lo esencial, los objetivos de la construcci¨®n de la Uni¨®n Europea: socialistas y dem¨®cratas cristianos o populares europeos.
En la pasada legislatura, el Grupo Socialista ha sido el m¨¢s numeroso. Ahora est¨¢ en juego tanto el peso relativo de cada una de estas opciones como el peso global de ambas en el total de la C¨¢mara, donde tambi¨¦n marcan su impronta la izquierda poscomunista, donde conviven el mayor entusiasmo y el mayor recelo frente a Europa, y, al otro lado del hemiciclo, los distintos grupos conservadores. Es previsible que parte de estos ¨²ltimos pase a engrosar las filas del Grupo Popular si, como parece, los de Berlusconi, que han reemplazado en Italia a los dem¨®cratas cristianos, ocupan el lugar de sus adversarios. Est¨¢ por ver hasta qu¨¦ punto esta incorporaci¨®n, junto a los conservadores brit¨¢nicos, que parece van a ceder puestos en favor de laboristas y liberales, influye en las se?as de identidad de los populares. Pero creo que a menor influencia de los dos grandes grupos sobre el total habr¨¢ un menor impulso de la profundizaci¨®n comunitaria. Creo tambi¨¦n que a un menor peso relativo del Grupo Socialista corresponder¨¢ un menor ¨¦nfasis en todas las pol¨ªticas de solidaridad territorial, que tanto han favorecido a Espa?a y son caracter¨ªsticas de una concepci¨®n socialdem¨®crata del papel de los poderes p¨²blicos.
As¨ª pues, el ciudadano espa?ol al votar decide el color del primer Parlamento elegido tras la entrada en vigor del Tratado de la Uni¨®n. Ese color con que el Parlamento de la Uni¨®n va a mirar la realidad europea ser¨¢ un tono intermedio entre el azul y el rojo, con un ribete marginal del resto de la gama del arco iris, desde el verde ecologista hasta el pardo de la extrema derecha, junto a la variopinta combinaci¨®n de l¨ªderes regionales que, por cierto, concurren en Espa?a en una candidatura conjunta que los convierte en un surtido electoral t¨ªpicamente espa?ol. Si el resultado electoral carga la tinta azul, el nuevo Parlamento apoyar¨¢ un sesgo relativamente m¨¢s mercantilista a la econom¨ªa europea. Si se mantiene o acent¨²a la gama del rojo, mantendr¨¢ su acento social, una visi¨®n europea m¨¢s integrada y solidaria, tanto dentro como fuera de Europa, frente a la visi¨®n light de Europa como terreno de juego para el libre cambio.
En todo caso, este nuevo Parlamento va a ejercer competencias pol¨ªticas y legislativas decisivas para nuestro futuro. Ser¨¢, m¨¢s que nadie, la expresi¨®n de la conciencia y la sensibilidad de Europa en tiempos dif¨ªciles. Investir¨¢ y controlar¨¢ a la nueva Comisi¨®n; legislar¨¢, junto con el Consejo, sobre materias que afectan a nuestra vida diaria; tendr¨¢ que sopesar propuestas de admisi¨®n de nuevos miembros, programas de cooperaci¨®n al desarrollo en otros continentes y, sin duda, tomar¨¢ partido entre las distintas posibilidades del proyecto de organizaci¨®n futura de Europa. Es decir, que, por detr¨¢s del ruido de esta campa?a, centrada en resaltar diferencias dom¨¦sticas y justificadas cr¨ªticas ante comportamientos intolerables, estas elecciones nos dan la oportunidad de levantar la mirada y elegir a quienes ser¨¢n nuestros representantes en la principal aventura pol¨ªtica de este fin de siglo.
Por eso, porque nos jugamos mucho en estas elecciones, propongo un brindis al abstemio: no pases de Europa; vota, aunque no te haya entusiasmado el clima de la campa?a; no tires el voto; vota en fr¨ªo y elige el color de la Europa del futuro; tu voto es una pincelada significativa, para Europa y por tanto para ti; t¨² tambi¨¦n pintas.
Carlos Westendorp es secretario de Estado para las Comunidades Europeas.
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