C¨®mo se pusieron de pipas
Albarr¨¢n/ Cuatro rejoneadoresCinco toros de Luis Albarr¨¢n (uno, descordado por el rejoneador, devuelto), terciados excepto 6?; 2? sobrero de Ortigao Costa. Dieron juego. Javier Buend¨ªa: rej¨®n bajo (vuelta por su cuenta). Gin¨¦s Cartagena: rej¨®n trasero descordando (divisi¨®n). Ferm¨ªn Boh¨®rquez: rej¨®n trasero (oreja). Javier Mayoral: rej¨®n trasero, continuas ruedas de peones que tiran varias veces al toro y, pie a tierra, descabello (vuelta). Por colleras: Cartagena, con Buend¨ªa, rej¨®n escandalosamente bajo (dos orejas); salieron a hombros por la puerta grande. Boh¨®rquez-Mayoral, cinco pinchazos y rej¨®n bajo (ovaci¨®n y saludos).
Plaza de Las Ventas, 12 de junio. ?ltima corrida de feria (aplazada el 21 de mayo por lluvia). Lleno.
La afici¨®n hab¨ªa desaparecido del mapa -que le suele hacer fu al rejoneo- y lleg¨® la familia a pas¨¢rselo de lo lindo con lo que llaman la corrida de los rejoneadores. Objetivo cumplido: estuvieron la tarde entera aplaudiendo y c¨®mo se pusieron de pipas. De cada tres familiares de la afici¨®n, uno com¨ªa pipas y otro las devoraba. Tambi¨¦n pusieron perdido de c¨¢scaras el tendido y si la empresa quiere tener la delicadeza de dejarlo en decoroso estado de revista para cuando la afici¨®n vuelva, habr¨¢ de meter all¨ª la escombrera.
Al principio no aplaud¨ªa mucho la familia de la afici¨®n pues compareci¨® Javier Buend¨ªa con garrocha y no sab¨ªa c¨®mo hab¨ªa de interpretar aquello. ?Acaso pretend¨ªa pegarle un garrochazo al toro? Y si de meterle la garrocha se trataba ?por d¨®nde habr¨ªa de ser? Javier Buend¨ªa despej¨® la inc¨®gnita reviviendo bonitas estampas camperas, mas tampoco ten¨ªa claro la familia de la afici¨®n en qu¨¦ momento proced¨ªa gritar ?Bieen! y ?Buenaaa!, que constituyen las r¨²bricas del triunfo y del acabose en las llamadas corridas de rejoneadores.
El toreo ecuestre de Javier Buend¨ªa fue bueno; sus cites para banderillas, en corto; sus reuniones, al estribo, con exposici¨®n y ajuste. Y todo ello se aplaudi¨®, naturalmente, aunque no con el calor de que es capaz la familia de la afici¨®n. La familia de la afici¨®n prefiere las emociones fuertes: galopes tendidos, saltos, sombrerazos, gritos de "?Venga ch¨¢!" y "iAmon¨®!", de todo lo cual la dio gusto el fogoso Gin¨¦s Cartagena.
Ferm¨ªn Boh¨®rquez ensay¨® asimismo un toreo serio, aunque hab¨ªa de elevar la temperatura ambiente poniendo sus caballos de manos, y Javier Mayoral, adem¨¢s de ponerlos de manos, los sub¨ªa al estribo, enardec¨ªa a las masas agitando el sombrero, luego lo lanzaba airoso a la arena en medio de cerradas ovaciones, y eso que llevaba por delante para no tener que esmerar despu¨¦s el toreo serio. En una de esas, el toro le pis¨® el sombrero y se lo dej¨® convertido en barretina.
Cartagena descord¨® su toro al clavarle trasero el rej¨®n de castigo, y pues lo dej¨® parapl¨¦jico, menuda arm¨® la familia de la afici¨®n. Alentada por el propio Cartagena, que dirig¨ªa a la presidencia gestos de perplejidad e incomprensi¨®n, consigui¨® que el toro in¨²til fuera devuelto al corral y sustitu¨ªdo por el sobrero.
A este, tras galoparlo y prenderle banderillas en la merit¨ªsima modalidad del viol¨ªn, Cartagena lo descord¨® tambi¨¦n. Tanta reincidencia en el descordamiento ya parec¨ªa afrenta, y el p¨²blico se lo tom¨® muy a mal.
La reconciliaci¨®n se produjo en la sesi¨®n collera, Tundido el indefenso toro por Buend¨ªa y Cartagena, este culmin¨® las intolerables agresiones con un alevoso rejonazo cerca de la pata. Ver doblar al toro, el p¨²blico pidi¨® la oreja, Cartagena estimul¨® su entusiasmo por el astuto procedimiento de zamarrear al caballo para que piafara, cabriolara y pegara brincos -¨¦l encima, agitando los brazos como si le hubiera dado un ataque-, y lo hizo con tan convincente denuedo que logr¨® contagiar el delirio al presidente y cay¨® la segunda oreja. El presidente deliraba esta tarde de rejoneadores o eso pareci¨®.
Perdidos a esas horas de la noche -iban a dar las nueve y media- la prudencia, la moderaci¨®n y hasta el norte desde el ruedo hasta el palco, la otra pareja mech¨® al sexto toro, que era cinque?o, y a nadie import¨®. La familia de la afici¨®n la aplaudi¨® igual, aclam¨® a Buend¨ªa y Cartagena cuando se los llevaban a hombros y se fue exultante, dejando de recuerdo una tonelada de c¨¢scaras de pipas.
Babelia
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