El padre
No est¨¢ bien que sea yo quien escriba este art¨ªculo. Es poco elegante que el padre hable del hijo o el hijo del padre. Pero el padre cumple 80 a?os el 17 de junio y el hijo ha tenido que o¨ªr en su vida demasiadas sandeces en boca de imb¨¦ciles o de malvados. En este pa¨ªs casi nadie recuerda nada; de los que recuerdan, muchos falsean; y los que no tienen edad, simplemente no saben. Adem¨¢s, en la literatura y el cine hay tradici¨®n de hijos justicieros, o vengativos, o rencorosos. No me importa hacer por una vez ese papel. Este es un art¨ªculo, as¨ª pues, rencoroso, como podr¨ªan serlo los que escribieran los v¨¢stagos de otros republicanos, fuera cual fuese la profesi¨®n de sus padres. Este padre ten¨ªa seguramente dos vocaciones, por recuperar la palabra antigua pero vigente en su juventud: la de escritor y la de profesor. La segunda no pudo cumplirla, la primera s¨ª, y mucho, pero a duras penas durante bastantes a?os. El padre estuvo en el bando republicano durante la guerra civil; escrib¨ªa en el Abc de Madrid y en Hora de Espa?a; colabor¨® con Besteiro -tan ensalzado hoy por los socialistas y por casi todo el mundo-, hasta su rendici¨®n y a¨²n despu¨¦s. Al terminar la contienda, fue denunciado por su mejor amigo y por un profesor de arqueolog¨ªa que luego rein¨® en su c¨¢tedra durante largos decenios (el supuesto amigo tambi¨¦n obtuvo la suya m¨¢s adelante, en Santiago, y a¨²n se las dio de izquierdista). Pas¨® un tiempo en la c¨¢rcel y pudo ser fusilado. Fue juzgado cuando lo que hab¨ªa que demostrar era la inocencia; tuvo suerte, y alg¨²n bendito testigo al que cuando el juez le espet¨®: "Oiga, le recuerdo que usted ha sido llamado como testigo de cargo", tuvo el valor de contestar: "Ah, yo cre¨ªa que se me hab¨ªa llamado para decir la verdad". Pudo salir, pero se encontr¨® con la hostilidad y el veto del r¨¦gimen victorioso. Por razones pol¨ªticas le fue suspendida la tesis en 1942, no pudo ser doctor hasta 1951, a?o en el que por fin se le permiti¨® publicar art¨ªculos en la prensa diaria. Cuando la c¨¢tedra de su maestro Ortega hubo de cubrirse en 1953, un influyente miembro del Opus escribi¨® que si el padre llegaba a ocuparla la consecuencia ser¨ªa clara y funesta: nada menos que "Ia Republica". El padre no oposit¨®. Se sabe que cuando fue propuesto para la Real Academia, Franco se lament¨® con estas palabras: "Es un enemigo del r¨¦gimen, pero no puedo hacer nada. Sobre la Academia no tenemos control directo". Cuando amain¨® la ira y se pudo pensar que el padre se incorporara por fin a la Universidad ¨¦l no estaba dispuesto a solicitar el certificado de adhesi¨®n al r¨¦gimen que por fuerza obtuvieron cuantos s¨ª se incorporaron a ella; todos, tambi¨¦n los legendarios h¨¦roes que fueron expulsados m¨¢s tarde.
?Qu¨¦ ocurr¨ªa con los compa?eros de generaci¨®n mientras tanto, durante la guerra y la victoria? Algunos han muerto ya y otros est¨¢n vivos y son muy celebrados: unos con justicia, otros sin tanta. Todos fueron cambiando, unos pronto, otros tard¨ªamente. Algunos reconocieron sus debilidades o equivocaciones del pasado; otros las ocultaron; algunos hasta las negaron y tergiversaron, biograf¨ªa-ficci¨®n deber¨ªa llamarse el g¨¦nero. No importa mucho hoy d¨ªa. Pero en los a?os treinta, cuarenta y cincuenta s¨ª import¨® bastante. Y as¨ª, mientras al padre le pasaba cuanto vengo contando, otro fil¨®sofo tildaba en un libro de "jolgorio plebeyo" a la Rep¨²blica y ocupaba el saneado puesto de delegado de Tabacalera en una provincia; el novelista eximio se ofrec¨ªa como delator y luego recib¨ªa alguna condecoraci¨®n franquista; el poeta, el humanista, el fil¨®logo, el otro novelista: todos de Falange, colaboradores del diario Arriba, o rectores de Universidad, o int¨¦rpretes entre Franco y Hitler; fue ministro quien luego pudo defender al pueblo, tuvo cargos institucionales el historiador que lanz¨® soflamas en plena guerra contra "los tibios". Nadie les ha pasado cuentas, y est¨¢ bastante bien que as¨ª sea. La etapa democr¨¢tica los ha jaleado y los considera maestros. Lo ser¨¢n, sin duda, de sus disciplinas.
Mientras tanto, el padre republicano y vetado ha sido m¨¢s bien ignorado por esta etapa democr¨¢tica, por los herederos de Juli¨¢n Besteiro. No ha tenido reconocimientos oficiales, igual que en tiempos de Franco. Ni siquiera un m¨ªsero Premio Nacional de Ensayo, que se ha otorgado hasta a autores noveles con obras m¨¢s bien escolares.
Nada de esto es grave, no creo que al padre le importe mucho. Pero el hijo ha tenido que escuchar muchas sandeces en boca de imb¨¦ciles y de malvados. En otro peri¨®dico ha escrito una semblanza pac¨ªfica. El hijo se disculpa por hacer hoy p¨²blico en ¨¦ste su resentimiento.
Babelia
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