No quieras saber m¨¢s que Caneja
Juan Manuel D¨ªaz Caneja iba un d¨ªa de principios de los a?os cincuenta por la calle de Bravo Murillo de Madrid y vio en la vitrina de un restaurante la figura rotatoria de un pollo as¨¢ndose. Era la ¨¦poca central del hambre y Caneja, el pintor, se lo dijo a su esposa:?Cu¨¢nto dar¨ªa por comerme ese pollo!
Deb¨ªan llevar meses de hambre com¨²n, as¨ª que la mujer le anim¨®:
-Te lo comer¨¢s.
No le dijo nada. Le dej¨® solo en casa, se fue al dentista, hizo que ¨¦ste le extrajera una muela de oro, la vendi¨® inmediatamente y despu¨¦s se regal¨® el matrimonio no con uno sino con los tres pollos que hab¨ªa en la vitrina.
Esa an¨¦cdota nos la ha recordado ahora Manuel Vicent, que como muchos amigos del gran pintor celebra que el Centro Cultural Conde Duque haya rescatado del silencio la obra esencial de este artista abstracto que hizo del paisaje de Castilla una categor¨ªa de la mente. Era un barojiano de esp¨ªritu y de cuerpo, un republicano, un comunista, y un ser ingenioso al que much¨ªsimos recurr¨ªan para recibir la frescura intelectual que tanta falta hac¨ªa en los tiempos viscosos.
Muchos fueron sus contertulios; algunos de los m¨¢s singulares eran el escritor Juan Benet y el pintor Cristino de Vera, que comparti¨® y comparte con ¨¦l lo que el propio Benet llamaba "el arte de despreciar lo despreciable". Despu¨¦s de una de aquellas noches con Caneja, en las que hablaba de arte, de la pol¨ªtica, del amor y de la muerte, Cristino y Benet reflexionaban en la calle sobre las ideas del pintor, y como quiera que Cristino pretendiera elaborar demasiado sobre lo que hab¨ªa dicho Caneja, Benet le detuvo:
-?Alto ah¨ª, Cristino! no quieras saber m¨¢s que Caneja...
Era un sabio, verdaderamente. Lo dice su pintura y lo dicen sus amigos. "De los seres m¨¢s puros que he conocido", dice Cristino de Vera. "Era un gur¨², que irradiaba pureza y bondad. Un hombre que transmit¨ªa. Sal¨ªas de verle y notabas que eras mejor, como cuando sal¨ªas de ver una de aquellas pel¨ªculas solidarias -Milagro en Mil¨¢n, por ejemplo- que daban en los a?os sesenta".
Sufri¨® la guerra y padeci¨® el hambre, pero jam¨¢s quiso enredarse en las madejas que facilitaban y facilitan la venta del arte (y del artista). Muri¨® hace ahora seis a?os, as¨ª que su tiempo cruz¨® por las ¨¦pocas de bonanza del comercio art¨ªstico, pero ¨¦l se defendi¨® tambi¨¦n de la abundancia, y requis¨® su obra, la que ahora se puede ver en Madrid, con el celo de los m¨ªsticos. En su silencio sabio segu¨ªa siendo el joven republicano que contribuy¨® a crear en su juventud, entre otras cosas, aquella revista de la que Benet hablaba cuando muri¨® Caneja. Se llamaba la revista En Espa?a ya todo est¨¢ preparado para que se enamoren los sacerdotes, que tuvo una segunda edici¨®n en la que se reproduc¨ªa todo el material precedente con este otro t¨ªtulo: No hay derecho a que en Espa?a todo el mundo ofenda a los sacerdotes.
Muri¨® el d¨ªa de su santo, y Benet recuerda que celebraban siempre esa onom¨¢stica com¨²n cenando langostinos, "en parte para compensarnos el s¨®rdido recuerdo de alguna otra cena de Nochebuena que mucho antes todav¨ªa descelebr¨¢bamos en el restaurante de la Estaci¨®n del Norte, el ¨²nico local abierto en Madrid en tal fecha, entre mustios camareros con sus chaquetillas blancas manchadas de churretones de caf¨¦ con leche".
Cristino de Vera dice que era uno de los mejores traductores del aire de Castilla, un personaje que para algunos rozaba la santidad, "uno de esos hombres que cuando se mueren el mundo se queda m¨¢s peque?o". Ajeno a las modas, tuvo a su alrededor a muchos canejistas, pero no s¨®lo por su arte, sino por su silencio y por su palabra.
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