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Me encuentro bien. De verdad. Hace unos d¨ªas llegamos a Chicago y lo primero que hice fue lo de siempre cuando quiero descubrir un lugar que desconozco: preguntar. Pero debo usar bien el verbo, y me me he apoyado en un escritor (es periodista pero parece lo anterior por sus formas) para que me ayude. Gracias. Muchas gracias. Ahora ya s¨¦ que es la ciudad de los cinco aeropuertos, la del lago Michigan, la llamada Windy City (la ciudad del viento), la ciudad donde naci¨® la m¨²sica: el blues urbano. Pero esta ciudad, este Chicago... no s¨¦. Yo buscaba otro. Su Chicago. Ya que Chicago es ¨¦l.Hace unos a?os, cuando estudiaba, practicaba su deporte, un deporte que s¨ª, me gustaba, pero no m¨¢s que otros juegos, ni lo practicaba m¨¢s que otros, a excepci¨®n del m¨ªo. Pero hab¨ªa algo que hac¨ªa que ese juego me interesara. Ahora, al cabo de unos a?os, lo s¨¦. Era ¨¦l. Jurar¨ªa recordar que le¨ª en una encuesta que en China era la segunda persona m¨¢s popular, por detr¨¢s del presidente Deng Xiao Ping. !Dios m¨ªo! Tambi¨¦n en China jugaban a un deporte donde ¨¦l era m¨¢s r¨¢pido que los dem¨¢s. Y los chicos lo sab¨ªan. Un deporte donde los otros corr¨ªan, saltaban, chillaban, lloraban, sudaban, sent¨ªan y, a veces, re¨ªan. ?l tambi¨¦n lo hac¨ªa, pero con una diferencia: mejor y m¨¢s bello.
Recuerdo sus triunfos, sus n¨²meros, sus estad¨ªsticas y, sobre todo, sus movimientos. La belleza de cualquier movimiento del "Jesucristo negro" es irrepetible, una lecci¨®n para cualquier persona, para darnos cuenta de lo que somos: unos humanos, cosa que a menudo dudo que ¨¦l lo sea. Le delatan muchos gestos: su lengua anuncia lo que se avecina. Comienza una carrera en lucha contra los elementos. Le pelota en una mano, un salto que empieza en Pinto y acaba en Valdemoro, las piernas abiertas como un comp¨¢s. Y sigue el vuelo de la perfecci¨®n. Suelta el bal¨®n con potencia, dejando su mano en el interior de la red. Y con el trabajo realizado, baja al mundanal ruido, a reunirse con los mortales. La perfecci¨®n s¨®lo le debe dos segundos al tiempo. Los que van del salto amenazador al remate del ¨¦xtasis. S¨®lo dos segundos. Alabemos, pues, al creador de la c¨¢mara lenta que nos permite recrear la novena maravilla del mundo en doble espacio temporal.
Al principio, sin embargo, le criticaban. Dec¨ªan que no defend¨ªa, que era un ego¨ªsta, que s¨ª, pero que no ganaba t¨ªtulos. No es verdad: ganaba. Tiene tres, y seguidos. Y ahora, a punto de hacer el no se qu¨¦, me pregunto si lo ver¨¦, si ver¨¦ al mejor jugador del mundo, si ver¨¦ al mejor atleta de todos los tiempos, que para ¨¦l es lo mismo. Y me lo pregunto una y otra vez, sabiendo que "this guy" est¨¢ escondido por alguna de las mansiones de mis alrededores.
?Pero, d¨®nde? Debo girar mi cabeza a la derecha, a la izquierda... incluso clavar mi mirada en el cielo, donde s¨®lo viven los dioses. Pero no. Este mito es humano. Y debe habitar entre nosotros. Y ah¨ª aparece mi instinto, que siempre va a acompa?ado de otro amigo m¨ªo -la duda-, pidiendo consejo a mi pregunta. La respuesta de mi instinto es intant¨¢nea, como siempre. S¨¦ que lo ver¨¦. En la tercera base con los Birmingham Barons. Lo olvidaba. Michael Jordan ya no juega al baloncesto.
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