El escalofr¨ªo de la siguiriya
Cantaron siguiriyas, el De la Tomasa y Merc¨¦, y ambos lo hicieron de manera admirable. Doli¨¦ndose, sintiendo en los profundos hondones donde habita lo m¨¢s ¨ªntimo que el cante, tragedia personal, tambi¨¦n es una personal forma de consuelo. Si es que puede haber alg¨²n consuelo en el escalofr¨ªo de la siguiriya, cante de cantes, queja estremecedora, sentimiento jondo abrasador.Jos¨¦ de la Tomasa dijo, cuando anunci¨® que iba a hacer este cante, que la siguiriya es el himno de su familia cantaora. Ah¨ª es nada, la familia del jerezano Manuel Torre, quiz¨¢ el hombre que mejor cant¨® por siguiriyas en toda la historia. Jos¨¦ sigue la tradici¨®n de su casa y cultiva el estilo con autoridad y dominio.
Primer Festival Flamenco de la Vida de Legan¨¦s
Cante: Manuel Parque, Miguel Rueda, Jos¨¦ de la Tomasa, Calixto S¨¢nchez, Carmen Linares, Jos¨¦ Merc¨¦. Toque: Antonio Ramos, Pepe Rivas, Moraito Chico, Enrique de Melchor. Baile: Sara Baras. Legan¨¦s, teatro Egaleo, 17 de junio.
Como lo es Jos¨¦ Merc¨¦. Su siguiriya fue ag¨®nica, rota constantemente por la emoci¨®n que lacera hasta el borde del llanto. Porque sabemos que est¨¢ en carne viva a¨²n el dolor del cantaor por la muerte reciente de su hijo, y cuando su grito siguiriyero se desgarra en un estremecedor "?hijo de mis entra?as, y de mi coraz¨®n!" no podemos evitar el nudo en la garganta.
Cante esplendoroso el de Carmen Linares en plenitud. Su voz grave, cuajada de flamencura, parece ganar constantemente grados de solera e intensidad expresiva. Desde la inolvidable Ni?a de los Peines ninguna voz de mujer dio un metal de sonido tan id¨®neo para lo jondo; la Fernanda, quiz¨¢, pero limitada a la sole¨¢, y Carmen Linares lo canta todo, y todo lo canta de maravilla.
Calixto S¨¢nchez, lo digo por adelantado, puso a un buen sector del auditorio en pie. Su cante brillante y de amplio arco mel¨®dico provoca entusiasmos. ?l elige bien los estilos que van a su condici¨®n de voz -granaina, malague?a, tientos-tangos, alegr¨ªas, fandangos... y hace de ellos versiones espectaculares, arropadas siempre por un importante aparato gestual, con frecuencia teatralero, que nos parece ensayado y amanerado, y en consecuencia falto de sinceridad. No podemos imaginar, por ejemplo, a Enrique el Mellizo en su malague?a haciendo semejante derroche de garganteos y braceos, imposible en un flamenco d eley.
Enrique de Melchor y Moraito Chico acompa?aron con su precisi¨®n y sapiencia habituales. Sara Baras hizo sus alegr¨ªas cuajadas de gracia y donaire; y Parque y Rueda, los cantaores representantes de la Pe?a organizadora, cumplieron con correcci¨®n. En definitiva, una gran y memorable noche flamenca.
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