Las guerras de Clinton
Corea del Norte y Hait¨ª, escenarios mas probables de acciones militares norteamericanas
EE UU est¨¢ de nuevo frente a su destino como superpotencia. La guerra llama otra vez a la puerta como recurso posible para imponer el orden en el mundo, desde Asia hasta el Caribe. Es algo que ocurre de forma recurrente. Todos los presidentes norteamericanos de este siglo han hecho uso de la fuerza en mayor o menor proporci¨®n. Todos los presidentes desde la II Guerra Mundial, con excepci¨®n de Jimmy Carter y Gerald Ford, han ordenado invasiones de pa¨ªses extranjeros. Bill Clinton, que ha dedicado la mayor parte de su presidencia a la reconstrucci¨®n de su propia sociedad, se encuentra ahora frente a dos conflictos -Corea del Norte y Hait¨ª-, cuyo desarrollo l¨®gico conduce tambi¨¦n hacia sendas operaciones militares.A diferencia de casos anteriores, EE UU act¨²a esta vez con extrema prudencia, sin precipitar las condiciones para el empleo de sus tropas. Incluso se resiste a, hacerlo. Distintas formas de presi¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica -menos en Hait¨ª, m¨¢s en Corea del Norte- necesitan todav¨ªa ser agotadas. Pero en los dos casos se ha desencadenado una din¨¢mica que puede concluir en el uso de la fuerza.
El planteamiento de la pol¨ªtica norteamericana es similar en Hait¨ª y Corea del Norte. En ambos casos, el Gobierno norteamericano ha hecho del problema un asunto de inter¨¦s nacional para EE UU. En el pa¨ªs del Caribe, Washington cree ver en juego el principio de la democracia y, m¨¢s importante, un compromiso personal del presidente Clinton y una fuente de emigraci¨®n dif¨ªcilmente asimilable. En Corea del Norte, por supuesto, el desaf¨ªo es mucho mayor. El riesgo de que ese pa¨ªs produzca armas nucleares, no s¨®lo para su propio consumo, sino para abastecer a diferentes enemigos de EE UU, como Ir¨¢n o Libia, es un argumento capital para que Washington defienda una pol¨ªtica de firmeza con Pyorigyang.
Tanto en Hait¨ª como en Corea del Norte, EE UU ha intentado primero la negociaci¨®n directa. En los dos pa¨ªses, la Administraci¨®n norteamericana ha optado despu¨¦s por las sanciones econ¨®micas internacionales. Y en ambos se ha reservado la posibilidad del uso de la fuerza si las sanciones no logran sus objetivos. En ninguno de los dos pa¨ªses se podr¨¢ acusar a EE UU de no haber agotado todas las posibilidades de una soluci¨®n pac¨ªfica. Pero en ninguno de los dos hay altas probabilidades de que la negociaci¨®n o las sanciones funcionen.
En Hait¨ª, m¨¢s de un mes despu¨¦s de que el pa¨ªs quedase pr¨¢cticamente aislado del mundo por tierra, mar y aire, no se han detectado a¨²n s¨ªntomas claros de debilitamiento de la voluntad de los jefes militares de mantenerse en el poder. EE UU conf¨ªa en que, como considera una alta fuente de la Administraci¨®n, "los militares haitianos, que no son precisamente h¨¦roes, entiendan que vivir¨¢n mejor en una mansi¨®n en el sur de Francia que en un pa¨ªs sin recursos y sin dinero". Pero todav¨ªa no parece ser ¨¦se el pensamiento del general Ra¨²l C¨¦dras y sus seguidores. S¨®lo falta por saber cu¨¢nto tiempo m¨¢s esperar¨¢ Bill Clinton.
En Corea del Norte, incluso la aplicaci¨®n misma de las sanciones puede desencadenar una guerra. Consciente de eso, EE UU ha escalonado el proceso de aplicaci¨®n del embargo de tal manera que las sanciones s¨®lo comenzar¨ªan a perjudicar seriamente al r¨¦gimen norcoreano a partir de varios meses de su eventual aprobaci¨®n por el Consejo de Seguridad. Incluso suponiendo que el embargo entrara finalmente en vigor -lo cual es mucho suponer, teniendo en cuenta la resistencia de China, de Rusia y, en ¨²ltima instancia, hasta de Jap¨®n-, es dudoso que eso venciese la oposici¨®n de Corea del Norte a abrir las puertas a la inspecci¨®n nuclear. Hasta podr¨ªa, tal vez, endurecer la posici¨®n de Pyongyang.
Si la Administraci¨®n norteamericana quiere ser coherente, la intervenci¨®n militar ser¨ªa, por tanto, necesaria para la soluci¨®n de ambas crisis. En esa eventualidad, los dos escenarios ser¨ªan radicalmente diferentes.
Hait¨ª tiene un Ej¨¦rcito de 7.000 hombres armados con viejos fusiles, mal pagados y mal organizados. De acuerdo a los planes del Pent¨¢gono, una fuerza de desembarco de un par de millares de soldados norteamericanos podr¨ªa hacer el trabajo en pocos d¨ªas sin un alto precio de vidas humanas.
Corea del Norte, por el contrario, tiene una de las Fuerzas Armadas m¨¢s poderosas del mundo. Con 1.127.000 soldados, m¨¢s de 5.000 tanques y veh¨ªculos blindados, casi 30.000 piezas de artiller¨ªa, m¨¢s de 700 aviones de combate y 25 submarinos, sin contar con la posibilidad de armamento qu¨ªmico y nuclear, Corea del Norte tiene la posibilidad de hacer que una segunda guerra en esa pen¨ªnsula tuviera efectos devastadores para Corea del Sur y obligase a, un alto sacrificio de vidas por parte de EE UU.
Durante los 41 a?os transcurridos desde el final de la guerra de Corea, el r¨¦gimen comunista del Norte ha construido t¨²neles de penetraci¨®n en el sur y ha preparado estrategias de invasi¨®n que le podr¨ªan permitir colocar a sus soldados en Se¨²l -que se encuentra a poco m¨¢s de medio centenar de kil¨®metros de la frontera- en un par de semanas. La superioridad a¨¦rea de EE UU, que estar¨ªa, adem¨¢s, en condiciones de desplegar casi medio mill¨®n de hombres en Corea en dos meses, deber¨ªa darle finalmente la victoria en ese conflicto, pero el precio de ese triunfo puede ser alt¨ªsimo.
As¨ª como en Hait¨ª no se vislumbra qu¨¦ m¨¢s se puede hacer para evitar una acci¨®n militar norteamericana si no es la simple rendici¨®n de los hombres que obstaculizan el acceso al presidente elegido democr¨¢ticamente, Jean-Bertrand Aristide, en Corea del Norte todo el mundo trata todav¨ªa de evitar lo peor.
Una segunda guerra en Corea no s¨®lo ser¨ªa una tragedia para el pa¨ªs del sur, que se ha desarrollado velozmente en las ¨²ltimas d¨¦cadas, sino tambi¨¦n para Jap¨®n, China y todo el continente asi¨¢tico. Pero al mismo tiempo, China y Jap¨®n son los primeros que observan con enorme recelo la posibilidad de que Corea del Norte se convierta en una potencia nuclear.
Animados por la misi¨®n de paz de Jimmy Carter, Corea del Norte y Estados Unidos pueden todav¨ªa intentar f¨®rmulas de negociaci¨®n antes de profundizar la crisis, pero es dif¨ªcil que esas negociaciones puedan dejar de lado el aspecto clave de la supervisi¨®n de las plantas de producci¨®n nuclear. Las escasas noticias procedentes de Pyongyang indican que no existen fisuras en el f¨¦rreo r¨¦gimen norcoreano en cuanto a la negativa a esas inspecciones. Desde el lado norteamericano, una fuente del Departamento de Defensa dec¨ªa recientemente que "si el caso de Corea del Norte se deja as¨ª, en cinco a?os m¨¢s ser¨¢ absolutamente inmanejable para la comunidad internacional".
El reloj corre, por tanto, en una direcci¨®n muy peligrosa. En Hait¨ª, la hora final puede ser tambi¨¦n la hora de la liberaci¨®n de muchos haitianos, y el episodio podr¨ªa quedar reducido a l¨ªmites semejantes a la invasi¨®n de Granada. Pero en Corea del Norte, el mundo entero sufrir¨ªa un impacto de consecuencias imprevisibles.
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