Despu¨¦s del terremoto
Doce meses y seis d¨ªas despu¨¦s de las elecciones del 6 de junio del pasado a?o, los resultados de las elecciones europeas, pero, sobre todo, los de las andaluzas, han venido a damos la raz¨®n a quienes le¨ªmos aquel proceso en clave de cambio del modelo de equilibrio pol¨ªtico. La ruptura del sistema de dominio hegem¨®nico del PSOE prefiguraba en nuestra interpretaci¨®n ('El regreso de la pol¨ªtica', Claves, julio 1993) un desbloqueo por etapas de la alternancia. Ello se ha visto con claridad aparente en la ventaja sustancial obtenida por el PP en las elecciones europeas, pero, a un juicio, donde se puede ver con claridad mayor es en el an¨¢lisis de las elecciones que formalmente el PP ha perdido, las auton¨®micas andaluzas.En efecto, los resultados globales de las elecciones que iluminan poderosamente lo m¨¢s obvio (la ventaja del PP sobre el PSOE en las europeas; el triunfo minoritario del PSOE en las andaluzas) ocultan aquello que su desagregaci¨®n manifiesta, a saber, la articulaci¨®n del mercado electoral en las diferentes Espa?as que socioelectoralmente existen. Y ello tanto en cuanto a los repartos territoriales del voto (las culturas pol¨ªticas subnacionales) como en cuanto a las caracter¨ªsticas sociodemogr¨¢ficas de los electorados.
Es en este tipo de lectura donde resulta mayor la contundencia expresiva de las derrotas del PP que la de sus victorias. Porque, en efecto, el PP ha perdido las elecciones auton¨®micas en Andaluc¨ªa a una distancia de cuatro puntos del ganador, pero ha ganado en todas las capitales y ciudades de m¨¢s de 100.000 habitantes, excepto Jerez de la Frontera. Y ha ganado adem¨¢s de forma contundente. Nunca desde las elecciones de 1982, en las que se produjo el que hemos llamado voto universal socialista, se hab¨ªa difuminado tanto la especificidad de las distintas Espa?as electorales. S¨®lo que, a diferencia de lo entonces sucedido, en que pueblos y ciudades se incorporaron casi por igual a la marea rosada, persiste una fractura en el comportamiento electoral marcada por la oposici¨®n urbano / rural. El PSOE es un partido que se sostiene en un porcentaje relevante del voto gracias al aporte de la Espa?a no urbana. Baste decir que en las elecciones europeas, la cuota electoral del PSOE en capitales y poblaciones de m¨¢s de 100.000 habitantes, en t¨¦rminos de votos a candidaturas, se reduce a un 26%, mientras que en ese n-¨²smo estrato el PP alcanza el 441/6 de los sufragios.
Las elecciones pasadas, puestos a buscar elementos de referencia electoral reciente, remiten a dos antecedentes distintos. Para el PP, salvadas las distancias, las elecciones europeas son lo que para el PSOE constituyeron las andaluzas de mayo de 1982: la puesta en evidencia de que su marcha hacia el poder era imparable. Para el PSOE, igualmente salvadas las distancias, las elecciones andaluzas se asemejan en su efecto al que para UCD tuvieron las auton¨®micas gallegas del oto?o de 1981: la demostraci¨®n de que ni los feudos electorales m¨¢s seguros resist¨ªan. En ambos casos, la similitud viene atenuada por una menor intensidad tanto del triunfo como del retroceso, lo que indica que no estamos a las puertas de un cambio como el de octubre de 1982, sino de un relevo m¨¢s normal.
En estos d¨ªas se realizan lecturas sobre la reversibilidad del comportamiento electoral manifestado en estos comicios, sobre la base de la alta abstenci¨®n que ha registrado en ellos, el car¨¢cter irrelevante de la elecci¨®n europea, etc¨¦tera. El consuelo que puedan proporcionar tales ejercicios no obsta la crudeza de la realidad que muestra que donde m¨¢s ha participado la gente es donde m¨¢s ha retrocedido el PSOE en t¨¦rminos relativos: en las elecciones europeas, con una participaci¨®n del 60%, el PSOE pierde un 21% de su mercado electoral del 93; en las elecciones andaluzas, con cerca del 68% de participaci¨®n, la p¨¦rdida de mercado supera el 25%.
Otro argumento que se presta al juego de los intereses interpretativos es el resultado de CiU. El h¨¢bil discurso, tanto de Roca. como de Pujol, de que CiU, al ganar en Catalu?a por vez primera una elecci¨®n de ¨¢mbito suprarregional ha visto electoralmente convalidada su pol¨ªtica de apoyo al Gobierno del PSOE, es cierto s¨®lo a medias. Si en pol¨ªtica -como en derecho- existe el lucro cesante, no se puede afirmar con certeza que CIU haya sacado de esta elecci¨®n todo lo que en el preterible de que no hubiera apoyado al PSOE quiz¨¢ habr¨ªa obtenido. En efecto, en Catalu?a, la p¨¦rdida de espacio electoral relativo (medida en porcentaje del voto a candidaturas) del PSOE es el del 19%, mientras que CiU retrocede algo menos de un 2% y el PP aumenta un 9%. De hecho, la ganancia m¨¢s n¨ªtida es la de IU-IC, que ve ensancharse su espacio electoral un 48% en t¨¦rminos relativos. Es decir, que CiU no gana espacio respecto al 93, sino que lo pierde el PSOE, pero no en beneficio de aqu¨¦lla, sino en los de IU-1C y PP. No es posible saber con certeza -s¨®lo conjeturar- si una actitud menos comprometida con el PSOE por parte de CiU hubiera arrojado otro saldo electoral para los convergentes.
Contra el aviso de Ionesco de que s¨®lo se pueden predecir las cosas una vez que han sucedido, sobre los resultados de estas elecciones, los de las pr¨®ximas generales se hacen francamente previsibles. Sobre todo, desde la que parece irreversible defecci¨®n de las capas urbanas que auparon a la generaci¨®n socialista al poder, en mi opini¨®n es altamente improbable. que el PSOE gane las pr¨®ximas elecciones generales. Altamente improbable, en t¨¦rminos weberianos, es decir, dadas unas circunstancias concretas observadas y unas din¨¢micas previsibles en su desarrollo. No porque los nueve puntos de ventaja del PP sean una ventaja insalvable, sino porque las corrientes de fondo que el voto urbano expresa son irrebatibles. Es cierto que para un dem¨®crata (y m¨¢s si encima es soci¨®logo) no puede haber diferencias de calidad en los votos y tanto vale el voto de un madrile?o como el de un votante de Alg¨¢mitas en Sevilla, donde el PSOE el pasado domingo super¨® el 75%. Pero no es menos cierto que el voto algamite?o tiene menos onda expansiva que el madrile?o. Indefectiblemente, el voto urbano prefigura el sentido general de evoluci¨®n del electorado y, roto el marchamo de invencibilidad de Gonz¨¢lez, incluso lo que de voto, no clientelar o subsidiado, sino de orden, pueda quedar en los poco m¨¢s de 5,5 millones de votantes del PSOE del 12 de junio, se pasar¨¢ al otro campo en la pr¨®xima ocasi¨®n.
Sin embargo, creo que la gran pregunta que queda en pie es la de qu¨¦ porvenir le espera al socialismo espa?ol tras su previsible derrota en unas pr¨®ximas elecciones generales. Creo que eso depende del grado de numantinismo que se aplique de ahora al momento del relevo. Con independencia de que formalmente nada obliga a Gonz¨¢lez a sacar consecuencias de las elecciones europeas, pol¨ªticamente no es posible pretender que nada ha cambiado. Excluida la cuesti¨®n de confianza por falta de apoyos para sacarla adelante, si Gonz¨¢lez opta por una disoluci¨®n anticipada, es seguro que se salvar¨¢n los muebles, es decir, que el PSOE mantendr¨¢ una posici¨®n de solidez electoral suficiente como para ser el eje incontestado de la oposici¨®n a un PP que tal vez no alcanzar¨¢ mayor¨ªa absoluta. Si, por el contrario, intenta mantenerse, en virtud d¨¦ la l¨®gica resistencial y cortoplacista que da en confiar al milagro de la recuperaci¨®n econ¨®mica la recuperaci¨®n electoral, no s¨®lo puede poner en cuesti¨®n esa solidez como eje de la oposici¨®n, sino el entero juicio retrospectivo sobre estos a?os y, tal vez, la propia viabilidad futura del socialismo en los a?os por venir.
Evidentemente, el dilema no es f¨¢cil ni la soluci¨®n clara para los interesados. Un amigo m¨ªo, socialista franc¨¦s, me dec¨ªa tras ver los resultados que los espa?oles siempre hacemos las cosas a medias: en lugar de dejar al PSOE en el 20%, le damos un 30% que le permite eso que llaman los cronistas de f¨²tbol especular con el resultado. Cuanto m¨¢s especule, peor. Porque el hecho de que el PSOE pueda seguir siendo una referencia central del sistema no interesa s¨®lo al PSOE ni a los socialistas, sino a todos. No estamos para descubrir el Mediterr¨¢neo pol¨ªtico cada cuarto de hora.
Jos¨¦ Ignacio Wert es soci¨®logo
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