El v¨¦rtigo de las urnas
Todo el mundo sabe que en las pasadas elecciones no estaba en juego la continuidad del Gobierno, pero tambi¨¦n que despu¨¦s de los resultados del 124 la situaci¨®n no es la misma que antes. El mapa pol¨ªtico ha cambiado en Andaluc¨ªa y han cambiado en toda Espa?a las expectativas de futuro de los principales partidos. El retroceso masivo del PSOE, la emergencia de IU en Andaluc¨ªa y la magnitud de la victoria del PP alteran de modo sustancial los par¨¢metros que enmarcaban la pol¨ªtica nacional y plantean nuevos y serios problemas en lo que se refiere a la gobernaci¨®n del pa¨ªs y a la competici¨®n entre las principales formaciones pol¨ªticas.La p¨¦rdida de ocho puntos y de la mayor¨ªa relativa que ha experimentado el PSOE no puede considerarse como una simple advertencia, sino m¨¢s bien como una clara desautorizaci¨®n cr¨ªtica. La interpretaci¨®n del crecimiento de IU como simple voto de castigo a los socialistas aprovechando la oportunidad que ofrec¨ªan unas elecciones menos importantes queda desmentida por la fuerza con que la coalici¨®n se ha impuesto en Andaluc¨ªa en las elecciones auton¨®micas. Y, por ¨²ltimo, la magnitud de la victoria del PP en las europeas y de su avance en las andaluzas confirma la existencia de un gran movimiento de fondo en favor de los populares, que ha venido creciendo de forma ininterrumpida desde las elecciones municipales de 1991, se reafirm¨® en las generales y gallegas de 1993 y se consolida con mayor fuerza ahora.
En una palabra, las elecciones del pasado 124 fortalecen a la oposici¨®n, debilitan al Gobierno, reducen su autoridad y capacidad de gesti¨®n, ponen en peligro su estabilidad y dejan al partido que lo sustenta en una posici¨®n muy dif¨ªcil para competir con los dem¨¢s. Nada tiene, pues, de extra?o, a la vista de los resultados, que desde las perspectivas m¨¢s dispares se reclama a Felipe Gonz¨¢lez la adopci¨®n de decisiones dr¨¢sticas y r¨¢pidas. En algunos casos, su dimisi¨®n o la inmediata disoluci¨®n de las Cortes, en otros la remodelaci¨®n del Gabinete y/o el planteamiento de la cuesti¨®n de confianza. Nadie, salvo Jordi Pujol, parece haberle aconsejado en p¨²blico la continuidad pura y simple de la situaci¨®n actual.
Hacer algo no significa hacer cualquier cosa. El presidente del Gobierno ten¨ªa toda la raz¨®n al decir en Cartagena de Indias que lo peor ser¨ªa una reacci¨®n precipitada y no debidamente calibrada, a fin de dar la impresi¨®n de que se hace algo. En este momento, hacer algo significa adoptar decisiones complejas que hagan posible, por un lado, la gobernaci¨®n del pa¨ªs y que mantengan viva, por otro, la competitividad del sistema de partidos. ?stos son los dos criterios que tienen que ser tomados en consideraci¨®n por el presidente del Gobierno a la hora de tomar una decisi¨®n.
Justamente por eso, algunas de las propuestas que han sido formuladas estos ¨²ltimos d¨ªas tienen que ser descartadas de manera inmediata. Es evidente, por. ejemplo, que los que invitan a. Felipe Gonz¨¢lez a dimitir ya lo ven¨ªan haciendo antes de las elecciones y seguir¨ªan en sus trece aunque el PSOE hubiera aguantado mejor el 124. Las palabras de Julio Anguita la misma noche de las elecciones pensamos que son suficientemente elocuentes. No es cosa, por tanto, de discutir si tienen o no raz¨®n al responsabilizar al presidente del Gobierno de todos los males del pa¨ªs, pero est¨¢ claro que la raz¨®n por la que quieren que se vaya poco o nada tiene que ver con el resultado de los comicios y la nueva situaci¨®n que se ha creado tras ellos.
La propuesta de que disuelva las C¨¢maras y convoque nuevas elecciones, en los t¨¦rminos en que ha sido formulada y por las razones por las que se solicita, en apariencia resulta m¨¢s congruente. Puesto que la consulta de junio ha revelado un cambio inequ¨ªvoco en las preferencias del electorado, no tiene sentido seguir gobernando con una mayor¨ªa que en un a?o se ha quedado obsoleta, que ya no responde a los vientos que corren. Si se sigue esta interpretaci¨®n hasta sus ¨²ltimas consecuencias, ni la remodelaci¨®n del Gobierno ni la concomitante o alternativa cuesti¨®n de confianza ser¨ªan mecanismos suficientes para compensar la p¨¦rdida de legitimidad ante el electorado.
Es evidente que una argumentaci¨®n de este tipo comporta una revisi¨®n radical de la naturaleza del propio r¨¦gimen parlamentario, da por supuesto que las motivaciones de los electores son id¨¦nticas en todo tipo de consultas, y hace buena la afirmaci¨®n de que "todas las elecciones son generales", como suger¨ªa en su vi?eta M¨¢ximo hace unos d¨ªas en estas mismas p¨¢ginas. La aceptaci¨®n de esta tesis en los t¨¦rminos en que ha sido formulada supondr¨ªa una alteraci¨®n radical del sistema pol¨ªtico dise?ado por el constituyente espa?ol en 1978 y completado despu¨¦s con nuestra incorporaci¨®n a la hoy Uni¨®n Europea. A alguien puede que esto le parezca dar mucha importancia al derecho constitucional y hasta hacer el rid¨ªculo. Lo que est¨¢ en juego es muy serio.
De acuerdo con los principios generalmente aceptados en todos los reg¨ªmenes parlamentarios que en el mundo han sido, el PSOE est¨¢ legitimado para seguir gobernando mientras disponga de los suficientes apoyos parlamentarios. ?sta es una de esas cuestiones que deber¨ªan estar por encima de toda discusi¨®n. Lo contrario es no aceptar las reglas del juego y entrar en el peligros¨ªsimo terreno del vale todo.
Ello no quiere decir, por el contrario, que no pueda y que no sea conveniente incluso plantearse p¨²blicamente en estos momentos si, para garantizar la estabilidad y la eficiencia de su Gobierno, no ser¨ªa conveniente que el presidente lo remodelase y procediese despu¨¦s a solicitar expresamente la confianza del Congreso de los Diputados. Parece fuera de toda duda que ser¨ªa positivo para aumentar la credibilidad y la autoridad del presidente del Gobierno.
Pero la cuesti¨®n no es ¨¦sa. No es la gobernabilidad del pa¨ªs lo que las elecciones del 124 han puesto en cuesti¨®n. Es la competitividad de nuestro sistema de partidos la que puede estar peligrosamente en juego. Por eso es muy dif¨ªcil tomar una decisi¨®n. Porque lo que puede ser acertado desde un punto de vista, el de la gobernaci¨®n del pa¨ªs, puede ser nocivo para la futura competitividad de nuestro sistema de partidos. Y a la inversa.
Una de las cuestiones, posiblemente la de alcance m¨¢s general, que las elecciones del 124 ha planteado es la de determinar lo; costes que el partido socialista y con ¨¦l la democracia espa?ola tendr¨¢n que pagar en una situaci¨®n como la que ha cristalizado despu¨¦s de estas elecciones. La sangr¨ªa de votos del PSOE por su derecha y su izquierda parece haber levantado un muro infranqueable entre la sociedad y el Gobierno-partido socialista, que hace pr¨¢cticamente imposible la comunicaci¨®n sobre aqu¨¦lla y ¨¦stos. No se trata, pues, de una cuesti¨®n formal sobre lo que el Gobierno debe o no debe hacer, sobre lo que est¨¢ o no est¨¢ obligado a hacer. Se trata de una cuesti¨®n pol¨ªtica, de una cuesti¨®n de conveniencia y oportunidad que puede afectar a la estabilidad y calidad de la democracia en Espa?a. Las elecciones europeas y, sobre todo, las andaluzas han puesto de manifiesto que el PSOE carece hoy de un discurso pol¨ªtico atractivo y convincente. Y lo que es m¨¢s, que la sociedad espa?ola ha preferido al PP e IU, aun sabiendo que ninguno de ellos lo tiene tampoco, que ninguno de ellos tiene una trayectoria ni un proyecto para Europa comparable al de los socialistas, y que ninguno de ellos tiene respuestas para los problemas de Andaluc¨ªa mejores que las de los socialistas andaluces.
Aqu¨ª es donde est¨¢ el problema. En las grandes ciudades, sobre todo, los espa?oles han dado. la espalda al PSOE. Por lo que indican los sondeos a los que hemos tenido acceso, si las elecciones hubieran sido generales, los resultados habr¨ªan sido algo diferentes, pero no sustancialmente distintos. Unas elecciones anticipadas desembocar¨¢n muy probablemente en una victoria del PP. Pero las proporciones de la derrota socialista pueden ser mayores cuanto m¨¢s se retrase la convocatoria de las mismas.
?stos son los t¨¦rminos. en' que el problema est¨¢ planteado. El PSOE no es la UM, pero se encuentra ante el mismo dilema ante el que se encontr¨® ¨¦sta a principios de los ochenta. O gobierna y no compite o compite y no gobierna., es decir, deja de gobernar para, competir. La UCD hizo de necesidad virtud y opt¨® por gobernar con. los costes que su desaparici¨®n impuso a la democracia espa?ola. Las circunstancias son hoy bien distintas en Espa?a. Pero el PSOE, que aprendi¨® mucho de los errores de UCD y supo hacer uso de ese aprendizaje con eficacia en sus primeros a?os de gobierno, deber¨ªa plantearse muy seriamente si no debe evitarse a s¨ª mismo y evitarle tambi¨¦n a la democracia espa?ola los costes que aqu¨¦lla pag¨® por no poder disolver a tiempo.
Javier P¨¦rez Royo es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla.
Juli¨¢n Santamar¨ªa es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Complutense de Madrid.
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