De amarillo y oro
Un bailar¨ªn japon¨¦s de 23 a?os salta a los ruedos como El Ni?o del Sol Naciente
Un bailarin de Tokio se plante¨® un d¨ªa de hace nueve meses: si ya hay un Paco de Luc¨ªa con los ojos rasgados y una Cristina Hoyos que almuerza con palillos, ?por qu¨¦ no puede triunfar un Curro Romero que se anuncie en los carteles como El Ni?o del Sol Naciente ... ? Atsuhiro Shimoyama, que as¨ª se llama el visionario de 23 a?os, cogi¨® un avi¨®n y, despu¨¦s de dar cuatro tumbos por Espa?a, se present¨® en Alcal¨¢ de Guadaira, un pueblo a 15 kil¨®metros de Sevilla donde, junto a las canteras que surten de albero a la Maestranza, se encuentra una escuela de tauromaquia. Ser¨ªan las diez de la noche del pasado domingo -las cinco de la madrugada en Tokio- cuando El Ni?o del Sol Naciente -sombrero de ala ancha, chaquetilla, roja, camisa con chorreras y talle bien ce?ido- se enfrent¨® al becerro que le hab¨ªa tocado en suerte en la plaza de Alcal¨¢. ?Qu¨¦ susto!Ya lo hab¨ªa advertido Manolo V¨¢zquez, el matador de toros desde detr¨¢s de una barrera: "Es mejor que al japon¨¦s le hagan los retratos [una docena de fot¨®grafos espa?oles y extranjeros cubr¨ªa la novedad] antes de que empiece a torear, ?porque despu¨¦s ya veremos en qu¨¦ termina esto ... !". As¨ª fue. Atsuhiro Shimoyama -a quien se le despert¨® la pasi¨®n por los toros despu¨¦s de ver la pel¨ªcula Sangre y arena interpretada por Sharon Stone- se hab¨ªa aprendido a la perfecci¨®n todos los ritos de la fiesta, y los repet¨ªa con exactitud japonesa: el pase¨ªllo, el traguito de agua que despu¨¦s se escupe sobre e? albero, una toalla blanca para el sudor, el brindis al respetable, el toreo de sal¨®n...
S¨®lo de sal¨®n. Porque cuando aquel becerro sali¨® a la plaza -cruzada por luces amarillas y redondas- a El Ni?o del Sol, Naciente se le olvid¨® lo fundamental: para que un toro -sea a?ojo, eral o becerro- embista a la muleta hay que ponerle la muleta. Si no, embiste a lo que tenga delante. Aunque delante tenga a un japon¨¦s vestido de torero.
Nadie apunt¨® en la plaza cu¨¢ntas veces intent¨® el japon¨¦s dar una tanda completa de naturales, pero s¨ª qued¨® constancia de un dato para la estad¨ªstica de las faenas dif¨ªciles: no hubo una sola vez que el becerro se creyera el enga?o, y aunque en alguna ocasi¨®n El Ni?o del Sol Naciente -quien demostr¨® una excelente punta de velocidad- sali¨® vertical del encuentro, la mayor¨ªa de las veces el toro en miniatura y el torero en ciernes rodaron por el albero. El delirio del respetable lleg¨® cuando Atsuhiro le hizo tal llave al toro que los dos se desplomaron sobre la tierra. Pero el animal qued¨® debajo y el torero arriba. John Fulton, ahora pintor y antes matador de toros nacido en Filadelfia, suaviz¨® desde el tendido: "Tiene maneras; s¨®lo le falta pr¨¢ctica". Shimoyama le agradeci¨® el gesto, a ¨¦l y al presidente, que le concedi¨® una oreja. Como si fuera un Papa japon¨¦s del toreo, se arrodill¨® y bes¨® el albero. Luego, entre una corte bailaoras flamencas de ojos rasgados, se fue hasta su casa de Triana sacudi¨¦ndose el traje y murmurando: "Sab¨ªa lat¨ªn. Ese becerro sab¨ªa lat¨ªn...".
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