El primer europeo era de aqu¨ª'
La paleontolog¨ªa humana es una ciencia de ¨¦xito popular muy superior al que cabr¨ªa otorgar a una disciplina de m¨¦todos dif¨ªciles, trabajo ¨¢rido, teor¨ªa un tanto confusa y resultados a menudo inciertos. Todo eso queda compensado de sobras por el atractivo -m¨¢s o menos morboso- de averiguar como eran nuestros antepasados y de qu¨¦ forma hemos llegado a ser seres humanos.Pero tal ventaja se convierte tambi¨¦n, parad¨®jicamente, en la mayor amenaza para la ciencia paleoantropol¨®gica. Resulta tentador salir de los cauces estrictamente cient¨ªficos y presentar los hallazgos paleontol¨®gicos bajo una perspectiva que tiene mucho m¨¢s que ver con la vanidad social o pol¨ªtica. Una buena muestra es el hallazgo en Boxgrove (Reino Unido) de una tibia humana -de un antecesor nuestro, el Homo erectus heidelbergensis- con una antig¨¹edad de alrededor de medio mill¨®n de a?os. El f¨®sil, asociado a restos culturales de la tradici¨®n achelense, ha merecido los honores de la portada de la revista Nature -en su n¨²mero del 26 de mayo pasado-, con unos titulares bien ilustrativos: ?El primer europeo?'.
No es la primera vez, por supuesto, que se relaciona un hallazgo filogen¨¦tico, un f¨®sil de hom¨ªnido, con el orgullo de la europeidad. La falsificaci¨®n de Piltdown es el ejemplo m¨¢s conocido de una manera de ver las cosas que pretende relacionar el proceso de evoluci¨®n hacia la especie humana con acontecimientos pol¨ªticos, sociales, ¨¦tnicos o, si se prefiere, racistas, por resumir y abreviar, de ahora mismo. En aquel entonces se trataba de demostrar que las tendencias hacia la hominizaci¨®n depend¨ªan de un cerebro grande y complejo como condici¨®n especial del "rey de la naturaleza". Nada m¨¢s natural que demostrar que ese ser superior era europeo -brit¨¢nico, por mas senas-, aunque fuese haciendo trampa y construyendo un f¨®sil imposible. Pero la historia de la paleontolog¨ªa ha proporcionado severos correctivos a esa ideolog¨ªa etnocentrista basada en la superioridad cerebral: los primeros hom¨ªnidos -Australopithecus afarensis- eran africanos y ten¨ªan un cerebro de tama?o similar al de los chimpanc¨¦s actuales. Fue otra cosa, y no el tama?o del cerebro, lo que inaugur¨® la l¨ªnea evolutiva que conduce hasta nosotros.
Lo que no parece haberse eliminado de la ciencia paleoantropol¨®gica es el gusto por los titulares sensacionales. Es obvio que entre el fraude de Piltdown y el hallazgo de ese "primer europeo" de Boxgrove media un abismo de rectitud cient¨ªfica (lo de "hombre", por una vez, justificado: las medidas de la tibia hacen probable que se trate de un macho y no de una hembra); es un modelo de concisi¨®n y prudencia, sin euforias sensacionalistas de ning¨²n tipo. ?Por qu¨¦, entonces, esa insistencia en presentarlo con una terminolog¨ªa y una sem¨¢ntica m¨¢s propias de un campeonato de f¨²tbol o un programa pol¨ªtico?
Quiz¨¢ sea porque el sesgar de ese modo las cosas forma parte de la naturaleza humana e incluso los editores de las revistas cient¨ªficas m¨¢s prestigiosas del mundo est¨¢n sometidos a tal ley. Desde luego, en el pleistoceno medio -¨¦poca a la que pertenecen las secuencias sedimentarias de Boxgrove- no exist¨ªa el Reino Unido ni la isla a la que los espa?oles llamamos Inglaterra. El continente ten¨ªa entonces una geograf¨ªa muy diferente por mor de las glaciaciones y los periodos interglaciares: incluso resulta dificil hablar de "Europa". En el mismo n¨²mero de Nature que presenta el nuevo hallazgo, Clive Gamble lleva a cabo un comentario acerca del yacimiento de Boxgrove en el que se resumen las disputas acerca de cu¨¢ndo -y d¨®nde- tuvo lugar la primera ocupaci¨®n humana de Europa, con una cifra generalmente aceptada de 500.000 a?os para los principales yacimientos de Hungr¨ªa -Vertessz¨®li?Ss-, Alemania -Bilzingsleben y Eliringsdorf-, Francia -Bianche y Arago-, Espa?a -Atapuerca- o Inglaterra -Swanscombe y ahora Boxgrove-. Pero en su art¨ªculo Gamble se pregunta c¨®mo es posible que los hom¨ªnidos se estableciesen "a las puertas de Europa" -Dmanisi, Georgia- hace casi un mill¨®n y medio de a?os y luego tardasen tanto en colonizar el continente. Quiz¨¢ la verdadera pregunta sea otra: ?qu¨¦ m¨¢s da? ?Por qu¨¦ insistir en la colonizaci¨®n de "Europa" como si se tratase de un hito, de una conquista de nivel superior a la de llegar hasta Georgia? ?Cu¨¢l es el sentido de la insistencia por reconocer yacimientos de hom¨ªnidos con una antig¨¹edad tan elevada como dos millones de a?os en Francia, en Espa?a, en Checoslovaquia?
Se podr¨ªa contestar que el af¨¢n por conocer las peripecias de la radiaci¨®n de los hom¨ªnidos justifica por s¨ª s¨®lo ese inter¨¦s. Pero a veces da la impresi¨®n de que hay otras claves en juego, como los leg¨ªtimos esfuerzos por obtener fondos para la investigaci¨®n de mi yacimiento. El que una excavaci¨®n saque. a la luz el primer europeo, o el que hace el n¨²mero 10.000, poco deber¨ªa importar desde el punto de vista del conocimiento cient¨ªfico. Pero no es as¨ª. Los historiadores de la ciencia llevan mucho tiempo llamando la atenci¨®n sobre esas y otras servidumbres ideol¨®gicas de la reconstrucci¨®n de la filog¨¦nesis humana. Boxgrove no es ninguna excepci¨®n a la ley general. Aun as¨ª, confiemos en que las nubes no oculten el verdadero valor del descubrimiento.
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