Maradona s¨ª, Havelange no
Alg¨²n d¨ªa, no muy lejano, cuando Maradona ya no fascine a las mutitudes con sus prodigios sobre el c¨¦sped ni ponga hist¨¦ricos a los centinelas de la hipocres¨ªa, es posible que se haga la luz sobre este tenebroso episodio de la muerte futbol¨ªstica de un jugador fuera de serie. Al colombiano Andr¨¦s Escobar, cierta barbarie colombiana lo asesin¨®, sin met¨¢fora, porque se hab¨ªa hecho un gol en contra. El autogol de Maradona se llama, aparentemente, efedrina, o sea, esas gotitas inofensivas que todos los resfriados del mundo nos hemos echado alguna vez en la nariz para atenuar el humor nasal y los estornudos.Por esa misma infracci¨®n leve, al jugador espa?ol Calder¨¦, que en la Copa del Mundo disputada en M¨¦xico 1986 tambi¨¦n dio positivo por efedrina, no lo suspendieron por ning¨²n partido. Pero seguramente Calder¨¦, para su fortuna, no se hab¨ªa enfrentado al capo Jo¨¢o Havelange, ni hab¨ªa reivindicado al Sur contra el Norte, ni le hab¨ªa regalado su camiseta a Fidel Castro.
Despu¨¦s de todo, en la ficha deportivo-policial de Maradona, la efedrina es su peccata minuta; en todo caso, el pretexto largamente esperado. No habr¨ªa tenido importancia si hubiera ocurrido cuando jugaba en el club Newell's Old Boys, de Rosario. Una transgresi¨®n de ¨¢mbito tercermundista no habr¨ªa conformado a la rencorosa mafia de Havelange. Ten¨ªa que ser una Copa del Mundo, con resonancia internacional, recordatorios exhaustivos de su tr¨¢nsito por la coca¨ªna, de un hijo natural en Italia, con programas especiales en televisi¨®n, para dejar amplia constancia de los pies de barro de un pibe de oro.
En realidad, el pecado original e irredimible de Diego Armando es haber nacido en el barrio bonaerense Villa Fiorito, en medio de la pobreza m¨¢s cruda, y haberse elevado desde all¨ª, sin otra base que su talento para hacer malabarismos con la pelota, y ser suficientemente generoso como para hacer notables pases que brindaban a sus compa?eros opciones de goles casi inevitables. (?Alguien ha olvidado al Maradona de la Copa del Mundo Roma 90, cuando, a pesar de estar seriamente lesionado, de todos modos quiso jugar y le sirvi¨® aquel espectacular pase a Caniggia, que le permiti¨® a ¨¦ste anotar el tanto con el que Argentina derrot¨® a un Brasil que le hab¨ªa dominado en todo el partido?).
Cuando, tras su odisea italiana, volvi¨® a Argentina, y Menein lo quiso captar para que integrara su clan art¨ªstico-deportivo, al comienzo, pareci¨® que el repatriado entraba en esa complicidad l¨²dica, pero a la primera divergencia hizo p¨²blica su opini¨®n y all¨ª termin¨® el romance, con lo cual ya es dif¨ªil que llegue a integrar, con Reutemann y Palito Ortega, una calificada terna de gobernadores no profesionales.
Cuarenta y ocho horas despu¨¦s de su eliminaci¨®n del equipo, el Pelusa le dijo, con su l¨ªanqueza de siempre, a un periodisxta italiano: "No me han matado, y no me matar¨¢n. ?Sauus por qu¨¦? Porque yo les he dado de comer a ellos, los de la FIFA. Ellos a m¨ª no me han dado nada. Ellos no han jugado una sola vez al f¨²tbol y no saben qu¨¦ se siente al estar dentro el Campo". Y tambi¨¦n: "Quer¨ªa demostrar a mis dos hijas que pod¨ªa luchar contra j¨®venes de 20 a?os". Esto ¨²ltimo lo demostr¨® ampliamente. Pero en cambio qued¨® claro que no puede luchar contra oportunistas como Julio Grondona, el presidente de la AFA (Asociaci¨®n del F¨²tbol Argentino), que, en lugar de organizarle defensa y apelaci¨®n, no vacil¨® en expulsarlo del plantel, despojando a ¨¦ste de su figura m¨¢s brillante, de su mejor organizador, y dej¨¢ndolo virtualmente a merced de Havelange, Bulgaria y Rumania. Qued¨® igualmente claro que, si bien puede competir con j¨®venes de 20 a?os, en cambio no puede luchar contra Matusalenes como Havelange, consolidada verg¨¹enza del deporte mundial, que hace pocas semanas maniobr¨® y maniobr¨® hasta que el candidato alternativo le dej¨® el campo libre y as¨ª Dudo ser reelecto como m¨¢xima autoridad de la FIFA. Es una pena que no haya control antidopaje para dirigentes de f¨²tbol, ya que en el caso de este padrino le ser¨ªa detectado un espectacular positivo de truhaner¨ªa.
Maradona ped¨ªa, con esa ingenuidad que ha caracterizado los aciertos y desaciertos de toda su trayectoria, que lo dejaran hablar, que le permitieran defenderse: ?Por qu¨¦ no me dejan decir que no he hecho lo que dicen ellos? Ya he pagado una vez. ?Qu¨¦ debo hacer? ?Pagar toda la vida?. Aparentemente, s¨ª. El poder, cuando ha sido tramposamente alcanzado, es inflexible, no perdona. El m¨¦dico italiano Antonio dal Monte, que prepar¨® a Maradona para los mundiales del 86 y del 90, declar¨®: "Todo indica que estamos frente a un lamentable error de recorrido no ligado a una expresa voluntad de dopaje, porque si as¨ª fuera habr¨ªamos vuelto a la ¨¦poca de los hechiceros". ?No habremos vuelto? Maradona nos descubri¨® que la pelota era primorosamente redonda, y acaso termine su carrera profesional dej¨¢ndonos como legado un equivalente lunfardo eppur si muove. Y vaya si se mueve. Si el papa Wojtyla reivindic¨® a Galileo, no es imposible que la FIFA, cuando el papa Havelange se jubile por causas de fuerza mayor, reivindique a Maradona. Para Havelange y los suyos, el esc¨¢ndalo efedr¨ªnico constituy¨® un boccato di cardenale, pero fue tambi¨¦n una suerte de exorcismo. Lo expulsaron de la Copa, sencillamente porque las hogueras ya pasaron de moda. De lo contrario, lo habr¨ªan achicharrado sin m¨¢s tr¨¢mite.
No s¨¦ si ha quedado claro en los p¨¢rrafos precedentes. De todos modos, quiero confirmar que en la confrontaci¨®n Maradona versus Havelange, todas ni?s simpat¨ªas est¨¢n con el Pelusa. Con efedrina o sin efedrina. (S¨®lo le falt¨® convertir el gol del estornudo). Pero siempre con gratitud. Para alguien que disfruta con el f¨²tbol bien jugado, haber presenciado la habilidad y la inspiraci¨®n que siempre derroch¨® Maradona en cualquiera de las canchas del mundo signific¨® siempre una felicidad visual, y eso es algo que no se borra con el posmodernismo de la hipocres¨ªa. Siempre se lo agradeceremos. Y por ¨²ltimo, una acotaci¨®n estrictamente personal: creo que aquel gol que le hizo a los ingleses con ayuda de la mano divina es por ahora la ¨²nica prueba fiable de la existencia de Dios.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.