La banda de Stoichkov
Hristo Stoichkov acababa de marcar el gol del empate ante Alemania. Un fant¨¢stico tiro libre. El b¨²lgaro estaba hinchado de gloria y arrogancia. Todo era suyo: el partido, los titulares de los peri¨®dicos, el equipo, Bulgaria, el Mundial. Stoichkov, el emperador. En ese instante, un jugador del Barcelona pas¨® de manera distra¨ªda por el recibidor del hotel Hilton de Nueva York. Casi sin querer, dirigi¨® su mirada al televisor. Luego vino un comentario lac¨®nico, muy ingl¨¦s. "Ya s¨¦ qui¨¦n se sentar¨¢ en el banquillo en el primer partido de la temporada". Stoichkov.S¨®lo Cruyff se atrever¨¢ a rebajar los humos del delantero b¨²lgaro. Volver¨¢ crecido y retador. Es su car¨¢cter, pero adem¨¢s esta vez tendr¨¢ motivos para sentirse el due?o del planeta. Stoichkov ha dirigido a su equipo hasta las semifinales del de la Copa del Mundo. Lo ha hecho en todos los sentidos. Dentro y fuera del campo. Bulgaria es la banda de Stoichkov.
Resulta un poco estrafalario que el cuartel de Bulgaria se levante junto a la distinguida universidad de Princeton, uno de los lugares de la excelencia Intelectual estadounidense. S¨ª hay algo que caracteriza al equipo b¨²lgaro es su escasa atenci¨®n a las formas, a un sentido estricto de la vida, a la introspecci¨®n. Miren la fiesta que se celebr¨® despu¨¦s de la victoria ante Alemania: corri¨® el alcochol, se acab¨® el t¨¢baco, hubo gritos y v¨ªtores, se bail¨® al comp¨¢s de los acordeones y finalmente, cuando se hizo evidente el esp¨ªritu de la cerveza, no hubo m¨¢s remedio que arrojar a los jugadores a la piscina del hotel.
Stoichkov asisti¨® complacido a la celebraci¨®n. En sus maneras se adivina un gesto que puede ser paternal ahora y desafiante m¨¢s tarde. M¨¢s que nunca parece un actor de Pasolini, el chicuelo de una pel¨ªcula neorrealista. Ning¨²n futbolista es m¨¢s amado por las c¨¢maras. Su trabajo en el equipo b¨²lgaro es el de jefe supremo. Medio en serio, medio en bromas, se dirige a Dimitar Penev, su entrenador. "No tienes ni idea de f¨²tbol", le dice. As¨ª est¨¢n las cosas en el hotel de los b¨²lgaros, donde triunfa la heterodoxia. Aqu¨¦l fuma, el otro rega?a con un compa?ero, almuerzan separados y parece que se vive en un clima ca¨®tico. Pero funciona.
Las severas reglas del f¨²tbol, tan p¨ªo con las cuestiones de la convivencia de los jugadores y con la aceptaci¨®n de la autoridad de los entrenadores, se derrumban cuando se observa el comportamiento de los b¨²lgaros. En los corrillos futbol¨ªsticos se tiene por seguro que Stoichkov dirige al equipo en todos los sentidos. Dicen que decidi¨® el orden de los lanzadores de los penaltis ante M¨¦xico y tambi¨¦n se da por seguro que es el hombre que imparte la doctrinilla t¨¢ctica.
Antes del partido con Alemania llam¨® a su amigo Anton Polster, actual jugador del Stuttgart, para informarse de las caracter¨ªsticas de la selecci¨®n alemana. Tambi¨¦n se agenci¨® varios videos que sirvieron para destripar el entramado t¨¢ctico de sus rivales Stoichkov manda, no hay duda. Y sus compa?eros obedecen. Es el l¨ªder de una banda singular, un equipo que ha acudido al Mundial con nueve delanteros, que cuenta con jugadores procedentes de las Ligas espa?ola (Stoichkov, lotov y Kiriakov), portuguesa (Kostadinov, lordanov y Balakov), francesa (Mihailov, Georgiev e Iliev), suiza (Ivanov), alemana (Hotibtchev y Lechtkov) e inglesa (Guentchev). Y cuentan tambi¨¦n con Nikolov, el portero suplente. Hace alg¨²n tiempo fue sometido a prueba por el Palam¨®s. El entrenador, Juanjo D¨ªaz, sac¨® tan mala opini¨®n de ¨¦l que le colocaba como extremo derecho en los entrenamientos.
Todo es heterodoxo en Bulgaria, incluso la manera de clasificarse para el Mundial, con aquel remate a la escuadra de Kostadinov en el Parque de los Pr¨ªncipes, en el ¨²ltimo minuto, ante la desolaci¨®n de los franceses. Siempre puede suceder lo inesperado con los b¨²lgaros. Fuera el m¨¦todo, viva la improvisaci¨®n. Es la divisa de los z¨ªngaros de Hristo Stoichkov.
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