Josep Pla, un hombre
La noticia de que el escritor ampurdan¨¦s tuvo una hija ha desconcertado al mundo 'planiano'
Un abogado de Barcelona sostiene que el escritor Josep Pla tuvo una hija con la que fue, durante a?os, su compa?era sentimental, Adi Enberg. La noticia ha desconcertado al mundo planiano. Familiares, bi¨®grafos, amigos, afirman que nunca hab¨ªan o¨ªdo hablar de semejante circunstancia. Cristina Badosa, que es quien de una manera m¨¢s sistem¨¢tica ha rastreado el periodo en que esa hija hubo de nacer y que es, adem¨¢s, la depositaria del testimonio biogr¨¢fico de Adi Enberg, tampoco escuch¨® nunca nada sobre eso. Curiosamente, en su libro reciente, Josep Pla, el dif¨ªcil equilibri entre literatura i pol¨ªtica s¨ª hay, sin embargo, una escondida referencia a una supuesta hija de Pla. Una referencia que ella en el libro desprecia y que parte de un suelto publicado por un irrelevante peri¨®dico barcelon¨¦s. Cuando en el a?o 1929, Pla y Adi se trasladan a vivir a Llofriu (Gerona), Las Noticias anuncia la salida de la familia Pla -el matrimonio y una hija- al extranjero. Ese suelto provoca la carcajada de la revista Mirador: ni Llofriu est¨¢ en el extranjero ni el matrimonio Pla tiene una hija.Sin embargo, y dejando de lado esa curiosa alusi¨®n, el desconcierto planiano, parte de un supuesto t¨¢cito: el Pla padre no encaja en los perfiles del escritor personaje. En un doble sentido. Para empezar, los planianos subrayan que su paternidad, aun a modo de rumor incomprobable, deb¨ªa haber trascendido. Es un razonamiento sorprendente. En primer lugar, porque ignora el talante fuertemente convencional, en tantos sentidos, de Josep Pla, un hombre que, al fin y al cabo, deb¨ªa de afrontar una realidad concreta: tener un hijo, en la sociedad de los a?os veinte o treinta, con una mujer extranjera, sin estar casados, y, sobre todo, sin poder casarse. El vac¨ªo biogr¨¢fico, informativo, sobre Pla es todav¨ªa tan grande que todas las especulaciones sobre si en realidad se hab¨ªa o no casado con Adi Enberg ignoran un hecho fundamental: eso es que Adi, cuando conoci¨® en Par¨ªs a Pla, era ya una mujer casada, casada, curiosamente, con un pariente suyo de apellido Eenberg. Y que fue ese matrimonio, muchos a?os despu¨¦s, en 1951, el que tambi¨¦n le impidi¨® casarse religiosamente con el tercer hombre conocido de su vida, el pintor mallorqu¨ªn Fuster Valiente. En todos, absolutamente todos, los papeles escritos sobre Pla y Adi se ignoran estas circunstancias.
Asimismo, ha sido necesaria la aparici¨®n de unas setenta cartas para que la borrosa Consuelo Cadaqu¨¦s adquiriera un perfil n¨ªtido, mucho m¨¢s relevante, tal vez, en la ecograf¨ªa sentimental de Pla de lo que se cre¨ªa hasta ahora. De la misma manera, algunas de las cartas que su sobrina Anna Vila conserva de los a?os veinte ilumiriar¨ªan tambi¨¦n el rastro de uno de los primeros amores de Pla, la kioskera Rosseta, genovesa y dulce, con quien quer¨ªa casarse y a quien quer¨ªa llevar a la mas¨ªa.
Al vac¨ªo informativo se a?ade la determinada construcci¨®n biogr¨¢fica que Pla hizo de s¨ª mismo a lo largo de las 30.000 p¨¢ginas de su Obra Completa. El Pla que surge de ellas es harto conocido: un graf¨®mano mis¨¢ntropo y mis¨®gino, una boina solitaria manchada por la caspa, el whisky y la picadura de tabaco. ?Bastar¨¢ decir que en una obra de talante memorial¨ªstico como la suya el nombre de Adi no aparece una sola vez y que sobre el resto de sus mujeres es solamente Aurora, la prostituta Aurora, quien devora, escondida tras la letra A., la escritura obsesiva, alucinada de sus diarios de los sesenta, diarios que Josep Verg¨¦s crey¨® conveniente expurgar de la carga de inconveniencias pornogr¨¢ficas que ofrec¨ªan? En el pr¨®logo a Relacions (Relaciones), conocido recientemente, Pla escribe de s¨ª mismo: "No me falta nada: tengo un buen fuego, un plato de legumbres cada tarde, cuatro libros antiguos y el Manchester Guardian".
Lo escrib¨ªa desde Leeds, en 1926. Fuego, legumbres, libros y diarios. Esa era, entonces, la verdad de su personaje literario. Esa fue su verdad siempre. Pero lo cierto es que en ese encantador potaje, y en la vida real, circulaba el cuerpo de una mujer alta, esbelta, rubia, de un trato exquisito, conocedora del mundo y propietaria de seis lenguas -as¨ª la describe Verg¨¦s-, el cuerpo de Adi, en fin, con quien Pla viv¨ªa entonces los anos m¨¢s felices de su relaci¨®n.
Pla, padre: una afirmaci¨®n inc¨®moda. Una afirmaci¨®n, de momento en manos de un abogado barcelon¨¦s, que habr¨ªa de obligamos a releer el pasado, la forma apresurada e insuficiente con que todos nos hemos encargado con el viejo hura?o y gru?on.
En los a?os cincuenta, el poeta y editor Joan Teixidor perd¨ªa a su hijo mayor. Una circunstancia cruel sobre la que Teixidor dej¨® un libro muy hermoso: El Pr¨ªncep (1954) (El pr¨ªncipe). Despu¨¦s de la muerte, y seg¨²n relata Verg¨¦s en su libro citado, Pla envi¨® a Teixidor una carta de condolencia donde figuraban estos p¨¢rrafos: "Amar significa el dolor hasta el infinito. No se piden tener hijos". Palabras como ¨¦stas pueden ser de cualquiera. Escritas por alguien que no ha sido padre, y en semejante circunstancia desolada, son una inoportuna y c¨ªnica lecci¨®n de vida. Escritas por un padre son una honda, amarga y solidaria reuni¨®n en el dolor.
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