En la taberna de la muralla
Se ha pasado media vida cantando por unas monedas en los bares de Mindelo, el puerto de la isla de San Vicente, all¨¢ en Cabo Verde, frente a las costas de ?frica Occidental. En tiempos coloniales, cuando desde Lisboa se decid¨ªan los asuntos del archipi¨¦lago, Cesaria ?vora sub¨ªa a los barcos fondeados en la bah¨ªa para distraer de las tristezas o el aburrimiento a militares y viajeros que hac¨ªan escala. Ahora, a sus 52 a?os, est¨¢ recorriendo Europa contratada con un buen cach¨¦ y acaba de fichar por una discogr¨¢fica multinacional.A Cesaria ?vora, Cize para sus amigos, habr¨ªa que escucharla en uno de esos locales portuarios llenos de humo, con olor a ron, donde sus canciones melanc¨®licas hacen mella en los corazones de marineros solitarios y parejas que bailan agarradas. En el escenario madrile?o, la reconstrucci¨®n aproximada de su h¨¢bitat natural: una silla y una mesa sobre la que reposan el bolso, el paquete de rubio y la bebida. Cuando lleg¨® Angola, la canci¨®n m¨¢s aplaudida, ya se hab¨ªa fumado tres pitillos. Ella asegura que el tabaco y el alcohol ayudan a que sus cuerdas vocales modulen en el tono adecuado. El l¨ªquido del vaso era agua pero, cada vez que beb¨ªa, unos franceses -en Francia la descubrieron y ha vendido m¨¢s de 100.000 ejemplares de su ¨²ltimo disco- se mostraban at¨®nitos ante su capacidad para absorber alcohol sin inmutarse.
Cesaria ?vora
Cesaria ?vora (voz), Paulinho Vieira (direcci¨®n y arreglos, piano), Toy Vieira (guitarra solista), Osvaldo Dias (guitarra espa?ola, guitarra de 12 cuerdas) y Armando Tito (cavaquinho). 1.800 personas. Precio: 2.500 pesetas. Muralla ?rabe. Madrid, 16 de julio.
Criollo
Con su voz tierna y subyugante, que no parece corresponderse a un cuerpo maltratado por los rigores de una vida dura, cant¨® en criollo caboverdiano esos cl¨¢sicos de su repertorio que son Miss Perfumado, Bia o Mar azul, esas hermosas mornas del desaparecido B. Leza, que se han descrito como un fado ba?ado por los tr¨®picos; suaves, cadenciosas y pegadizas; que hablan de los que se han ido -m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n ha tenido que emigrar-. Y mientras el pianista presenta a los m¨²sicos del grupo que la acompa?a, ella se despatarra sobre la silla y se r¨ªe como una ni?a; con la naturalidad de quien est¨¢ c¨®modamente instalada en el sal¨®n de su hogar. Dijo en cierta ocasi¨®n Cesaria ?vora que lo mismo es cantar para 1.000 personas que para una sola. Aunque se nota que est¨¢ acostumbrada a las distancias cortas; a lugares donde puede sentir el halo de los clientes porque se dirige a los que le piden canciones sin acercar el micr¨®fono a la boca. Incluso se despidi¨® hasta ma?ana: pensando ya en regresar a esa taberna imaginaria que por unas noches ha albergado al Johnnie Music Festival, magn¨ªfica muestra de las m¨²sicas que nacen en ?frica y Am¨¦rica.
Babelia
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