Un toricidio
El cuarto toro pudo morir asesinado en el primer tercio. Perpetr¨® el toricidio un siniestro individuo encaramado en enorme percher¨®n, y fue inductor su jefe de filas, llamado Emilio Mu?oz, con la complicidad de toda la cuadrilla.Convertido el tercio en un herradero, Emilio Mu?oz recorr¨ªa presuroso el ruedo para permanecer lejos. del escenario del crimen, mientras el toro galopaba abanto sin que nadie intentara detenerlo. Una vez el toro tropez¨® al caballo, lo tir¨®, emprendi¨® de nuevo franca hu¨ªda y habr¨ªa seguido medio entero si no fuera porque el picador derribado determin¨® tomar cruel venganza; y aprovechando que el toro se hab¨ªa detenido junto a tablas, all¨ª lo acorral¨®, all¨ª lo agredi¨®, all¨ª le hizo un boquete por junto al espinazo, y si llegan a dejarle lo taladra hasta las entra?as.
Puerto / Mu?oz, Carri¨®n, Pedrito
Cinco toros de Puerto de San Lorenzo (uno fue devuelto por inv¨¢lido), mal presentados e inv¨¢lidos los tres primeros, 4? manso con poder, 5? pastue?o, sospechosos de pitones. 3? (sobrero) y 6? de Viento Verde, con peso, sospechosos de pitones flojos.Emilio Mu?oz: dos pinchazos, otro hondo ca¨ªdo, pinchazo, otro hondo atravesado y descabello (pitos); media atravesada baja (bronca y almohadillas). Manolo Carri¨®n: seis pinchazos con ruedas de peones y dos descabellos (silencio); cinco pinchazos y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Pedrito de Portugal: estocada ca¨ªda, rueda de peones -aviso con mucho retraso- y dobla el toro (aplausos y saludos); media ca¨ªda y rueda de peones (aplausos). Plaza de Valencia, 23 de julio. 3? corrida de feria. Dos tercios de entrada.
El esc¨¢ndalo may¨²sculo que se hab¨ªa producido en los tendidos con aquellos macabros sucesos, la indignaci¨®n del p¨²blico, el lanzamiento de almohadillas, debieron aconsejar al presidente sacar el pa?uelo para evitar males mayores. El picador, no obstante, segu¨ªa empe?ado en consumar la carnicer¨ªa, de manera que terci¨® al ojo perverso el castore?ito vil, pic¨® espuelas, cabalg¨® hasta los medios donde se encontraba el toro ya sin resuello, lo envolvi¨® en la empalizada del peto y le peg¨® otro lanzazo donde cayera, mortal de necesidad.
Descuartizados los lomos, chorreando sangre de cabeza a rabo, el toro trastabill¨® derrotado hacia las tablas y se acul¨® en ellas lamentando haber nacido. Hasta pareci¨® que de un momento a otro se iba a morir. Mas no se muri¨®, ni nada. Toro de casta al fin, se repuso y dio la sensaci¨®n de que a¨²n pedir¨ªa pelea en la muleta. No hubo forma de saberlo, sin embargo. Emilio Mu?oz lo machete¨® r¨¢pido, le peg¨® un espadazo bajero, y se acab¨® la presente historia. Un minuto, de reloj dur¨® toda esa operaci¨®n, incluido el cachete letal del puntillero.
El resto de la corrida, no tan traum¨¢tica ni delictiva, result¨® un dolor. Estaban mochos e inv¨¢lidos los toros, inh¨¢biles los toreros. Emilio Mu?oz, sobre todo, que no dio pie con bola y al primero lo trapace¨® sin decoro ni sosiego. Manolo Carri¨®n no supo por d¨®nde meterle mano al ¨¢spero segundo, y en cambio al pastue?o quinto le lig¨® despacioso largas tandas de derechazos. Ambos los mat¨® a la ¨²ltima. Pedrito de Portugal tuvo un toro moribundo, otro flojucho que tardeaba y no pudo lucir su arte, a pesar de que lo intent¨® cruzadito y garboso, con rasgos de acendrada torer¨ªa. Le despidieron con, aplausos. Aunque poco. Al p¨²blico le hab¨ªa quedado la fijaci¨®n del toricidio, de la complicidad de Emilio Mu?oz, de su conducta dolosa por denegaci¨®n de auxilio. Y, al verle marchar, le meti¨® un broncazo de padre y muy se?or m¨ªo.
Babelia
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