"Esquema biogr¨¢fico"
Nac¨ª en Valladolid el 3 de junio de 1898. Recuerdo los primeros nueve a?os de mi vida que pase all¨ª, d¨ªa por d¨ªa. Me es dif¨ªcil, sin embargo, consignar un esquema que pueda dar idea de su t¨®nica. Mi vida espiritual lleg¨® a ser en aquella ¨¦poca tan intensa, que en a?os posteriores me ha sido dif¨ªcil superarla. Por una condici¨®n parad¨®jica de mi temperamento he merecido entre mis ¨ªntimos el t¨ªtulo de "trabajador sin materias", porque siempre ha sido mi fuente de actividad lo falto, lo ausente, lo distante. En esa primera infancia, mi vida fue enteramente sedentaria y enteramente ocupada por una obsesi¨®n de hero¨ªsmo; mis juegos predilectos eran la guerra y la caza. Solitaria, sin un amigo de mi edad, recluida en el mundo m¨¢s peque?o que se pueda concebir, viv¨ªa autodestinada al triunfo social, al contacto apasionado con la multitud, en la lucha, en la escena y en toda cosa que a ello diese ocasi¨®n. Pero esto no era esp¨ªritu de contradicci¨®n, residente s¨®lo en mi voluntad, sino el modo natural de reaccionar mis sentidos. Por ejemplo: mi afici¨®n por la naturaleza era tan experimental como puede ser la de un explorador de la selva o un globe-trotter, y hab¨ªa sido adquirida en el contacto directo con el paisaje ausente de mi tierra. All¨ª donde no hab¨ªa nada, una peque?a meseta sobre la gran meseta, sin una hierba ni una piedra diferenciable de otra, yo recib¨ªa mensajes del desierto, del Alpe, del tr¨®pico y de la estepa; pero sin mirar la lejan¨ªa ni sentirse cautiva por no poder ir a verlos. Ellos ven¨ªan a que yo los viese, haci¨¦ndome encontrar su extracto esencial en el terreno que yo misma ocupaba, a un metro en torno m¨ªo, no m¨¢s all¨¢ de mi radio de alcance. He de se?alar que tuve siempre la seguridad de que llegar¨ªa a todo lo que consideraba lejos, y que al ir logr¨¢ndolo, como as¨ª ha sido, nunca experiment¨¦ la decepci¨®n que chafa el ¨ªmpetu de los imaginativos a su aterrizaje en la realidad, sino al contrario, un m¨¢ximo de satisfacci¨®n inconcebido, unas veces por encontrarlo id¨¦ntico, coincidiendo exactamente con lo que hab¨ªa deseado, y otras por encontrarlo diferente, pero no menos satisfactorio. Mi instrucci¨®n debida exclusivamente a mi madre, era extraordinaria, a juicio de todos, cuando ten¨ªa nueve a?os. Por vicisitudes y por temor a que me perjudicase -sufr¨ªa a temporadas peque?os trastornos nerviosos-, qued¨® interrumpida en aquel punto y formalmente no volvi¨® a reanudarse. Cumpl¨ª los 10 a?os en Madrid, y mi vida sufri¨® un cambio total: hice vida de ni?a, tuve amigas y conoc¨ª la verdadera soledad. No porque me encontrase sola entre la gente; al contrario, mis sentimientos repercut¨ªan en muchos f¨¢cilmente y los de casi todos en m¨ª. Pero la plena posesi¨®n de mi conciencia me situaba ante un porvenir de continuos esfuerzos para hacerle frente, en vista de que la posici¨®n de mi familia era cada vez m¨¢s dif¨ªcil y las necesidades pr¨¢cticas parec¨ªan disponerse a cercarme, eleg¨ª una carrera art¨ªstica, pintura o escultura, indistintamente. Mi objeto no era m¨¢s que situarme en una sociedad donde se acostumbrase a hacer cualquier g¨¦nero de ejercicio con la inteligencia. El resto de mi porvenir, por mi parte, pod¨ªa resolverse o quedarse sin resolver. Esto lo decid¨ª a los 11 a?os; a los ocho ya hab¨ªa frecuentado una academia de dibujo; nada m¨¢s llegar a Madrid, me inform¨¦ de las que estaban a mi alcance, y al curso siguiente reanud¨¦ mi aprendizaje. A los 17 a?os ingres¨¦ en la Escuela de San Fernando. Frecuent¨¦ el Cas¨®n, el Museo y, por ¨²ltimo, el Ateneo. Mi posici¨®n espiritual estaba s¨®lidamente asegurada. Hab¨ªa conseguido amigos, maestros y, sobre todo, colaboraci¨®n vitalicia para mis aventuras ¨ªntimas. No aludo, ni de pasada, a mi historia afectiva, porque no sabr¨ªa hacerlo esquem¨¢ticamente; alg¨²n d¨ªa constituir¨¢ un libro de 800 p¨¢ginas. Dej¨¦ la escultura, que para m¨ª no hab¨ªa sido m¨¢s que un veh¨ªculo, aunque me aseguraban que har¨ªa algo en ella. Pero entonces empec¨¦ a escribir, y puede decirse que a leer. Hasta tanto, mi trabajo intelectual no hab¨ªa tenido verdadera orientaci¨®n. A los 23 a?os sal¨ª de Espa?a y ca¨ª en la Academia de Espa?a en Roma, en calidad de pensionada consorte. En los cinco a?os siguientes, algunos viajes por Europa, una estancia larga en los Alpes de la frontera austriaca y otra en Venecia. Frecuentes vueltas a Roma. All¨ª logr¨¦ otro gran periodo de cultivo espiritual, sin relaci¨®n ninguna con la vida de Italia. Simplemente, por estar mi vida ¨ªntima en el mejor de los mundos, tener un gran estudio silencioso, un jard¨ªn de verde perenne a una urraca amaestrada, ¨²nica amistad que dej¨¦ all¨ª.
Pr¨®logo a la primera edici¨®n de Estaci¨®n. Ida y vuelta.
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