El arte de pegar hachazos
Moreno / Mond¨¦jar, Lucero, Javi
Toros de Jos¨¦ Joaqu¨ªn Moreno de Silva, con trap¨ªo, muy serios, duros. Antonio Mond¨¦jar: silencio y vuelta con protestas.
Rom¨¢n Lucero: silencio y silencio. El Javi, que confirm¨® la alternativa: silencio y palmas.
Plaza de Las Ventas, 31 de julio. Menos de media entrada.
Los saltillos de Moreno Silva se daban un arte exquisito para pegar hachazos. No todos, pues los dos que rompieron las hostilidades pareci¨® que ven¨ªan en son de paz. El Javi, toricantano a la saz¨®n, tore¨® al suyo con gusto y largura por redondos, no tanto por naturales, y quiz¨¢ hizo la faena demasiado larga, ya que el saltillo acab¨® desentendi¨¦ndose del torero y su muleta, y devino top¨®n..El siguiente toro desarroll¨® una nobleza que Mond¨¦jar desaprovech¨® pues met¨ªa pico, descargaba la suerte, correg¨ªa terrenos; esas cosas de la tauromaquia moderna, ya se sabe. Las ventajillas dichas se unieron al nerviosismo con que las ejecutaba el diestro, y el toro cogi¨® vicio, se desorden¨® tambi¨¦n y ya no quiso embestir. Cuando sali¨® el tercer toro se supo que la actitud contemporizadora de los saltillos no hab¨ªa sido m¨¢s que pura estrategia. Y estall¨® la guerra. Rom¨¢n Lucero pon¨ªa la voluntad y el valor correspondientes a los toreros de una pieza, pero el toro no le dejaba ce?irse y a veces ni acercarse.
El cuarto pose¨ªa un corpach¨®n gigantesco, un arboladura impresionante, y para que la catadura guardase corresponden cia con la fachada, sac¨® un temperamento taimado y reserv¨®n que no era de fiar. Se ignora si Mond¨¦jar se fi¨® o no. Lo cierto es que le dio r¨¦plica como si. se tratara de un amigo del alma. La muleta en la izquierda, consinti¨® el inquietante gazapeo, intent¨® alargar cuanto pod¨ªa los cort¨ªsimos viajes, aguant¨® los peligrosos parones, construyendo as¨ª una faena de gran emoci¨®n. Mas en una de esas el toro le tir¨® tal hachazo que, si le coge, lo parte. El hachazo terrible les doli¨® a los mismos aficionados, que grita ron ?ay!, y ?ayayay!, quien agarr¨¢ndose la tripa, quien ech¨¢ndose las manos a la cabeza.
La franelilla de los ojos
El quinto, largo, vareado y astifino, hache¨® el pilarote de un burladero al minuto de haber tomado el redondel. Nada import¨® que los pilarotes de los burladeros de Las Ventas posean solidez y calibre propios de vigas maestras: peg¨® el hachazo y lo abri¨® a lo largo, sacando una astilla del tama?o de una garrota. A ese torazo le procur¨® faena Lucero, sin cogerle el temple. Aunque ?c¨®mo iba a cogerlo si a cada embestida el toro respond¨ªa quit¨¢ndose de los ojos la franelilla mediante un tornillazo?
M¨¢s astifino que el anterior, los pitones del sexto semejaban agujas y no intent¨® partir nada con ellas; simplemente, tardeaba al cite, probaba desconfiado el se?uelo y deb¨ªa proceder de alta cuna pues no le gustaba en ning¨²n caso: ni solo ni con sif¨®n.
Babelia
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