Primer descenso a las cloacas
Tras los disparos, la pareja retrocedi¨® sin dar la espalda a los pobladores de la tasca mientras abarcaban todas las direcciones del ¨¢mbito con la punta de sus pistolas. Los parroquianos no cumplieron ninguno de los modelos de conducta propuestos por el cine y por la televisi¨®n; es decir, ni se tiraron al suelo ni se lanzaron sobre los agresores, ninguna mujer se abraz¨® a su marido mientras gritaba hist¨¦ricamente. Carvalho no s¨®lo comprob¨¦ lo superficial de la influencia del cine y la televisi¨®n sobr¨¦ la conducta en situaciones excepcionales, sino tambi¨¦n que el instinto de supervivencia, hab¨ªa provocado una esquizofrenia general y todos parec¨ªan estar sin estar, como si nada de lo ocurrido hubiera ocurrido. S¨®lo cuando los asesinos salieron sin perder el paso y Carvalho se hubiera inclinado, para comprobar la vida o la muerte de Guijuelo, alguien le pregunt¨® t¨ªmidamente:-?Verdad que ha sido con una 9 mil¨ªmetros Parabellum?
Guijuelo a¨²n estaba algo vivo. Hab¨ªa abierto los ojos y poco a poco reconoci¨® a Carvalho.
-?Han sido ellos ... ! ?Los cerdos ib¨¦ricos!
-?Los patas negras?
Guijuelo neg¨® con la cabeza, pero Carvalho lo perdi¨® de vista porque le hab¨ªan doblado los brazos, obligado a ponerse en pie, ten¨ªa ante los ojos un extra?o carn¨¦ y se sinti¨® atenazado por musculaturas m¨¢s j¨®venes que la suya.
-Tranquilo, huelebraguetas... tranquilo...
Le susurr¨® una voz de tenor dram¨¢tico al o¨ªdo, y apenas si tuvo tiempo de ver la calle, porque entre la puerta de la tasca y el coche que le esperaba, un pa?uelo se aplic¨® a su nariz y record¨® su infancia, concretamente la anestesia de cloroformo, la operaci¨®n de apendicitis y a su madre dici¨¦ndole: "Cuando te despiertes te tendr¨¦ preparado un bocadillo de fuet". Cuando se despert¨® estaba sentado en una silla met¨¢lica, su madre no estaba, ni el bocadillo, pero s¨ª un hombret¨®n calvo m¨¢s a?ejo que los otros tres hombretones que le rodeaban.
-Bien venido a las cloacas. Diez a?os atr¨¢s hubiera contestado algo gracioso, pero el olor a cloroformo le sab¨ªa a muerto, y aquellos tipos le inspiraban alarma. El hombr¨®n calvo ten¨ªa cultura, don de palabra y tal vez de gentes.
-Las cloacas del Gobierno, del Estado, del sistema... ?no es as¨ª como definen a estos lugares los intelectuales cr¨ªticos?
-All¨¢ ellos.
-Sin m¨¢scaras, Carvalho. Aqu¨ª se sabe todo. Le pusieron en pie por detr¨¢s y se vio suavemente empujado para seguir al jefe, mientras a sus espaldas se situaban los otros figurantes. El jefe caminaba con poder¨ªo y le hablaba sin darle la cara. Recorr¨ªan un ancho pasillo subterr¨¢neo jalonado por despachitos acristalados y cerrados dentro del que se mov¨ªan bur¨®cratas convencionales bajo luces de ne¨®n, algunos pendientes de los ruidos y objetos que a trav¨¦s le ca?er¨ªas ven¨ªan del piso superior.
-Las ca?er¨ªas de las cloacas. Cada despacho recibe informaci¨®n confidencial de los centros de poder de este pa¨ªs... Acabamos de pasar por uno de los dedicados al Ministerio del Interior.
-?Lo sabe el ministro?
-Despu¨¦s de lo de Rold¨¢n )refieren no saberlo.
-?Y antes? -Lo sab¨ªan, pero no se enteraban de nada. Barrionuevo, Corcuera ... una delicia de ministros. "Ustedes no se sientan coartados. A pesar de que somos socialistas, creemos que cualquier procedimiento es bueno para defender la democracia y...", en fin. Corcuera era muy fet¨¦n el t¨ªo. Cuando alguien hablaba algo relacionado con fondos reservados se llevaba los deditos a las orejas y se echaba a re¨ªr: "Yo no me quiero enterar, ?eh? Yo no me quiero enterar... ". Ni aunque hubiera querido. Aqu¨ª hay otra l¨®gica. Est¨¢ usted en el planeta de los fondos reservados.
Desembocaron en un despacho nada acristalado, al contrario, parec¨ªa un bunker sellado cuando se cerr¨® la gruesa puerta a sus espaldas y el jefe le dio la cara para decirle.
-?Est¨¢ usted seguro de que Rold¨¢n ha existido alguna vez? -Si se pone en un tono confidencial, ?no le parece una horterada mantener a estos cuatro gorilas a mis espaldas? -?Qu¨¦ gorilas? Carvalho se volvi¨®. Los gorilas hab¨ªan desaparecido. El jefe, en cambio, sonre¨ªa y le tend¨ªa la mano.
-El teniente coronel... vamos a dejarlo en- Cigales...
Aquel t¨ªo o era un buen bebedor de claretes o era de Valladolid y ten¨ªa don de gentes.
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