M¨¢s caras que los grelos
Domecq / Ortega, Mu?oz, S¨¢nchez
Toros del Marqu¨¦s de Domecq, sospechosos de pitones, flojos, nobles; 4? y 5?, mejor presentados, buen juego. Ortega Cano: estocada tendida (dos orejas); media (dos orejas). Emilio Mu?oz: pinchazo sin soltar, baja (oreja); entera (dos orejas y rabo). Manolo S¨¢nchez: entera (dos orejas); media, ocho descabellos (aplausos). Coliseo de La Coru?a, 5 de agosto. Segunda corrida de feria. M¨¢s, de media entrada.
La segunda corrida de feria fue de las que crean p¨²blico, y ello parece bueno para la consolidaci¨®n de una plaza nueva como La Coru?a. Pero crear p¨²blico no significa crear afici¨®n. El aficionado es un. ser tan raro que necesita que haya toros y toreros. Sin toros, falta eso que los pol¨ªticos llaman credibilidad; lo que los aficionados llaman, sin m¨¢s, lidia.Televisaban en directo la corrida y hab¨ªa toreros de nombrad¨ªa: Ortega Cano, Emilio Mu?oz y Manolo S¨¢nchez. El p¨²blico coru?¨¦s se puso r¨¢pidamente a la altura del de cualquier plaza espa?ola y desorej¨® todo lo que sal¨ªa de toriles, aunque todo lo que sal¨ªa de los toriles de una plaza nueva como la de La Coru?a careciese de fuerzas y se hubiese olvidado las puntas de los pitones digamos que encima del piano.
Pro Ruanda
Ortega Cano, que empezaba su serie de cinco corridas cuyos emolumentos destina a Ruanda, hizo dos faenas prosopop¨¦yicas y llenas de listeza. No s¨®lo se daba importancia sino que se la quedaba. Ahora bien los toros no ten¨ªan ninguna importancia, por m¨¢s que Ortega Cano, recalcando. sus movimientos y sus poses, pareciera estar interpretando el ni m¨¢s ni menos que Lohengrin. En el primero estuvo m¨¢s entonado que en el cuarto con el que anduvo muy despegado, pero generosamente le desorejaron los dos. Ortega Cano sonre¨ªa m¨¢s atildado y rebonito que nunca.
Emilio Mu?oz vi¨¦ndose con orejas y rabo en mano, pidi¨® para su segundo la vuelta al ruedo. Semejante apoteosis lleg¨® tras una faena en la que el diestro pon¨ªa cara de feroz pasi¨®n y tal delirio era seguramente lo que le hac¨ªa forzar la figura que daba miedo verle descacharrarse. Pero el toro, como el segundo de Ortega Cano, era menos flojucho que el resto, y Emilio Mu?oz aprovech¨® que m¨¢s o menos segu¨ªa la muleta sin romperse del todo. Al segundo de su lote le hab¨ªa matado de bajonazo pero la muerte del apote¨®sico fue a ley y muy hermosa.
Manolo S¨¢nchez quer¨ªa ligar, pero sus toros no estaban para tama?o esfuerzo y ¨¦l ten¨ªa a cada pase que rectificar el sitio, a ver si entretanto el bicho se recuperaba. El que cerr¨® plaza le acab¨® contagiando el des¨¢nimo.
El p¨²blico coru?¨¦s sali¨® del coso con nueve orejas y un rabo, homologado en la c¨¢tedra del taurinismo de moda. Sea bienvenido al club. Pero las orejas de toro debieran, por raz¨®n de credibilidad, ser m¨¢s caras que los grelos.
Babelia
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