Actuar antes de que sea demasiado tarde
Hace tan s¨®lo cinco a?os, las guerras, los conflictos armados, las masacres de nuestro mundo se analizaban en relaci¨®n con los riesgos que supon¨ªan para el equilibrio entre las dos superpotencias, con la amenaza nuclear como ¨²ltimo argumento. Se pod¨ªa pensar que la ca¨ªda del Muro y el derrumbamiento de los reg¨ªmenes totalitarios conducir¨ªan a una calma relativa de nuestro mundo agitado; en absoluto, los conflictos armados son m¨¢s numerosos, m¨¢s mort¨ªferos, m¨¢s crueles que nunca y, en cambio, gran parte de ellos han cambiado de naturaleza.
En nuestro fin de siglo, casi todos los enfrentamientos a los que asiste, pasivamente, la comunidad internacional los conforman guerras internas. Los conflictos entre Estados, sin llegar a ser una curiosidad, son raros: tres entre 1989 y 1992, mientras que 78 conflictos internos sangraron el mundo.
Las maneras de luchar tambi¨¦n han cambiado radicalmente. Ya no se trata de derrotar al ej¨¦rcito del adversario, sino de aterrorizar, de exterminar en la medida de lo posible, a la poblaci¨®n civil. En la Primera Guerra Mundial, lo que se conoci¨® como la Gran Guerra, el 89% de las v¨ªctimas -muertos o heridos- eran portadores de uniformes. En el conflicto en Bosnia, el 96% de los muertos son civiles, preferentemente ancianos, mujeres y ni?os. Y casi no nos atrevemos a hablar de Ruanda, vanguardia de la atrocidad y del horror.
Ante estas tragedias, que aumentan en n¨²mero y horror, las organizaciones humanitarias -que adquirieron su reputaci¨®n gracias a la eficacia de su acci¨®n en el terreno- se ven totalmente desbordadas por la magnitud del desastre. Cuando, al final de una guerra, 200.000 personas padecen del c¨®lera: ?qu¨¦ pueden hacer algunas decenas de m¨¦dicos y de enfermeras trasladados a esta primera sala del infierno? Se desvivir¨¢n, trabajar¨¢n sin descanso, hidratar¨¢n, vacunar¨¢n, curar¨¢n, salvar¨¢n centenares de enfermos... y una parte de nuestra verg¨¹enza. Hay tal desproporci¨®n entre las necesidades y los medios puestos a disposici¨®n que uno se siente tentado de abandonar, de regresar a casa.
Precisamente eso es lo que no hay que hacer. Es necesario combatir, enviar m¨¢s m¨¦dicos, m¨¢s medicinas, m¨¢s abastecimientos, m¨¢s vacunas, y m¨¢s, y m¨¢s. Nunca ser¨¢n suficientes, pero evidentemente con esto no basta.
Nos jugamos la paz del mundo y la seguridad de las personas, as¨ª como la salud de todos.
Una epidemia amenaza la vida de los habitantes de nuestro planeta: la guerra o, mejor dicho, las guerras civiles, ¨¦tnicas, ideol¨®gicas, tribales, religiosas o de otra ¨ªndole, que matan por millones con m¨¢s fuerza que las epidemias. El mundo se moviliza ante tales desastres, con m¨¢s o menos entusiasmo.
Hab¨ªa que hacer este esfuerzo y a¨²n m¨¢s, pero de ahora en adelante la acci¨®n de los Estados, de los Gobiernos, de las organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, de las agencias especializadas de la ONU es imprescindible.
A pesar de todo, se han realizado loables esfuerzos, aunque no todos han tenido ¨¦xito y no han conseguido frenar las tragedias humanas de hoy en d¨ªa; es el caso de la ONU en la antigua Yugoslavia, de la OUA que hab¨ªa avalado los acuerdos de Arusha (para avanzar hacia la paz en Ruanda), o de la OEA frente al problema de Hait¨ª... A pesar de algunos fracasos sonoros, la movilizaci¨®n de la comunidad internacional ha conseguido algunos ¨¦xitos que se merecen ser mencionados: ?frica del Sur, el proceso de paz entre Israel y sus vecinos -incluyendo Palestina- y, m¨¢s discreto, el acuerdo entre Polonia y Lituania sobre su frontera com¨²n. Son ejemplos que estimulan el esfuerzo. Hoy en d¨ªa Europa, y mas concretamente el Parlamento Europeo, es un lugar privilegiado para generar y desarrollar una voluntad colectiva de progreso. ?Qu¨¦ etapas nos debemos plantear para conseguir avanzar? En primer lugar, suscitar una voluntad pol¨ªtica por parte de la opini¨®n p¨²blica, que influya sobre los parlamentos nacionales y los Gobiernos de los Estados europeos; una voluntad de acci¨®n preventiva, que debe sustituir la actitud de reacci¨®n.
Es necesario que la comunidad internacional manifieste la voluntad de dotarse de los medios de intervenci¨®n (medios pol¨ªticos, diplom¨¢ticos y, en ¨²ltima instancia pero no menos importante, los medios militares) para evitar las guerras civiles.
Esto es lo que los europeos deben plantearse. ?ste es el motivo por el que, ya en la primera sesi¨®n del Parlamento Europeo, hombres y mujeres de nacionalidades y de grupos pol¨ªticos diferentes constituimos un intergrupo de trabajo con el objetivo de fomentar una acci¨®n preventiva. El ¨¦xito de la empresa estar¨¢ ligado a la fe, a la inteligencia, a la voluntad y a la perseverancia de los ciudadanos de nuestra Uni¨®n Europea.
Jos¨¦ Mar¨ªa Mendiluce, Pierre Pradieur y Bernard Kouchner son diputados del Parlamento Europeo y miembros de organizaciones humanitarias.
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