"Todas las ¨¦pocas le parecen mal a quien las vive"
He aqu¨ª a una persona suave, cuya conversaci¨®n tranquiliza no s¨®lo por su propia condici¨®n de mujer inteligente sin estridencias, sino porque vive en permanente contacto con aquello que nuestras pasiones del momento dif¨ªcilmente podr¨¢n cambiar: la historia. Carmen Iglesias, catedr¨¢tica de Ideas Pol¨ªticas de la Universidad Complutense de Madrid, es miembro de la Academia de Historia desde 1989, la ¨²nica mujer. Y ha sido preceptora de la infanta Elena y del pr¨ªncipe Felipe.Pregunta. A veces da la impresi¨®n de que en Espa?a hubo un momento en que algo se fastidi¨® sin remedio. Y que por eso nos cuesta tanto avanzar.
R. Claro, es lo que, en un reciente seminario en Soria sobre los siglos XVI y XVII, en unas intervenciones sobre la actual historiograf¨ªa alemana, que esta revisando los t¨®picos de la Contrarreforma cat¨®lica, algunos historiadores propusieron denominar el absolutismo confesional, que es un t¨¦rmino muy exacto. Esa ¨¦poca, desde su perspectiva, fue fatal para todos, y lo que s¨ª ocurre es que en Espa?a hemos interiorizado esa leyenda negra. Todas las naciones, cuando son hegem¨®nicas en alg¨²n momento, se hacen su propia leyenda negra, y los t¨®picos se repiten, pero nosotros la hemos interiorizado. Elliot, en una entrevista, compara Espa?a e Inglaterra, cosa que ya hac¨ªa don Jos¨¦ Antonio Maravall. Dice que ¨¦ramos pa¨ªses. perif¨¦ricos, no marginales, que es distinto. Abiertos al mar, con problemas similares, en conexi¨®n Castilla-Inglaterra, con una relaci¨®n de intercambio muy grande a trav¨¦s de la lana desde la Edad Media. Luego hay evoluciones distintas. Pero lo que dice Elliot es que, al haber sido, en alg¨²n momento, pa¨ªses centrales, es muy dif¨ªcil, tanto individual como colectivamente, acostumbrarse a dejar de serlo.
P. Ser¨ªa una especie de depresi¨®n hist¨®rica.
R. Exacto. Una persona, si se deprime, le puede costar meses, pero en el caso de los pueblos estamos hablando de siglos. A Espa?a le cost¨® varios siglos darse cuenta de que Dios no est¨¢ con nosotros. E Inglaterra es ahora justo cuando empieza a comprender que quien manda es Estados Unidos. A m¨ª me preocupa mucho la interiorizaci¨®n de una determinada memoria. Es lo que llaman la profec¨ªa autocumplidora. En la vida individual, es cuando alguien te empieza a decir "t¨² ya no me quieres", y acabas no queri¨¦ndole.
P. Somos obsesivos.
R. S¨ª. Hay unas investigaciones de Felipe Ruiz Mart¨ªn y otros historiadores econ¨®micos, apasionantes, sobre el siglo XVII, en las que se ve que en aquel tiempo, cuando se empez¨® a decir que Espa?a estaba muy mal, eso cre¨® incertidumbre entre los banqueros genoveses.
P. De alguna manera, tiene usted una profesi¨®n envidiable. Estudiar la historia la ayuda a relativizar.
R. Much¨ªsimo. Una de las cosas que a m¨ª m¨¢s me impresionan es que, cojas la ¨¦poca que cojas, incluso algunas que, con una cierta perspectiva, te parecen brillantes, para los contempor¨¢neos han sido catastr¨®ficas, est¨¢n siempre al borde del fin del mundo... Yo creo que hay una constante en la naturaleza humana. Primero, el abismo que existe entre lo que deseas y lo que logras. Y luego, tambi¨¦n, las generaciones. Es verdad que, a medida que pasa tu vida, tiendes a verlo todo negro porque vas hacia el final.
P. Usted, que es catedr¨¢tica, ?c¨®mo ve la Universidad?
R. Los estudiantes se quejan mucho, y con raz¨®n. Lo que pasa es que nuestra Universidad ha estado siempre en crisis. Ahora hay un problema serio con el profesorado. Siempre ha habido profesores buenos y malos, y los buenos han estado en minor¨ªa, pero eran el modelo de excelencia. Verdaderamente, ahora no hay modelos, ni para bien ni para mal. Lo que s¨ª hay es una fragmentaci¨®n enorme y una selecci¨®n endog¨¢mica importante, con el profesorado...
P. ?Y los alumnos?
R. Mira, alguien dijo que a edad muy temprana hay que comprometerse a no hablar mal de los j¨®venes y a comprenderlos cuando se sea mayor. Yo opino lo mismo.
P. ?C¨®mo ve el momento actual?
R. No s¨¦ qu¨¦ imagen quedar¨ªa mejor para representarla, si la del p¨¦ndulo, de que despu¨¦s de una ¨¦poca de mucha apertura hay mucha contracci¨®n, o una que a m¨ª siempre me ha gustado mucho, que es la espiral. O sea, que volvemos a hacer las mismas cosas, aunque algo hemos aprendido, y algo ha cambiado, y las circunstancias son distintas.
P. ?Puede repetirse una Europa dominada por el fascismo y el racismo?
R. Precisamente. Lo que espero es que la memoria de lo que ha pasado lo evite, pero no hay nada escrito, podr¨ªa volver a producirse. Hay que estar muy alerta. No se puede echar la culpa a los que mandan. Esa dicotom¨ªa entre Estado y sociedad civil es muy falsa: todos somos todos. A m¨ª siempre me impresiona que los estatutos de limpieza de sangre no fueron algo que empez¨® promulgando la autoridad, sino lo que entonces se llamaban villanos. Empiezan a veces como una vendetta, porque es muy f¨¢cil rastrear la geneolog¨ªa de los nobles enriquecidos, y entonces seguir, con jud¨ªos, con quien haga falta.
P. ?Hay algo que empuje al optimismo?
R. S¨ª. A pesar de todo, es imposible negarse a cierta esperanza, porque incluso lo de Ruanda, que es tan espantoso, tiene la parte buena de que somos conscientes de ello. Hay que tener en cuenta que antes, no s¨®lo en nuestra cultura y en culturas primitivas, sino en culturas avanzadas, la vida humana no ten¨ªa mayor valor. Eso es una conquista de ayer, y la felicidad es un concepto que arranca en el XVIII, y la dignidad humana, los derechos humanos, son de ayer mismo. Que sigue habiendo un abismo y que nunca vamos a conseguir la perfecci¨®n, es cierto, pero algo se ha avanzado, aunque s¨®lo sea en esa conciencia. Yo lo que creo es que las palabras crean realidad.
P. ?Encontr¨® usted alguna f¨®rmula para imbuirle optimismo hist¨®rico al pr¨ªncipe Felipe, que alg¨²n d¨ªa reinar¨¢ en este pa¨ªs?
R. Pues mira, lo mismo que a los alumnos. Un historiador s¨®lo puede explicar los hechos tal como los estamos conociendo ahora, con sus luces y sus sombras. Con sus motivos para estar siempre alerta y aquellos que inclinan a la esperanza.
P. ?Llega el historiador alguna vez a conocer la verdad de lo que ha ocurrido? ?Sabremos alg¨²n d¨ªa qui¨¦n mat¨® a Kennedy, aunque sea el siglo que viene?
R. A lo mejor s¨ª, si ha tenido acceso a los documentos, pero a lo mejor no. Hay cosas que nunca se llegan a saber. De todas maneras, se ha avanzado much¨ªsimo. Antes se hac¨ªa historia de los hechos pol¨ªticos, de la interpretaci¨®n de esos hechos. Ahora las historias son m¨²ltiples, lo que se llama la microhistoria, que es apasionante, y consiste en cogerte un expediente inquisitorial, y a partir de ah¨ª sacar el jugo. Y no solamente la historia desde abajo, sino tambi¨¦n la de las mujeres, de la vida cotidiana, la gente com¨²n.
P. ?No ha habido en este pa¨ªs una forma anquilosada de mirar la historia, o s¨®lo para los expertos?
R. Lo que s¨ª hay es que no hemos sabido contarlo. O quiz¨¢ es que no resulta f¨¢cil hacerlo.
P. ?Qu¨¦ quedar¨¢ de nuestro siglo?
R. En mi opini¨®n, lo m¨¢s importante es la incorporaci¨®n de la mujer. Y la revoluci¨®n tecnol¨®gica.
P. En la que se incluye la globalizaci¨®n de la informaci¨®n.
R. Y sus peligros, claro. Si no est¨¢s vertebrando constantemente o no te paras para hacerlo, esa informaci¨®n no te sirve. No la puedes asimilar. Es la diferencia entre la informaci¨®n intensiva y la extensiva, que empieza en el siglo XVIII. La extensiva, en principio, democratiza; pero tambi¨¦n controla. Cuando hacemos caso a lo que desde la televisi¨®n se selecciona para que lo sepamos no estamos tan lejos del modelo de aquel padre de familia que le¨ªa para las mujeres y los ni?os lo que ¨¦l cre¨ªa que ten¨ªan que conocer.
P. ?C¨®mo se distingue lo real entre tanto grito?
R. Es dif¨ªcil, y, adem¨¢s, ninguna ¨¦poca ha podido distinguir. ?sa es una de las cosas que el historiador sabe.
P. Como mujer en su campo, ?qu¨¦ tal le ha ido?
R. Yo, durante mucho tiempo, he cre¨ªdo que la naturaleza humana es bondadosa y que si a la gente la tratas bien... Pero eso es, como dice Salinger, un pecado de narcisismo. Yo en la facultad me sent¨ªa muy querida, pero cuando fui la primera mujer vicedecana me pasaron factura. Y cuando saqu¨¦ la c¨¢tedra, frente a tres varones, no me lo perdonaron nunca. Adem¨¢s, recib¨ª un an¨®nimo tremendo, absolutamente de grupo profesional: eso s¨®lo se lo hacen a una mujer.
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