Clinton pierde gas
La presidencia de Clinton navega en rumbo de colisi¨®n con la tozuda realidad de Washington y corre el peligro de naufragar pol¨ªticamente antes de llegar al ecuador de su mandato. Las elecciones legislativas de noviembre pr¨®ximo para renovar el Congreso constituyen para todos los presidentes el examen de selectividad sin cuya superaci¨®n dif¨ªcilmente pueden renovar para otros cuatro a?os.Los dos primeros a?os de una presidencia son considerados por los estudiosos de la instituci¨®n claves para definir el destino del ocupante de la Casa Blanca. Lo que no se haya realizado en los primeros 24 meses dif¨ªcilmente se alcanzar¨¢ en el segundo tiempo, en el que ya comienza la carrera electoral. El primer tiempo del partido ha debido servir tambi¨¦n para comunicar a la opini¨®n p¨²blica con claridad qu¨¦ se pretende hacer con el mandato recibido y es obligado llegar al descanso con uno o dos logros importantes.
Bill Clinton afronta una situaci¨®n doblemente preocupante. La revoluci¨®n dom¨¦stica que plante¨® como piedra angular de su presidencia, en un intento ingenuo de olvidar el mundo y replegar al imperio dentro de sus fronteras con tinentales, corre el peligro de abortar. Tampoco el presidente, que lleg¨® para enterrar los tradicionales modos c¨ªnicos de hacer pol¨ªtica en Washington, ha logrado establecer una relaci¨®n nueva con el establecimiento pol¨ªtico de la capital federal ni con los norteamericanos.
Clinton demostr¨® intuiciones correctas cuando se. aup¨® a la presidencia sobre el p¨¢lido George Bush y, sobre todo, sobre el comienzo de recuperaci¨®n econ¨®mica que le leg¨® gratis el enterrador de la revoluci¨®n Reagan. Estados Unidos no ten¨ªa el fuelle, primero econ¨®mico, y luego psicol¨®gico, para continuar manteniendo su papel de polic¨ªa mundial. La clase media, agotada por la econom¨ªa vud¨² practicada por Reagan, pidi¨® y obtuvo el cambio. Clinton prometi¨® atender, casi en exclusiva, los agujeros dom¨¦sticos: la econom¨ªa, la educaci¨®n, la sanidad, la seguridad urbana. Pero, enseguida, el mundo le enred¨®: crisis poscomunista en la URSS, estallido en Bosnia, Hait¨ª, Somalia.... Y se enred¨® tambi¨¦n en su propio activismo queriendo apagar todos los incendios a la vez. Ha fallado tambi¨¦n, aqu¨ª la intuici¨®n le ha jugado una mala pasada, a la hora de elegir su equipo.
Clinton no jug¨® con la econom¨ªa, a pesar de sus iniciales promesas de una pol¨ªtica industrial y de un Estado de obras con resonancias de Franklin Delano Roosevelt. Aqu¨ª su intuici¨®n se probar¨¢ correcta. La econom¨ªa sali¨® del bache, el pa¨ªs crea empleo y est¨¢ en una senda de crecimiento sostenido.
El tal¨®n de Aquiles de Clinton reside hoy en su programa social: la reforma sanitaria y la ley anticrimen. La segunda ha sido humillantemente bloqueada por el Congreso y la primera, ya muy aguada por el propio presidente desde su primiera promesa de cobertura universal para todos los ciudadanos, corre tambi¨¦n peligro. Si consigue llevar a buen puerto estos dos proyectos a¨²n podr¨ªa encarar la segunda parte de su mandato con esperanzas de ser un presidente de ocho a?os.
Pero se detectan un peligroso inicio de cansancio, una falta de atenci¨®n de la ciudadan¨ªa hacia el fen¨®meno Clinton y, lo que es m¨¢s grave, una p¨¦rdida de respeto hacia el personaje. El Congreso acaba de demostr¨¢rselo. Aunque el caso Whitewater no sea ni mucho menos el Watergate, le va a resultar dif¨ªcil salir a flote con este constante goteo de peque?os esc¨¢ndalos.
Pero hay algo m¨¢s en su car¨¢cter / o falta de, en su personalidad, en su intento de controlarlo todo y hacer a la vez de presidente, director general y jefe de negociado, que podr¨ªa acabar con sus mejores intenciones. No es Roosevelt, ni tampoco Kennedy, ni siquiera Truman. Carece de la capacidad de doblegar al Congreso que ten¨ªa Johnson. Est¨¢, por ahora, en la l¨ªnea del peor Carter. Pero preside un pa¨ªs tornadizo, en el que la imagen puede con frecuencia m¨¢s que la realidad. Y cabalga sobre la cresta de la recuperaci¨®n econ¨®mica.
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